Quien reveló el lugar de la sepultura es un ex presidiario que ganó la confianza del entonces coronel Galo Escobar, ex jefe de ese cuartel de la gendarmería stronista.
La investigación la realizó en su totalidad el ingeniero Augusto Ríos Tonina, quien conoció en época de la dictadura a Cantalicio Orué y a Sebastián López, alias "Lopito", oriundo de Eusebio Ayala, ambos destinados a la "huerta" por Galo Escobar. También fueron "comisionados" al lugar otros soldados y suboficiales cuyas identidades aún se desconocen.
Orué fue detenido el 9 de agosto de 1974 y torturado en el Cuartel Central de Policía durante 8 días, presuntamente por haber asesinado a una persona amiga de Stroessner. De allí fue trasladado a la ex Guardia de Seguridad, donde estuvo preso sin proceso judicial. Sin embargo, se ganó la confianza de Galo Escobar, quien "lo premió" con el cuidado de la "huerta". Orué llegó a cobrar una importante indemnización como víctima de la dictadura stronista, según consta en los archivos de la Defensoría del Pueblo.
En la ex Guardia de Seguridad, durante toda la década del 70 los restos mortales de los torturados y asesinados por la dictadura eran trasladados en horas de la noche para su sepultura en la "huerta". Al otro día aparecían sobre las tumbas frondosas plantas de banano, para despistar a quienes transitaban por el lugar.
Sin ningún apoyo oficial, ni del gobierno ni de la Fiscalía, Ríos Tonina trabajó pacientemente para convencer a Orué de que revelara dónde fueron enterradas las víctimas de la dictadura. Desconfía de los altos funcionarios del gobierno, ya que considera que gran parte del plantel es stronistas, razón fundamental del statu quo para combatir la corrupción, el enriquecimiento ilícito de los stronistas y los crímenes del régimen dictatorial. Mantuvo contactos y realizó algunos trabajos de investigación con Agustín Goiburú (h), quien sigue buscando los restos de su padre asesinado por Stroessner en la sede del Comando de Estado Mayor.
En mi caso particular, acompañé a Ríos y a Goiburú en un viaje al interior para ubicar el domicilio y conversar con "Lopito", quien aún tiene mucho temor de revelar dónde enterró a decenas de personas. Aunque no usa términos refinados, "Lopito" sabe que la oligarquía actual se forjó gracias a la feroz dictadura de Stroessner y que esa oligarquía está dispuesta a poner todo tipo de trabas, inclusive atentar contra su vida, para que no se revelen tantos crímenes del stronismo, piedra angular del Operativo Cóndor, prohijado por la CIA de Estados Unidos. Se tiene conocimiento de la existencia de los archivos del Operativo Cóndor, que estuvo bajo el cuidado de Galo Escobar, ya fallecido, por encargo del general y ex presidente de la República Andrés Rodríguez, tras el derrocamiento de Stroessner.
Al final, Ríos Tonina fue a contactar con algunos agentes fiscales. Se mencionó el nombre de Arnaldo Giuzzio, entre otros, y se montó un operativo para grabar con cámara oculta a uno de los testigos. Pasaron los días y las semanas, iban y venían reuniones, pero un Ríos Tonina impaciente desconfió de la lealtad de los fiscales, a sabiendas de que responden a directivas de la Usaid, la agencia de cooperación de Estados Unidos. Su desconfianza aumentó porque ciertos fiscales quisieron la participación de un canal de televisión, obviamente para el show. Ríos aprovechó la disputa interna entre los miembros de la Comisión de Verdad y Justicia y convenció a Antonio Palazón de que le solicitara al ministro del Interior, Rafael Filizzola, que permitiera el ingreso al patio de la Agrupación Especializada. Con anuencia de Filizzola, allí fueron, en el lugar donde indicó Orué, y en menos de una hora encontraron dos cadáveres, lo que el wasmosysta Pancho de Vargas no halló en tres semanas en 1992, tras dejar como queso gruyere la "huerta de Stroessner". Tras el hallazgo, inmediatamente se montó el show en el lugar y ya se empezó a embarrar toda la cancha. La principal inquietud de algunos periodistas stronistas es si alguien se "arrepintió" y contó dónde estaban los cadáveres de las víctimas del stronismo. En realidad, en Paraguay nunca nadie se arrepiente. O acaso se arrepienten los oligarcas que robaron a diestra y siniestra bajo la dictadura de Stroessner y ahora fungen de honorables ciudadanos, dueños de medios de comunicación y doctos en materia de democracia. ¿Qué ocurrirá ahora? Si la Fiscalía no desea hallar los más de 100 cadáveres sepultados en la Agrupación Especializada, tiene que exponer a los testigos. Ya tienen la grabación de uno, es cuestión de que le entregue a la prensa amarilla y stronista, sin profundidad ni seriedad, para destrozar a quien colaboró para hallar estos dos cadáveres. Si los fiscales toman realmente en serio el trabajo, primero tienen que despejar la zona de "público" y de la prensa, convocar a los testigos, bajo garantía de guardar su identidad e integridad. Al final de cuentas, los únicos que pueden revelar exactamente el lugar de las tumbas son los sepultureros. A ellos hay que convencerlos, no como hacía Strossner, bajo amenazas y torturas. Si se llega a desenterrar por lo menos la mitad de los sepultados en la ex Guardia de Seguridad se podrá completar la trágica historia reciente del Paraguay, para mantener fresca la memoria del pueblo adormecido. Porque hay que saber muy bien que Stroessner fue sostenido por Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría, que hoy vuelve a sacudirse como un fantasma desde Honduras, donde militares hondureños entrenados por Estados Unidos acaban de derrocar a un presidente constitucional, Manuel Zelaya. Quizá ya no sea el Plan Cóndor, pero de seguro es un plan que muchos stronistas alientan hoy mismo contra el actual gobierno elegido democráticamente por el pueblo.
Especial para LA REPUBLICA - (*) Periodista investigador. Autor del libro "Los herederos de Stroessner"
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