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sábado, 30 de abril de 2011

McDonald's suma y sigue en Venezuela

McDonald's continúa con su penetración social en Venezuela. En 1985 tenía un único restaurante, en 2011 va camino de los 200. En los 90 fue exponente de la inaccesible clase media-alta, en la actualidad sirve menús del día (McCombos) a precios por debajo de lo habitual, y recientemente incorporó la arepa (plato tradicional) a sus desayunos por poco más de lo que ofertan las areperas del Estado. Una reorientación del target hacia los mismos grupos sociales a los que se dirige la Revolución Bolivariana.

En 2007 la compañía franquició todas sus instalaciones en América Latina a través de la firma Arcos Dorados, y con el avance económico de la región ha batido récords de beneficios: más de 3.500 millones de dólares declarados por ejercicio, y en la salida de la filial latinoamericana a la bolsa de Nueva York las acciones se elevaron un 25% para recaudar oficialmente US$ 1.250 millones.


En Venezuela el incremento del poder adquisitivo de los sectores populares ha revertido en un crecimiento exponencial de clientes, locales, trabajadores y negocio. Aunque ahora la Ley le obliga en gran medida a reinvertir las ganancias en el propio país, el nuevo marco socioeconómico ha sido la mejor noticia posible para las escasas oportunidades que ofrecia el decadente mercado venezolano antes de que el MVR ganara las elecciones en diciembre de 1998.


En estas condiciones, el gigante norteamericano ha anunciado prioridad (*1) en sus inversiones en esta nación suramericana, dónde también opera su propia empresa de logística, Axis. En 2008 fue sancionado con dos días de cierre por evasión de impuestos. Una vez puesto al día, prefiere cumplir escrupulosamente con un orden jurídico que compensa sus exigencias a los grandes capitales con la capacitación económica de las grandes mayorías de la población.


Al fin y al cabo McDonald's sabe muy bien que Venezuela es un país potencialmente consumista al que sólo le hacía falta una leve redistribución de la renta petrolera para empezar a consumir. Dicho y hecho. Y todo gracias al Socialismo en proceso.


Esta realidad, en apariencia contradictoria, refleja una de las muchas situaciones que acontecen en una Venezuela en cambio constante. No es, desde luego, algo que la izquierda alternativa en Europa pueda procesar con facilidad, dada su ineptitud y su desorientado (por no decir profundamente equivocado) análisis del mundo en el que vivimos y en el que vamos a vivir.


Tampoco es una cuestión que quienes adversan a la izquierda venezolana y al Presidente de la República vayan a asumir sin cortocircuitar su precaria noción castrocomunista del chavismo gobernante.


Esto, junto con otras tantas casuísticas, es lo que de hecho ocurre en Venezuela. Sólo a sus ciudadanos y ciudadanas compete el veredicto. Y a los demás, si no nos gusta, pues haber elegido muerte.

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