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lunes, 5 de julio de 2010

Una historia de fútbol, sexo y sangre conmueve a Brasil

Mientras Brasil se lame las heridas de la derrota de su equipo en el Mundial, una historia en la que se mezcla fútbol, sexo, sangre y traición, está conmoviendo al país hasta el punto que esta mañana la revista Veja le dedica la portada al caso.

El protagonista es Bruno Fernandes, el portero y capitán del equipo del Flamengo, el más popular del país por lo que trasciende sus fronteras cariocas. La historia, que el país está siguiendo como una telenovela de horror, compitiendo con las famosas novelas de ficción de las televisiones, es una mezcla de crímenes, sexo y traiciones, con la segunda protagonista de la historia, la amante del futbolista, la joven Eliza Samuzo, desaparecida desde el día 9 de junio cuando habló por teléfono con tres amigas.

La policía no tiene dudas: "Todo indica que Eliza fue asesinada y Bruno es el primero y único sospechoso del crimen", afirma Edson Moreira, delegado jefe del departamento de Homicidios de Minas Gerais, donde la joven amante de Bruno se encontró con él antes de desparecer en el vacío.

El portero del Flamengo, venido como buena parte de los jugadores brasileños del submundo de la miseria y del crimen de las favelas, conoció, según él mismo afirma a Veja, a su futura amante en una noche de orgía en la que "había de todo: hombres, mujeres, jugadores, amigas de Eliza, putas...". Y subrayó: "Esas fiestas que son comunes en nuestro medio".

Eliza había ya hecho filmes porno y desde niña su sueño era conquistarse a un futbolista. Abandonada por la madre a los cinco años, se sabía de memoria los nombres de los equipos de su corazón, empezando por el Flamengo. Según ella, quedó embarazada de Bruno aquella misma noche de la orgía sexual. El futbolista confiesa que se le rompió el condón y que pasó tanto miedo que al día siguiente fue a hacerse el examen del sida. Cuando supo que Eliza se había quedado embarazada, hizo todo lo posible para que abortara. Había ofrecido 40.000 reales a quien la convenciese a deshacerse del hijo. Hasta le suministró presuntamente una sustancia abortiva que no funcionó y que un examen de sangre confirmó.

Nacida la hija, Bruno cambió de táctica, volvió a ser delicado con ella, fue a conocerla, de meses y se ofreció a hacer el examen de ADN para confirmar su paternidad. Eliza se ilusionó y llegó a sentirse feliz a la espera de que Bruno pudiera pasarle una buena pensión.

De repente, la sospecha de la emboscada y del crimen. Eliza se evaporó. La policía ha encontrado manchas de sangre en un coche propiedad de Bruno. La policía lo está analizando. En el mismo jeep en que aparecieron las manchas de sangre, la policía encontró también un par de gafas de marca Dolce&Gabana y unas sandalias negras de tacón alto. Cuando una amiga de Eliza vio los objetos no tuvo duda y confesó a la policía: "Son suyas".

La historia, en tiempo de Mundial, donde los futbolistas son ídolos en los que millones de jóvenes se identifican con pasión, la historia de terror y crimen del potero del Flamengo, no sólo está movilizando, horrorizada, a la opinión pública sino que está siendo analizada con preocupación por sociólogos y psicólogos.


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