¿Quién dijo que los ganadores no cambian? Claro que pueden cambiar, sobre todo si tienen un plan. Y el Barcelona tiene uno. Un plan brillante, todo el fútbol lo sabe. Pero cuando hay que pensar en compromisos mayores y las bajas aprietan, muestra alternativas que le alcanzan para aplastar a equipos como el Athletic (4-1), que llegaba al Camp Nou como aspirante a Champions y se marchó del césped con cara de enfermo terminal. Por el medio, 90 minutos de diferencia futbolística sideral. Algo que habla muy bien del equipo azulgrana, pero muy mal del nivel de la Liga, grandes aparte. [Narración y estadísticas]
Sin Iniesta, Xavi, Ibrahimovic, Henry, Alves ni Pedro, entre otros, el Barcelona tuvo una noche muy tranquila, que le permitió pensar sin agobios en la cita del martes ante el Arsenal y en la del sábado ante el Real Madrid. Guardiola tocó todos los cables del equipo: se permitió reservar algunas cartas y trastocó la columna vertebral por placer (volvieron Chygrynskiy, Abidal y Jeffren) y por obligación (Ibrahimovic, con molestias a última hora, dejó su lugar a Bojan). Lo que al principio pareció un ataque de entrenador acabó convertido en una jugada maestra de prestidigitador.
Un equipo poco o nada parecido a cualquier once anterior del Barça que siguió con extrema fidelidad el libro de estilo de la casa. Pelota al pie, a ritmo vertiginoso, rapidez en la recuperación, Valdés, Puyol o Piqué cuando hace falta atrás... Y, para todo lo demás, Messi. El argentino, que hizo de Xavi, Iniesta e Ibrahimovic en un solo jugador, apareció por la izquierda, por el centro, por la derecha, bajó al centro a tomar la responsabilidad, conectó con sus compañeros de colegio y descolocó a todos los fornidos centrales de rayas rojiblancas.
Culminó el argentino su excelente partido con el último gol de una abultada cuenta que nació en Jeffren y que engrosó Bojan con dos goles excepcionales, especialmente el segundo de su cuenta particular. No contaba Krkic en la idea inicial de Guardiola. Entró a última hora, cuando Zlatan Ibrahimovic se resintió de unos problemas en el sóleo que serán examinados este domingo por los médicos del club azulgrana. Y lo agradeció con un par de goles y con un superlativo grado de entendimiento con Messi.
En el inicio, el Athletic parecía querer algo más que la pena capital, y firmó un contragolpe creíble antes de ser condenado a ver pasar el balón a toda pastilla de bota a bota azulgrana. Pero cualquier amago fue un espejismo. Primer avisó Maxwell con un duro disparo, después llegó el gol de Jeffren -su primer tanto oficial- como culminación de una idea de Messi y una portentosa carrera de Abidal -una de las mejores noticias de la noche para los azulgrana- hasta la línea de fondo contraria.
El gol dio toda la iniciativa a los locales, que se agarraron a Bojan para cerrar el duelo. Primero, tras culminar un balón perfectamente servido por Puyol; después, en la reanudación, para poner un balón en la escuadra imposible para Iraizoz.
Los minutos de la basura duraron media hora larga y tuvieron una sola excepción, además de los contados adornos de un Barça supremo. Cuando el Athletic presionaba para eludir mayor castigo, llegó Messi para firmar el cuarto e igualar a Rooney en la lucha por la Bota de Oro.
El gol de Susaeta ya fue una anécdota. En el césped lo que había era un rondo de jugadores azulgrana y las últimas sonrisas antes de emprender una semana de aúpa. Primero la guerra de la Champions, después la madre de todas las batallas domésticas, a la que el Barcelona, como mínimo, llegará igualado a puntos con el Real Madrid. Y, con un empate, sale líder del Bernabéu.
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