IPS
"Duermo allí", dice Fernando y señala los bajos encharcados de un puente cercano. Portugués, de 62 años, lleva 15 en España y es parte del creciente colectivo de personas sin hogar en este país castigado por una inclemente crisis económica y financiera. |
En 2008 había 11.844 personas que carecían de vivienda en España y en 2012 la cifra ascendió a 22.238,
según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que tiene en
cuenta las que han sido usuarias de centros asistenciales de
alojamiento, por lo que no se descarta que el número sea mayor.
Fernando, con barba poblada, camina despacio arrastrando un carrito
rojo que oculta dos cartones de vino y una botella de agua casi vacía. No quiere vivir en un albergue pese a que tiene las piernas enfermas y hace frío.
Divorciado y con hijos mayores, pide limosna a los clientes de dos grandes centros comerciales de esta sureña ciudad de Málaga, donde las historias repiten las de los demás centros urbanos de España.
Divorciado y con hijos mayores, pide limosna a los clientes de dos grandes centros comerciales de esta sureña ciudad de Málaga, donde las historias repiten las de los demás centros urbanos de España.
La mayoría recala en algún momento en algún albergue o comedor
social, pero sí hay un pequeño porcentaje que elige estar al raso y
rechaza la ayuda, explica la asistente social Toñi Martín, miembro del
equipo de la Unidad de Calle, un servicio del Ayuntamiento que atiende
en la vía pública a las personas sin hogar.
Los motivos por los que terminan en la calle son múltiples. Un
45 por ciento cita la pérdida del puesto de trabajo, mientras 26 por
ciento dice que no pudo pagar más el alojamiento, 20,9 porciento alude a
una separación de pareja y 12,1 a un desalojo de su vivienda, según la encuesta difundida en diciembre por el INE.
“La crisis no ha afectado a las personas sin hogar, sino que ha hecho caer a los que estaban en la cuerda floja”,
advierte a IPS la directora del Centro de Acogida Municipal, Rosa
Martínez. Son las personas que antes podían resistir, quienes vieron
resquebrajada su red de apoyo familiar por los embates de la crisis.
Martínez, quien dirige este centro de 108 plazas, afirma que en los
últimos años creció el número de personas sin hogar y su perfil cambió.
“Ahora se ven familias enteras, gente que no puede pagar el alquiler de
sus casas”, dijo.
“Se nota un aumento de familias, en su mayoría monoparentales (madres e hijos) que piden algún tipo de ayuda de nuestra red”,
revela un informe de Puerta Única, una institución pública que coordina
en Málaga la atención a las personas sin hogar con una red
diversificada de centros.
El desempleo afecta en España a 25,02 por ciento de la población
económicamente activa y a la mitad de sus jóvenes, y este mes organismos
internacionales han vaticinado que este año la situación económica será
aún peor en el país que en 2012.
Para hacer frente a la crisis, el gobierno del conservador Mariano Rajoy ha aplicado duros recortes presupuestarios,
pero es difícil dibujar un retrato nacional de cómo éstos han
repercutido en los servicios asistenciales para las personas sin hogar.
Dado que la ejecución de los fondos se lleva a cabo a través de
convenios con los distintos ayuntamientos del país, en algunos lugares
“existe el compromiso firme de las administraciones y en otros está
habiendo dificultades”, dijeron a IPS fuentes de Cáritas, una
entidad de la Iglesia Católica que es referencia en la atención a la
población en exclusión social.
“En Málaga no va a haber reducción de fondos este año”, asegura Martínez. El INE indica que casi 46 por ciento de los sin techo son extranjeros, como Hans, un alemán corpulento que masculla algunas palabras en español.
También es el caso de un latinoamericano que prefiere el anonimato y
trata de enterrar un historial de adicción al alcohol y acusación de
malos tratos a su pareja que le precipitaron a sus 51 años al albergue
en el que hoy duerme. Y eso a pesar de que cuenta con estudios
universitarios y ejerció un tiempo su profesión.
Datos del INE señalan también que 11,8 por ciento de las
personas sin hogar tienen estudios superiores y 60,3 por ciento
alcanzaron la educación secundaria.
Muchos extranjeros sin hogar, sobre todo originarios de Marruecos,
retornan a sus países debido a la precaria situación laboral, anota a
IPS la trabajadora social Paula de Santos, del Centro de Acogida
Municipal. “No encuentran trabajo como antes en la recogida de la
aceituna y las fresas”, argumentó.
Un buen porcentaje son personas con problemas de drogas y
alcohol, pero también hay otros sin adicciones, desempleados por largo
tiempo que no encuentran trabajo y agotaron los subsidios de desempleo”, relata Martín mientras recorre las calles a bordo de una furgoneta blanca.
Con ella, dice Pepe, su conductor, buscan y atienden a los que llama cariñosamente “nuestros chicos”.
Fue Martín quien convenció a Dolores, de 61 años, de que viviera en
el centro de acogida donde actualmente duerme y hace tres comidas al
día.
Así, dejó atrás a su pareja que la maltrataba y con la que compartía la adicción al alcohol. “Me
he bañado yo solita. Apoyándome en el grifo porque me mareo”, afirma
orgullosa a IPS con una sonrisa que ilumina su rostro surcado de
arrugas.
Treinta y dos por ciento de las personas sin techo en 2012 perdió su
vivienda ese año, mientras que 44,5 por ciento llevaba más de tres sin
hogar, según el INE.
“Hay personas que han hecho de vivir en la calle una situación
crónica, van subsistiendo y les cuesta cambiar de forma de vida”,
sostiene Martínez, la directora del centro de acogida. Respecto a estas
personas difíciles de normalizar, “tratamos al menos de que mantengan un
mínimo de higiene”, agrega Martín.
Los que perdieron su alojamiento más recientemente son las que más usan los servicios asistenciales,
observó la funcionaria. Jesús cumplió una condena de 10 años y cuenta a
IPS, enfrente del albergue donde duerme, que lleva en la calle desde
que quedó en libertad el 27 de diciembre.
El carácter itinerante de estas personas también juega en su contra
porque el empadronamiento es un requisito para la percepción de algunas
ayudas. “En ocasiones, dejamos que se empadronen en la sede del centro
de acogida”, narra De Santos. * Varias fuentes de este reportaje
hablaron a IPS omitiendo su apellido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario