Cuando las autoridades intervinieron, se descubrió que los “leones africanos” eran en realidad mastines tibetanos,
una variedad de perros molosos de profusa pelambre a los que el público
divisaba relativamente a distancia, aunque resulta inexplicable como
nadie advertía el cambio. Además, el zoológico presentaba en su área de
“reptiles exóticos”, a varias ratas también disfrazadas.
Un argumento muy poco creíble por el momento
Todo se descubrió cuando una mujer que llevó a su hijo de seis años
al zoo, se presentó en la Comisión de Desarrollo y Reforma, de Luhoe, denunciando que los leones ladraban.
Los funcionarios del Partido advirtieron de inmediato que el parque
público no podía cobrar entrada por ningún concepto, y que tampoco
estaba habilitado como zoo.
En cuanto a los perros, en principio los administradores dijeron que
los verdaderos leones habían sido “prestados” a otro zoo para un
apareamiento. Finalmente confesaron que el zoo –gestionado desde hace
poco por privados- apenas ganaba para pagar los sueldos y no podía dar de comer a los leones que habían sido vendidos a otro zoo. Prometieron además cambiar los carteles de las jaulas
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