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martes, 28 de junio de 2011

Los genéticos tratan de evitar la extinción del diablo de Tasmania


La fauna australiana es una de las más singulares del mundo. Su largo aislamiento durante millones de años permitió la evolución de un buen número de especies exclusivas y el desarrollo de algunos grupos, como el de los marsupiales, que aunque están presentes en otros puntos, como América, tienen su mayor centro de difusión en la gran isla austral.

Y entre todos esos llamativos marsupiales -mamíferos que acaban la gestación de sus crías en una bolsa de piel situada en el exterior- uno de los más extraños es el conocido como demonio de Tasmania. Lo es por ser uno de los escasos carnívoros de tamaño grande del género marsupial.

El demonio de Tasmania ('Sarcophilus harrisii') es un carroñero y depredador voraz. Tiene el tamaño de un perro pequeño (unos 50 centímetros de largo y 10 kilos de peso como máximo) pero sus hábitos agresivos y, sobre todo, los potentes sonidos que emite, hicieron que los primeros europeos que llegaron allí le pusieran el nombre de demonio.

Ejemplar del extinguido lobo de Tasmania conservado en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. | A. Xoubanoba

Ejemplar del extinguido lobo de Tasmania conservado en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. | A. Xoubanoba

También fueron los europeos los responsables de eliminarlo prácticamente del mapa. La introducción del perro doméstico hizo que el marsupial acabara extinguido en Australia y ahora sólo sobrevive en Tasmania, la pequeña y lluviosa isla situada al sureste de la gran masa de tierra australiana. Y el diablo por lo menos se salvó de la extinción. Su pariente cercano, el lobo o tigre de Tasmania ('Thylacinus cynocephalus'), el mayor marsupial carnívoro que ha conocido el hombre, desapareció del mapa por completo en 1934 cuando fue cazado el último.

Sólo algunos ejemplares disecados en museos explican cómo era esta especie, que podía medir dos metros de la nariz a la cola y pesar hasta 30 kilos.

El pequeño diablo de Tasmania ha sobrevivido al destino de su primo mayor, pero ahora mismo se encuentra cerca de pasar por el mismo trance. Aunque esta vez no directamente a causa del hombre. Desde los años 90, una enfermedad contagiosa ha diezmado las poblaciones que quedan en la isla de Tasmania. Las pocas decenas de miles de ejemplares contabilizados están en riesgo por un mal conocido como cáncer facial del demonio de Tasmania (Devil Facial Tumor Disease o DFTD por las siglas en inglés).

Ahora, un grupo de investigadores de EEUU y Australia ha llevado a cabo un completo estudio genético del diablo de Tasmania para intentar encontrar el modo de combatir la peste que está terminando con ellos. Para ello, han secuenciado su genoma completo y han estudiado la variabilidad genética de los ejemplares que aún viven, para conocer si es la consanguinidad y el excesivo parecido entre ellos lo que hace que la enfermedad se propague con tanta facilidad entre ellos y sea siempre mortal.

Además, los investigadores han estudiado la estructura del propio tumor que los está matando, para entender mejor qué tipo de proceso hace que sea tan contagioso y dañino. El DFTD, que desfigura a la víctima y causa la muerte por hombre o ahogo en pocos meses, surgió hace 15 años en la costa este de Tasmania y se extendió rápido hacia el oeste.

El estudio se publica en la revista Proceedings of The National Academy of Sciences (PNAS) y está enfocado a dirigir los esfuerzos de conservación de la especie a partir de ahora.

Cría en cautividad

La situación del diablo de Tasmania es tan desesperada que todos los esfuerzos se concentran ahora en la cría en cautividad. Y el estudio genético debe servir precisamente para crear un núcleo de ejemplares reproductores que sean lo más variados posibles, para que en el futuro, la población criada a mano por el hombre provenga de un grupo de ancestro con el más amplio repertorio genético posible.

"Imaginen un cáncer humano que se contagie sólo con tocarse. Erradicaría nuestra especie con rapidez", ha dicho el autor líder del estudio, el profesor Schuster, de la Penn State University. Curiosamente, destacan los autores, el DFTD es un cáncer, pero tiene la capacidad de transmitirse por contacto, como si fuera un mal de tipo vírico. Es una combinación letal, que ha llevado a los investigadores a proponer que hay que poner a buen recaudo un amplio número de ejemplares y mantenerlos aislados de posibles infecciones del exterior.

Los investigadores de Australia, Dinamarca y EEUU, dirigidos por Schuster, analizaron el genoma completo de dos demonios, uno de ellos resistente a dos cepas del mal -aunque finalmente sucumbió- y otro enfermo, así como el genoma de un tumor tomado de uno de ellos.

Los animales fueron elegidos por su diversidad genética al proceder de los dos puntos más alejados entre sí de la isla.

Los datos obtenidos servirán para determinar qué características deben tener los animales seleccionados para los programas de cría en cautividad que se llevan a cabo en Tasmania y en Australia continental.

"Elegir a los especímenes con la mayor diversidad genética posible es crucial para preservar con éxito a una especie", señaló el científico.

Según Schuster, esto es especialmente importante porque no basta con que los ejemplares genéticamente seleccionados sean resistentes al DFTD, ya que no se quiere derrotar sólo a ese mal sino desarrollar individuos sanos y genéticamente diversos que puedan combatir enfermedades y patógenos que aún no han evolucionado, añade el experto en una nota del servicio de noticias Eurekalert.

Sin embargo, esta falta de diversidad no se debe a los efectos del DFTD -que ha diezmado a la población- porque ya existía hace más de 100 años, según comprobaron los científicos al analizar decenas de ejemplares muertos en otras épocas conservados en instituciones de todo el mundo.

Schuster y sus colegas esperan que su estrategia contra la extinción pueda aplicarse también a otras especies en peligro de desaparecer.

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