RIA NOVOSTI
Incluso un tema tan aburrido como las calificaciones de crédito de los países puede convertirse en una “noticia bomba” si se presenta en un momento justo y de la manera correcta.
Esto lo logró una de las agencias de calificación de riesgo crediticio más importantes del mundo, Standard & Poor's (S&P). El 18 de abril S&P por primera vez en la historia de las calificaciones de solvencia de Estados Unidos rebajó a "negativa" la perspectiva de los bonos de Gobierno, es decir, puso en duda la capacidad del estado de pagar sus deudas.
Pero, antes de todo, cabe señalar que la diferencia entre las perspectivas positiva y negativa de la calificación de crédito soberano es mínima. Y, además, se trata únicamente de los pronósticos a largo plazo, de dos años en adelante. O sea, de lo que puede pasar si la Administración de Obama no deja de “desperdiciar” el presupuesto.
Sin embargo, no ha sucedido nada semejante a lo que algunos periódicos estadounidenses no tardaron en calificar de “Pearl Harbor del crédito”.
Aunque suene impresionante: desde el año 1941, desde el ataque a Pearl Harbor, la calificación de crédito de Estados Unidos nunca había bajado. Pero la verdad es que en los tiempos de Pearl Harbor la S&P no tenía la metodología de evaluación de ahora aunque la empresa existe hace más de un siglo.
Lo que ha sucedido es que a la nota máxima AAA la S&P añadió unos símbolos más, que al profano dicen poco: A-1+. Técnicamente ni siquiera es una “rebaja”. Sólo una advertencia para tener en cuenta que en el futuro Estados Unidos puede tener problemas de solvencia si no encuentran, al fin y al cabo, una solución para su colosal déficit presupuestario y aún más su impresionante deuda nacional.
Eso sí que es un dolor de cabeza para los contables ya que el déficit presupuestario actual de Estados Unidos alcanza 1,4 billones de dólares ó 10% del PIB nacional.
Para hacerse a la idea cabe recordar que esta cifra equivale casi al 100% del PIB de Rusia en 2010 (los datos de los informes estadísticos anuales del FMI y la CIA).
Mientras tanto la deuda nacional sobrepasa una cifra impresionante de 14 billones de dólares. Lo que equivale, más o menos, al volumen del PIB del país, es decir, de todo lo que Estados Unidos produce al año.
La S&P advierte que si para finales de 2012 no se ha elaborado una estrategia eficaz para reducir el déficit y la deuda pública la calificación crediticia de Estados Unidos realmente rebajará en 2013. La probabilidad es de 1 contra 3. Este dato convulsionó a las bolsas del mundo y provocó un descenso en las cotizaciones de acciones y divisas.
Y es que en el mundo financiero las calificaciones y pronósticos virtuales suelen cobrar fuerza material. Hasta ahora todos estaban ocupados con la crisis en la zona de euro, con los problemas de Grecia, que está otra vez al borde de la quiebra, y Portugal. Y de repente se pronostica la “cojera” a la primera economía mundial.
Precisamente esta capacidad de los pronósticos de las agencias de calificación de “materializarse” empieza a preocupar a muchos gobiernos, especialmente los europeos.
El porqué del alarmismo
Hay algo raro en este pronóstico negativo para Estados Unidos. Y es el momento. ¿Por qué ahora este ataque a la Administración de Obama? Muchos expertos financieros esperaban algo por el estilo pero creían que la S&P tendría la suficiente delicadeza como para esperar a que pasen las elecciones de noviembre en Estados Unidos Y es que los pronósticos así perjudican la salud política nacional. Los optimistas afirman que la advertencia de la S&P pretende empujar al Congreso a acordar la reducción anual de los gastos presupuestarios.
Obama ya anunció que en los próximos 12 años los gastos del gobierno federal se reducirían en 4 billones de dólares. Sólo falta conseguir que el proyecto sea aprobado por el Congreso, donde los republicanos tienen mayoría en la cámara baja (precisamente la que toma todas las decisiones financieras).
Y los republicanos no tienen ningunas ganas de ayudar a los demócratas a solucionar los problemas de presupuesto en vísperas de las elecciones presidenciales.
En realidad todo tiene su explicación. Y es que Europa quiere aleccionar al famoso “grupo de las tres” – tres agencias de calificación de riesgos más importantes a nivel internacional (Standard & Poor's, Moody's Investors Service y Fitch Ratings) y obligarlo a comportarse con más responsabilidad y no “inventar” pronósticos.
De las tres grandes compañías que dominan más de 90% del mercado de las calificaciones de crédito, la estadounidense S&P es la mayor (con 40% del mercado). La sigue la también estadounidense, Moody’s (39%), y la estadounidense-británica, Fitch (16%). Los restantes 5% están repartidos entre las agencias más “jóvenes”.
Multas por no acertar
El comportamiento “extraño” de las “tres hermanas” suscitó sospechas en la Comunidad Europea tras la crisis de 2008. Ahora ha llegado el momento de analizar seriamente el grado de confianza que pueden merecer los “diagnósticos” de estas agencias de calificación, hasta qué punto son profesionales sus expertos y si no sería conveniente obligar al “grupo de las tres” responder por los pronósticos que emiten.
Al fin y al cabo, no es un se trata del pronóstico de tiempo para mañana sino de algo mucho más serio.
Se trata de unas pérdidas por billones de dólares. Sólo en el mercado estadounidense en 2008 quebraron más de 40 bancos, incluidos los más fuertes como “Lehman Brothers”. Sin embargo ninguna de las tres agencias había pronosticado nada semejante.
Todo lo contrario, evaluaba con la nota máxima todas las empresas, bancos y herramientas financieras que llevaron al fracaso financiero del 2008 y 2009. ¿Por qué la S&P no había hecho lo que hizo el 18 de abril hace cuatro años o aún antes? ¿Por qué no rebajó la perspectiva de calificación de Estados Unidos antes de la crisis económica que estalló precisamente en este país. ¿Acaso no sabían que existía el déficit presupuestario y la deuda nacional?
En Europa se está diseñando actualmente un instrumento legal que calificará a las agencias de calificación y establecerá una escala de responsabilidad por la objetividad de su producto bajo apercibimiento de multas.
Al conocerlo las compañías en cuestión declararon en el acto que tal circunstancia dificultará su funcionamiento y podrá impedir la asignación de las calificaciones. La aprobación de la ley, que se espera para finales del año, significará que muchos de los poseedores y compradores de títulos del gobierno o instrumentos bancarios tendrán derecho a denunciar a las agencias de calificaciones si sus pronósticos causan pérdidas en vez de beneficios.
Y también se tratará de billones de dólares.
En Europa ya se oyen voces que atribuyen al proyecto de ley en cuestión el hecho de las agencias de calificación empezaran a “salpimentar” sus pronósticos con riesgos.
Cuando en marzo S&P, Moody’s y Fitch volvieron a rebajar la calificación de los bonos de Grecia y Portugal (lo que hizo subir los valores del empréstito para sus gobiernos hasta 10%), el primer ministro griego, George Papandreu, dijo resentido: “Hace sólo dos años asignaban la nota máxima a todos los bonos tóxicos que provocaron la crisis. Vivían dentro de las burbujas de euforia y ahora se dieron al pánico de los riesgos”. Es algo parecido a la estrategia de un mal médico: decir al paciente que está muy grave y si mejora seguro que no se quejará.
La mayor parte de los beneficios S&P, Moody’s y Fitch obtienen fuera de Estados Unidos, fundamentalmente en Europa. Y se trata de mucho dinero. El año pasado los ingresos de la S&P ascendieron a 2.800 mil millones de dólares, de la Moody’s, a 1.600 millones y de la Fitch, a 730 millones de dólares.
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