Uno de los mitos más repetidos en materia energética es que España compra electricidad a Francia. A fuerza de oírlo, y de ser repetido a pie de calle y por creadores múltiples de opinión, media España lo tiene como verdad de fe.
Pero es un error, porque España no importa electricidad de Francia ni necesita la electricidad de sus centrales nucleares para mantener nuestra consumo, como se suele repetir en la barra del bar y en las tertulias radiofónicas, sino que, por el contrario, nuestro país tiene un saldo final exportador con Francia al final del año. Quien recibe energía del país vecino es Francia. Desde el año 2004 España tiene un saldo positivo en sus intercambios con el exterior, que incluyen Francia, Portugal y Marruecos.
El mito, desde luego, debe tener alguna raíz para estar tan asentado. Y tiene que ver con el pasado. En otros tiempos, sí acabábamos recibiendo electricidad de Francia. Pero ya no. Lo que ha cambiado es la enorme capacidad eólica que España ha instalado en la última década. En algunos días, la energía eólica ha llegado a suponer hasta el 50% de la que España generaba en ese momento. Al final del año, de forma global, la eólica supone una parte importante del pastel. En todo 2010, supuso un 16% del total.
Balance de Red Eléctrica de España
Basta leer el balance del último año realizado por Red Eléctrica de España para comprobar estos datos. Respecto a los intercambios con Francia, REE afirma:
"Por séptimo año consecutivo, el saldo de los intercambios internacionales ha resultado exportador con 8.490 GWh, un 4,8% superior al del 2009. Este aumento proviene principalmente del cambio de signo del saldo neto de intercambio con Francia, que pasa a ser exportador como consecuencia tanto de un aumento del 45% de las exportaciones, como de un descenso del 49% de las importaciones".
Desde 2004 tenemos ese intercambio beneficioso. Para entenderlo hay que explicar algunas curiosidades del sistema eléctrico. La red eléctrica es un flujo, no un almacén de electricidad. La electricidad no se guarda en ningún lado y tiene que mantener siempre un equilibrio entre la demanda y la producción. Cualquier desajuste por exceso o defecto provoca una caída, un apagón.
De este modo, el operador eléctrico, en este caso REE, está obligado las 24 horas del día a controlar el sistema. Para ello prevé y sigue la demanda diaria y también prevé y ajusta la producción al comportamiento de los consumidores. Y lo hace segundo a segundo. De hecho, se tiene que ordenar a las plantas frenar o arrancar, según convenga. Y también hay que intercambiar electricidad con los países vecinos, recibiendo o enviándola, para aliviar el sistema.
Al final del año, cuando se hace balance de estos intercambios, se descubre que desde 2004 España mantiene un saldo positivo en los intercambios exteriores, incluida Francia. No necesitamos electricidad de fuera. En otras palabras, nosotros vendemos la luz a Francia, no ellos a nosotros. Y eso a pesar de que nuestra capacidad de intercambio de electricidad con el exterior es corta. Las líneas existentes permiten exportar no más de un 3% de la energía total que somos capaces de producir.
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