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miércoles, 12 de octubre de 2011

Duquesa de Alba : Conmovedora historia de amor


Te juro, Tito, que apenas puedo reponerme de la emoción que me produjo el tercer casamiento de la duquesa de Alba.

¡Qué historia tan conmovedora! Una aristócrata ­de las que ya quedan pocas­ eligió como marido a un plebeyo. Date cuenta. Sí, María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba (andá llevando el linaje y los títulos), contrajo enlace con Alfonso Diez Carabantes, un perfecto desconocido, un individuo perteneciente al pueblo llano, empleado público, para más detalles, sin fortuna ni título de nobleza alguno y (fijate qué detalle) 25 años menor que ella (85 a 60).

Para el amor no hay edad, como decía un pedófilo amigo mío.

A mí esas historias de amor entre nobles y plebeyos, qué querés que te diga, me hacen llorar. Bueno, en realidad no sé muy bien si lloré de emoción o si fue que cuando oí la noticia por radio justo estaba picando cebolla para un tuquito; pero el hecho es que se me llenaron los ojos de lágrimas. Que no venga Marx a joder con la lucha de clases... ¿De qué lucha de clases me hablan cuando tenemos ejemplos contundentes de que el amor todo lo puede? El príncipe y la corista, la princesa y el deshollinador, el rey y la vagabunda, la baronesa y el dirigente de COFE, la duquesa y el amanuense... Abundan los casos, sin contar ­claro está­ los de zoofilia como el de los sapos que se transformaban en príncipes no bien recibían el beso de una princesa. Digo yo, hay que tener estómago para besar a un batracio, ¿no? pero en el mundo de la gente linda todo está permitido.

¡Ah, la nobleza! ¡Qué prestigio ostenta, qué seducción ejerce sobre el chinchaje! Los títulos nobiliarios dejan patitiesos a los capinchos, que no sueñan otra cosa que acceder a ese círculo privilegiado de los apellidos de alcurnia. De otro modo, no se explicaría el éxito editorial de las revistas como "Hola" y sus versiones latinoamericanas como "Gente" y "Caras".

Y sin embargo, a poco que uno se ponga a revisar un poco la historia, advierte que la nobleza tiene sus orígenes en el triunfo de bárbaros germanos sobre la no menos bárbara aunque un poco más civilizada Roma. Y, ¿qué va a hacer? La historia la escriben los vencedores. Y si vamos a la Casa Alba, no está mal recordar los versos que Rafael Alberti dedicó a un antepasado de doña Cayetana, en plena Guerra Civil Española:

"Señor Duque, señor Duque, último Duque de Alba/ mejor, duque del ocaso, ya sin fulgor ni mañana./ Si tu abuelo tomó Flandes, tú jamás tomaste nada/ solo las de Villadiego, por Portugal o por Francia./ Si a tu abuelo, cruel ilustre, Tiziano lo retratara, tú mereciste la pena de serlo por Zuloaga: un pincel se bañó en oro, el otro se mojó en caca."

No importa, Cayetana, vos seguí dándole de punta.

Y vos, Alfonso, ahora que echaste buenas, disfrutá de la buena vida.

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