
Aunque la frustración por lo ocurrido invite a pedir más, lo cierto
es que el mundo del diamante goza ya de una protección privilegiada. La
policía, sufragada con fondos públicos, escolta las furgonetas que
transportan cargamentos de diamantes desde el corazón de la industria
—la llamada milla cuadrada de Amberes— hasta el aeropuerto de Bruselas.
Por lo general, dos coches de policía con agentes armados custodian
cada trayecto “sin excepción”, subraya Rentmeesters. Las fuerzas de
seguridad incluso disponen de un teléfono especial para atender
incidencias relacionadas con esta floreciente industria.
En la milla cuadrada, un espacio reducido que concentra casi 2.000
empresas del sector, cuatro mercados del diamante y cinco bancos
especializados, la vigilancia es aun mayor. Unas 2.000 cámaras de
seguridad escrutan cada rincón para blindar los negocios. Y la zona está
cerrada al tráfico; no hay aparcamientos y las únicas excepciones a la
norma requieren un permiso especial que se solicita con dos semanas de
antelación. El propietario del vehículo debe entregar todo tipo de
documentos y someterse a una investigación antes de recibir la
autorización. Esos métodos casi enfermizos obedecen a que cada día, por
esas dos o tres calles de Amberes, circulan 200 millones de dólares (150
millones de euros). Según las cifras del sector, el diamante aporta
cada año más de 42.000 millones de euros, por encima del 10% del
producto interior bruto (PIB) belga, y genera 34.000 empleos directos e
indirectos solo en la provincia de Amberes.
Cualquier cosa que pueda poner en riesgo ese imperio, prácticamente
inmune a la crisis —aunque teme la competencia que representa India, con
precios mucho más bajos—, inquieta a los comerciantes y a las empresas
de seguridad que los protegen. Las firmas contactadas por este periódico
rehúsan hacer comentarios y Brink's, la transportista que fue objeto
del robo mientras cargaba la mercancía en el aeropuerto de Zaventem, se
remite a un comunicado que asegura que todas las pérdidas acreditadas
por sus clientes serán reembolsadas. La compañía admite que el episodio
tendrá “un impacto significativo” en su beneficio trimestral.
La seguridad ligada al diamante se reparte entre muy pocas manos.
Además de Brink's, Malca-Amit y Ferrari Express aglutinan el grueso de
los contratos de seguridad, altamente especializados en envíos de alto
riesgo y controlados por los comerciantes. Algo similar ocurre con los
bancos. Los vendedores de diamantes no recurren a firmas convencionales,
sino a las que ofrecen un servicio específico. La mayor oferta mundial
proviene de bancos indios —India fue el origen del comercio de perlas,
hace más de mil años—, aunque el mercado en Amberes lo lidera el
holandés ABN Amro, seguido del belga ADB. Los bancos israelíes también
acaparan una parte del pastel.
Esa diversidad de orígenes es uno de los elementos que los representantes de Antwerp World Diamond Centre
exhiben como activo: un ambiente multicultural donde comercian juntos
judíos —muy presentes en este sector—, católicos y musulmanes de
diferentes países.
Aunque oficialmente todos aguardan el resultado de la investigación,
el sector se pregunta cómo dos coches cargados de hombres armados
pudieron irrumpir en la zona de despegue del aeropuerto, paradigma de la
seguridad mundial que anima a las empresas a inclinarse por la vía
aérea para sus envíos. Las fuentes oficiales están lejos de ofrecer esa
respuesta.
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