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jueves, 4 de febrero de 2010

La frontera biológica de la jubilación 'se sitúa en los 75 años'

La propuesta del Gobierno de elevar la edad de jubilación hasta los 67 años ha generado un acalorado debate económico. El factor sanitario ha quedado relegado a un segundo plano, a pesar de los numerosos estudios que ponen de manifiesto que el momento de la retirada del mundo laboral ejerce una poderosa influencia sobre la salud.

La cuestión tiene múltiples aristas. Ante todo, el efecto de un desempeño más prolongado varía según el tipo de empleo. Por eso, los sindicatos propugnan que los trabajadores de la construcción se jubilen a los 60 años. Sin embargo, cuando se trata de actividades menos ligadas al esfuerzo físico, el límite biológico se incrementa significativamente.

"Entre los 65 y los 67 no desciende mucho el nivel medio de salud. El punto de inflexión en cuanto a la situación funcional se encuentra en los 75", precisa Leocadio Rodríguez, jefe del servicio de Geriatría del Hospital de Getafe y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG). A esa edad empieza a ser relevante la dificultad para desarrollar actividades básicas (asearse, comer), instrumentales (comprar, utilizar el transporte público) y, sobre todo, avanzadas (tener vida social, planificar unas vacaciones). Es el umbral a partir del cual la dependencia aparece en escena de forma palpable y los tiempos de respuesta, tanto física como mental, ya no son lo que eran.

La capacidad para seguir desempeñando una ocupación ha aumentado espectacularmente en los últimos 25 años debido al incremento de la expectativa de vida y del estado de salud. ¿Esto puede servir como argumento para justificar el retraso de la jubilación? Rodríguez cree que no conviene mezclar criterios. El hecho de que el cuerpo aguante no anula el trasfondo político y ético de la cuestión.

La calidad de vida de las personas mayores depende en buena medida de sus expectativas, que pueden verse truncadas si descubren que aún deben seguir prestando sus servicios a la sociedad durante unos cuantos años más. Por otro lado, en este ámbito resulta muy apropiado alegar aquello de que una cosa es la teoría y otra la práctica. Los estudios realizados en distintos países y con diferentes grupos de trabajadores dan fe de las consecuencias de retirarse cuando uno quiere, le dejan o puede.

Estudios recientes

"Se ha comprobado que mantenerse activo durante más tiempo no sólo no es malo, sino que incluso puede ser bueno", señala Rodríguez. Pero también hay evidencias científicas de las ventajas de convertirse en pensionista lo antes posible. Una de las más recientes se publicó a finales de 2009 en la revista 'The Lancet'. Los investigadores analizaron, durante los siete años previos y los siete siguientes a la jubilación, la percepción que tenían de su propia salud 15.000 empleados de una empresa francesa de electricidad.

Para la mayoría de ellos, el abandono del trabajo se plasmó en una mejora significativa de su estado general. De hecho, muchos se sentían hasta ocho años más jóvenes. No obstante, las personas que tenían un nivel educativo alto, un puesto de trabajo no excesivamente exigente y una gran satisfacción laboral no experimentaron ningún beneficio saludable tras retirarse.

Esta última apreciación corrobora el impacto negativo que se achaca a la prejubilación, sobre todo cuando afecta a individuos que se encuentran en la plenitud de su carrera profesional. "Está estudiado que las consecuencias pueden ser brutales. Produce depresión y ansiedad", atestigua Rodríguez. transición

"Habrá que hacer un planteamiento más flexible, en función del tipo de ocupación, del estado de salud, etcétera", señala el geriatra, en consonancia con la opinión expresada en los últimos días por portavoces de distintos ámbitos. También es recomendable que el cese de la actividad laboral no sea repentino. Por ejemplo, se podría ir reduciendo paulatinamente la jornada, pasando primero de ocho a seis horas diarias, después a cinco, cuatro... De este modo, al beneficio para la salud se añadiría el económico: un mismo puesto serviría para emplear a dos personas a tiempo parcial.

Un trabajo publicado en la revista 'Journal of Occupational Health Psychology' en octubre de 2009 refrenda las bondades que aporta a los jubilados ejercer una cierta actividad laboral relacionada con su profesión. El análisis de los datos de más de 12.000 trabajadores reveló que quienes se mantuvieron activos registraron menores tasas de enfermedades cardiacas, así como de trastornos psiquiátricos.

Sin embargo, el beneficio sobre la salud mental se reducía cuando los pensionistas desempeñaban un trabajo a tiempo parcial en un sector distinto del suyo. Los autores del análisis creen que la diferencia se debe a que, en estos casos, la motivación era puramente económica.

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