Se necesitaron cinco votaciones para que el Cónclave cardenalicio eligiera ayer al argentino Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano y primer jesuíta, y al que muchas voces vinculan con la dictadura argentina, como sucesor de Benedicto XVI al frente de la Iglesia católica.
El
cardenal argentino y arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio es
el primer Papa latinoamericano y jesuíta en la Iglesia católica. Por
primera vez también, el 266 Sumo Pontífice, que fue elegido por el
Cónclave cardenalicio en la quinta votación cuando parecía que la
segunda jornada acabaría en «fumata negra», adoptó el nombre de
Francisco I para ejercer su mandato.
Jorge Bergoglio, nacido el
17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires en una familia de origen
italiano, sucede a Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, como jefe de la
Iglesia católica. No era uno de los nombres que más sonaba en las
quinielas para relevar a Ratzinger, aunque en el Cónclave papal de 2005
ya le arrebató algunas decenas de votos.
El bastón de mando pasó de un Papa vinculado a las juventudes hitlerianas a uno al que relacionan con la dictadura argentina.
Como
obispo en Argentina, Francisco fue duramente criticado al ser
considerado un hombre fuerte de la Iglesia católica durante la dictadura
militar entre 1976 y 1982. En concreto, el periodista Horacio Verbitsky
le acusó en su libro «El silencio» de haber entregado a dos sacerdotes
de su congregación, Orlando Yorio y Francisco Jalic, al indicar que el
ahora Papa les retiró la protección de su orden. Ambos sobrevivieron a
cinco meses de detención.
Bergoglio declaró como testigo en el
juicio por los crímenes de lesa humanidad cometido en la ESMA en
relación a esos dos secuestros y también en el caso que juzgaba a
responsables del plan sistemático de robo de menores hijos de
desaparecidos.
Siempre se escudó en que «hice lo que pude» y en
que en la Iglesia «se fue conociendo de a poco todo lo que estaba
pasando». Sin embargo, muchos testimonios, algunos de sacerdores de su
propia orden, contradicen ese extremo y subrayan que la Iglesia católica
supo lo que estaba sucediendo desde el comiento mismo de la dictadura.
Hay quien incluso sitúa a Bergoglio en el sector de la Iglesia que
favoreció y sostuvo al régimen militar.
De lo que no hay duda es de que el ascenso del nuevo Papa coincidió con ese oscuro periodo de Argentina.
Tenaz oposición
Ayer,
agencias de noticias y medios de comunicación coindían en calificar a
Francisco I de progresista y no faltaron los que situaron su elección en
ese «aire nuevo que se quiere insuflar a la Iglesia». Pero la
hemeroteca demuestra lo contrario, como lo recoge su incendiaria
retórica en contra del proyecto de ley que en 2010 consagró el
matrimonio entre personas del mismo sexo, que consideraba que «pretendía
destruir el plan creador de Dios», y contra la ley de identidad de
género que autorizó a travestis y transexuales a registrar sus datos con
el sexo elegido, dos iniciativas a las que se opuso tenazmente como
máxima autoridad del catolicismo y que supuso el enfriamiento de las
relaciones entre Iglesia y Gobierno.
En cuanto a su gestión como
Francisco I, se proyecta como un Papa moderado y sin sorpresas en cuanto
a temas relacionados a la Iglesia y la sociedad moderna, por lo que no
se esperan cambios en cuanto al divorcio, el matrimonio igualitario, el
aborto o la ética de la investigación de las células madre.
Según
Telesur, en los pasillos del Vaticano, donde algunos aún hablan sobre
su pasado relacionado con la dictadura argentina, se espera que conduzca
«con mano férrea» a la Iglesia católica.
Una vez elegido,
Francisco I se presentó en el balcón central de la basílica de San Pedro
del Vaticano vestido con la sotana blanca y con la estola, pero sin
esclavina roja, lo que para algunos indicaba que quiere ser un papa
sencillo. Solo se la colocó para dar su bendición a los allí reunidos,
ante quienes se inclinó.
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