.

.

miércoles, 26 de agosto de 2009

"En siete años no quedarán payeses"

Pere Ros. 52 años. Veterinario y ganadero. Tiene las botas en la entrada de la finca, sobre unos neumáticos. Están sucias de estiércol, de barro y de paja. Es incapaz de recordar desde cuándo los Ros se dedican a criar animales. Su familia tiene una explotación con 100 reses para producir leche en Castelló d'Empúries (Alt Empordà). "Siempre he visto vacas en mi casa. Supongo que la tradición viene de mis bisabuelos", dice. También cultivan maíz y cereales que sirven de alimento para los animales.
"Esto apenas da para un sueldo. Es trabajar por amor al arte"
"Nos quieren limitar el uso de los pesticidas. ¡Eso ya lo regula la UE!"
Al día producen unos 2.500 litros, que luego venden a la Cooperativa Lechera del Empordà. Su objetivo es seguir creciendo, pero Pere teme la futura ampliación del parque natural de los Aiguamolls de l'Empordà. Su finca quedaría afectada y eso le impediría edificar más. Si no hay más espacio, no caben más vacas. Si no caben más vacas, el negocio no puede prosperar. "En siete años no quedarán payeses en los Aiguamolls", dice, y da la culpa a las trabas de la Administración. Pero no todo está perdido, el Departamento de Medio Ambiente se reúne hoy con los 16 municipios afectados por la ampliación del parque para presentarles un nuevo proyecto.
Las tierras de Pere están catalogadas como zona de influencia. Si el borrador del primer plan que Medio Ambiente presentó en abril se llevara a cabo, la explotación de los hermanos Ros quedaría dentro de una "zona periférica de protección y conexión". El documento dice que son terrenos que proteger, "por su potencial de recuperación o por su valor estratégico en cuanto a la interconexión de los diferentes sectores del espacio protegido".
En un plazo máximo de dos años, esas tierras formarían parte del parque natural y serían zona agronatural. Eso supone que sólo estarían permitidos los usos tradicionales en la agricultura y la ganadería. Eso sí, sin contar los humedales, donde están prohibidos. Las edificaciones, que es lo que más preocupa al hombre, sólo podrían llevarse a cabo en supuestos concretos y sujetos a una estricta normativa. Este periódico pidió su versión al Departamento de Medio Ambiente, que declinó hacer declaraciones.
"Agricultura tradicional. ¿Qué es eso? Y encima nos quieren limitar el uso de los pesticidas. ¡Eso ya lo regula la Unión Europea!", dice Pere, tratando de no perder los nervios. Su finca suma unas 80 hectáreas entre terrenos alquilados y en propiedad. Las reses sacan la cabeza entre los barrotes para comer. Algunas se esconden ante los desconocidos; otras, siguen rumiando. Son animales privilegiados que tienen hasta ventiladores para aliviar el calor y baños de agua fría de vez en cuando para refrescarse. "Las vacas no sudan como los caballos. Por eso hay que mojarlas y secarlas", añade.
Por si fuera poco, los animales lucen pendientes. El de color naranja es su carné de identidad, donde dice que la vaca 556 es hija de la 426 y se llama Suny. El amarillo, su número de explotación. Conocer la procedencia es sagrado. De nuevo, el anfitrión aporta más detalles: "Los animales que no se sabe de dónde vienen hay que sacrificarlos".
La granja de Pere tiene sólo 12 años. Antes estaba dentro del pueblo. Con el crecimiento, se quedaron rodeados por las casas y tenían dos opciones, o dejarlo o buscar un nuevo sitio. Al final compraron las tierras de al lado de los parques pensando que eran las mejores. "Y ahora nos encontramos con esto", lamenta en referencia a la ampliación, que duplica la extensión, de 4.868 hectáreas a 9.828.
Forma parte de la Asociación de Propietarios y Payeses que se oponen al crecimiento del parque natural. Son 318 miembros que buscan presionar a las administraciones públicas para que no se apruebe el plan especial que les "ata de pies y manos", según él. Denuncian que unos mil payeses se verán afectados por la regulación. Su portavoz, Enric Costa, asegura que el proyecto limita los cultivos. "Además, nos podrán pegas a cosas como el uso de mallas en las frutas dulces porque se pueden quedar enganchados los pájaros. Tampoco podremos vender las fincas cuando queramos y se guardan el derecho a expropiarnos al precio que marquen", denuncia.
Pese a todo, Pere sigue dejándose el espinazo en la finca. Este verano se ha quedado sin vacaciones para sustituir a su hermano, que es el que trabaja a tiempo completo. Domingos y festivos incluidos. Los dos estaban pensando en una nave nueva par la paja antes de que pusieran en marcha el plan especial. Pero ya no lo tiene claro. En su línea de malos presagios, Pere vaticina un futuro muy negro al negocio de la familia Ros. Ni sus dos hijos, ni los dos hijos de su hermano quieren seguir con la explotación. Y él tampoco quiere que lo hagan. "Esto apenas da para un sueldo. Es trabajar por amor al arte", sentencia.


No hay comentarios: