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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Funerales de Víctor Jara

Víctor Jara le cantó a la vida, a la revolución y las estrellas, a Amanda y a su fábrica de clase obrera, a la esperanza de una vida mejor, a la hoz, al martillo y al trigo, al salitre y a su pampa infinita, a su Partido Comunista y a sus militantes, alzó su voz por los "Luchines" del mundo, por los niños pobres y desvalidos, por el obrero y el campesino.

Su canto llegó al cosmos y se transformó en miles de astros, atravesó los mares y los ríos, los glaciares recónditos del fin del mundo y su mirada que siembra futuro está en el corazón de todos los pueblos oprimidos, de la bendita humanidad.

Víctor dejó de ser chileno, es un ser universal, de todos nosotros, de los niños y sus mamacitas trabajadoras, es el pan y el vino, es la fragua del metal, transparente como su voz.

Hoy, treinta y seis años después de su martirologio en el Estadio que ahora lleva su nombre como un estandarte de luz, lo estamos finalmente despidiendo.

Lo hacemos en la Plaza Brasil, en el corazón de su ciudad Santiago de Chile. Aquí en estos tres días de despedida a sus restos han llegado desde los cantores de microbuses a la presidenta Bachelet.

La Fundación Víctor Jara se transforma en un templo. La liturgia se convierte en una romería infinita de caras curtidas por la vida y nuevas caritas de sello araucano, mapuche, aymara, mestizaje y jóvenes urgentes que cambian el mundo a cada minuto, sin matices y sin pausa. La vida es ahora. Se vive a mares. Revolución o nada...

Víctor nos tiende su mano, nos abraza, nos besa desde el infinito.

Se siente su presencia, se respira su poesía.

Todas las voces, todas las manos, toda la emoción de un sentimiento popular, que vive y late bajo cada piel durante estos tres días de homenajes, hasta llevarlo a descansar en paz.

Los poetas y los cantores, los bailarines y los actores, la cultura y el arte, el hombre y la mujer de a pie, los temporeros y los mineros, los abogados y los escribas, los cancilleres y periodistas, corresponsales y ciudadanos, le obsequiamos un merecido homenaje, que no es tristeza ni es alegría, es una rara mezcla de verdad y acto de justicia, de reparar lo irreparable, de darle un beso y un abrazo a Joan y a su familia, de no olvidar lo que hemos sufrido, de construir el derecho a vivir en paz por el que Víctor tanto predicaba.

Su compromiso, su lucha, su voz, su genialidad para modelar en el canto y la actuación la ineluctable redención de la humanidad, no ha sido en vano.

Víctor vive en el corazón del pueblo, de cada ser humano, donde exista la explotación y la injusticia.

Su belleza lírica, temple y su inconmensurablemente bella plegaria del labrador nos invita a la rebelión, a la lucha y conquista por una humanidad sin explotados ni explotadores.

Compañero Víctor Jara, presente...

¡Hasta la victoria, siempre!

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