.

.

martes, 21 de diciembre de 2010

Reino Unido es el único país de Europa occidental donde los casos de tuberculosis siguen aumentando


Su primer apodo conocido en el Reino Unido fue 'el capitán de la muerte'. Así definió en 1660 el escritor y predicador cristiano John Bunyan a la tuberculosis, que por aquella época se extendía como la pólvora y era mortal en casi todos los casos.

Más tarde, durante la época victoriana (s.XIX), cuando la enfermedad volvió a causar estragos, se bautizó como la 'plaga blanca', debido a la palidez que presentaban estos pacientes. Este término, que había sido ya olvidado por muchos británicos, vuelve a estar ahora en boca de todos por el gran aumento de casos de tuberculosis que experimenta el país y, especialmente, la ciudad de Londres.

En una década, los casos de tuberculosis en el Reino Unido han subido casi un 50%, pasando de los 2.309 que se registraron en 1999 a 3.450 en 2009 -el 40% de ellos sólo en Londres-. Se trata del único país de Europa occidental en el que las ciftras siguen creciendo. "Aunque la mayor incidencia se ha detectado en inmigrantes, no se trata de que ellos hayan importado la enfermedad, ya que más del 85% de los afectados llevaba más de dos años residiendo en la capital británica, sino de que la tuberculosis ha partido de dentro y se está propagando por los barrios londinense más desfavorecidos", explica en un artículo publicado en la revista 'The Lancet' Alimuddin Zumla, del University College de Londres.

Al igual que ocurrió en el periodo victoriano, "las infraviviendas con ventilación inadecuada, el hacinamiento y las malas condiciones higiénicas, además de una pobre nutrición, son responsables de la alta incidencia de tuberculosis en algunas zonas de Londres", señala Zumla, quien recuerda que "la enfermedad afecta a 44 de cada 100.000 vagabundos o 'sin techo', una cifra que puede ser hasta 20 veces más alta que en la población general".

Se calcula que unas 3.600 personas duermen a la intemperie en las calles de Londres y, sólo alguna vez, cuando el frío les puede, acuden a refugiarse en los albergues. El alcohol y el tabaco, cuya relación con la tuberculosis está demostrada científicamente, son compañeros habituales de estos vagabundos que, además, según señala Mario Raviglione, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), "no conceden importancia a síntomas como la tos persistente, sudores nocturnos, pérdida de peso o malestar general, señales que pueden indicar la presencia de la enfermedad. Por esta despreocupación siempre se les diagnostica tarde". Y, cuando finalmente conocen su estado, deben tomar un tratamiento diario durante, al menos, seis meses, "demasiado tiempo para cumplirlo a rajatabla", reconoce Raviglione.

En estas condiciones de vida, el bacilo de la tuberculosis campa a su antojo y se va haciendo resistente a los fármacos. Pero, ¿cómo ha llegado a expandirse por Londres? Para el especialista del University College, el foco está, además de en los barrios marginales, en "las prisiones, que proporcionan el entorno idóneo para que la enfermedad se propague no sólo entre los presos sino también entre el personal que trabaja allí y que son quienes llevan el bacilo a la calle". Algo similar a lo que sucede hoy día en las cárceles británicas ya se vivió en las prisiones de Nueva York y California (EEUU) a principios de los 90.

Controlar el brote

Para frenar a la tuberculosis hace falta, en primer lugar, un aumento de la financiación, algo que "con la crisis actual no parece viable", dice Mel Spigelman, de la Alianza para la Tuberculosis (TB Alliance). "Incluso cuando la situación económica empiece a mejorar, todavía tendrá que pasar mucho más tiempo para que esta patología pase a ser una prioridad", afirma. Un panorama que "nos deja en riesgo y expuestos a una grave alarma de salud", indica Helen Mathie, de la organización Homeless Link´s, que trabaja con personas sin hogar.

Según Zulma conviene hacer un "ejercicio de autocrítica y replantearse urgentemente el funcionamiento de los servicios de control de la tuberculosis del Sistema Nacional de Salud (NHS), ya que no parecen estar funcionando como deberían". Asimismo, añade que "habría que integrar mejor a todos los agentes encargados de luchar contra la enfermedad y mejorar el cuidado de estos pacientes".

Pero mientras no se coja el toro por los cuernos ni se tomen medidas adecuadas, "Londres seguirá ganándose una merecida reputación de la capital de la tuberculosis en Europa", concluye el autor.

No hay comentarios: