Cuando Alfredo Pérez Rubalcaba, siendo ministro del Interior, dijo
aquello de «o votos o bombas», no había calculado lo que se le venía
encima, porque su esperanza era la ruptura entre quienes pudieran
apostar por los votos y quienes lo hicieran por las bombas. Después de
que el 20 de octubre del año pasado la apuesta quedara clara con el
anuncio de ETA de poner fin a la luchar armada, el candidato a
presidente Alfredo Pérez Rubalcaba quiso apuntarse un tanto y dijo «les
hemos quitado las bombas y ahora tenemos que quitarles los votos». Un
mes después, el tsunami Amaiur recorrió Euskal Herria de este a oeste
mientras Rubalcaba obtenía el peor resultado del PSOE.
La ilegalización de la izquierda abertzale pactada por PSOE y PP en marzo de 2002 tenía por objetivo acabar con el independentismo y generar de esa forma las condiciones para posibilitar una mayoría unionista.
El intento de mayo de 2001 del tándem Mayor Oreja-Redondo de alcanzar Ajuria Enea había fracasado. No solo porque la candidatura de Juan José Ibarretxe aguantó el tirón, sino porque, calculadora en mano, con la presencia de EH en el Parlamento era imposible que Mayor Oreja fuera lehendakari. Así que decidieron expulsar a uno de los jugadores del campo con la doble esperanza de que este se perdiera en el camino mientras los partidos estatales sumaban los escaños suficientes para hacerse con el Gobierno de la CAV.
Las elecciones autonómicas de 2005 podían ser el momento histórico del unionismo, pero EHAK se coló en el Parlamento de Gasteiz como un gol por toda la escuadra.
Tuvieron que esperar a abril de 2009 y emplear toda la artillería judicial y policial para prohibir Askatasuna y D3M y conseguir un parlamento a su medida. Para entonces ya habían comenzado los movimientos internos en la izquierda abertzale e incluso hubo un intento, todavía embrionario, de acudir con EA a aquellas elecciones.
Llamativamente, en el contexto institucional más negativo, cuando todos los indicadores apuntaban hacia la destrucción o la autodestrucción, el independentismo de izquierdas forjó y asentó los pilares de la derrota de la ilegalización.
Tras el batacazo, Eusko Alkartasuna aguantaba el tipo. Frente a quienes preconizaban que debía volverse a la alianza con el PNV, en junio celebra un congreso extraordinario en el que renueva la dirección pero mantiene la línea estratégica que le guía hacia la alianza entre independentistas. El acuerdo estratégico de junio de 2010 con la izquierda abertzale, y la suma de Alternatiba en enero de 2011, da lugar a Bildu, cuyos resultados espectaculares en las elecciones municipales y forales de mayo abren el ciclo de superación de la ilegalización.
El movimiento que se daba por muerto, vuelve para gobernar la Diputación de Gipuzkoa, casi todos los ayuntamientos del herrialde, conseguir más de mil concejales y entrar con fuerza en el Parlamento navarro.
Aralar, en una decisión colectiva mayoritaria que le supone una fuerte herida interna, también apuesta por la unión. Y en las elecciones a Cortes españolas Amaiur vuelve a dar la campanada. Con 7 diputados supera al PNV en escaños y está a punto de convertirse en la fuerza más votada en el conjunto de Hego Euskal Herria. La estrategia de la ilegalización se fractura también en Madrid.
Un paso que se completa con la decisión del Tribunal Constitucional de legalizar Sortu, nueva formación de la izquierda abertzale cuya estructuración espera a que pase la actual efervescencia electoral.
Con las elecciones de hoy se renueva la única institución en la que la izquierda abertzale seguía sin representación. Las expectativas de voto que marcan todas las encuestas indican no solamente que el ciclo de superación de la ilegalización se va a cerrar, sino que además puede hacerse a lo grande. Por un lado, colocando a EH Bildu en lo más alto, con aspiraciones de ser incluso la fuerza con mas representación parlamentaria. Por otro, con un fuerte castigo a los partidos que diseñaron la estrategia para alterar el mapa político vasco con abuso de poder.
El electorado, 1.775.336 vascos y vascas con derecho a voto, pondrá a cada candidatura en su lugar. Pero sea cual sea el resultado, una página de la historia de este país se ha cerrado y se abre otra nueva con mucho todavía por escribir.
La ilegalización de la izquierda abertzale pactada por PSOE y PP en marzo de 2002 tenía por objetivo acabar con el independentismo y generar de esa forma las condiciones para posibilitar una mayoría unionista.
El intento de mayo de 2001 del tándem Mayor Oreja-Redondo de alcanzar Ajuria Enea había fracasado. No solo porque la candidatura de Juan José Ibarretxe aguantó el tirón, sino porque, calculadora en mano, con la presencia de EH en el Parlamento era imposible que Mayor Oreja fuera lehendakari. Así que decidieron expulsar a uno de los jugadores del campo con la doble esperanza de que este se perdiera en el camino mientras los partidos estatales sumaban los escaños suficientes para hacerse con el Gobierno de la CAV.
Las elecciones autonómicas de 2005 podían ser el momento histórico del unionismo, pero EHAK se coló en el Parlamento de Gasteiz como un gol por toda la escuadra.
Tuvieron que esperar a abril de 2009 y emplear toda la artillería judicial y policial para prohibir Askatasuna y D3M y conseguir un parlamento a su medida. Para entonces ya habían comenzado los movimientos internos en la izquierda abertzale e incluso hubo un intento, todavía embrionario, de acudir con EA a aquellas elecciones.
El Parlamento del apartheid
Las elecciones de 2009 dieron lugar a un Parlamento con mayoría
unionista. La izquierda abertzale había sido prohibida. Además, la
apuesta de EA de concurrir en solitario a las elecciones, rompiendo la
coalición con el PNV, se salda con la consecución de un único
parlamentario. Aralar suma cuatro y su grupo concita la atención
mediática, al intentar creer algunos que la operación diseñada por
Madrid con la ilegalización ya se había consumado: el partido que
gobernaba en La Moncloa estaba también en Ajuria Enea y la izquierda
abertzale había sido barrida del entramado institucional, a excepción de
algunos ayuntamientos gobernados por ANV (que ya había sido
ilegalizado) y su presencia atenuada en las JJGG de Araba.Llamativamente, en el contexto institucional más negativo, cuando todos los indicadores apuntaban hacia la destrucción o la autodestrucción, el independentismo de izquierdas forjó y asentó los pilares de la derrota de la ilegalización.
La unión y la fuerza
Mientras el pacto PSE-PP instalaba a Patxi López en Ajuria Enea y se
entretenía en cambiar el mapa del tiempo de ETB y en impedir las fotos
de los presos en las calles, la izquierda abertzale afrontaba el debate
de su cambio estratégico. Ni siquiera la redada del 13 de octubre de
2009, con la detención y encarcelamiento de Arnaldo Otegi, Rafa Díez,
Sonia Jacinto, Arkaitz Rodríguez y Miren Zabaleta, lo pudo impedir.Tras el batacazo, Eusko Alkartasuna aguantaba el tipo. Frente a quienes preconizaban que debía volverse a la alianza con el PNV, en junio celebra un congreso extraordinario en el que renueva la dirección pero mantiene la línea estratégica que le guía hacia la alianza entre independentistas. El acuerdo estratégico de junio de 2010 con la izquierda abertzale, y la suma de Alternatiba en enero de 2011, da lugar a Bildu, cuyos resultados espectaculares en las elecciones municipales y forales de mayo abren el ciclo de superación de la ilegalización.
El movimiento que se daba por muerto, vuelve para gobernar la Diputación de Gipuzkoa, casi todos los ayuntamientos del herrialde, conseguir más de mil concejales y entrar con fuerza en el Parlamento navarro.
Aralar, en una decisión colectiva mayoritaria que le supone una fuerte herida interna, también apuesta por la unión. Y en las elecciones a Cortes españolas Amaiur vuelve a dar la campanada. Con 7 diputados supera al PNV en escaños y está a punto de convertirse en la fuerza más votada en el conjunto de Hego Euskal Herria. La estrategia de la ilegalización se fractura también en Madrid.
Un paso que se completa con la decisión del Tribunal Constitucional de legalizar Sortu, nueva formación de la izquierda abertzale cuya estructuración espera a que pase la actual efervescencia electoral.
Con las elecciones de hoy se renueva la única institución en la que la izquierda abertzale seguía sin representación. Las expectativas de voto que marcan todas las encuestas indican no solamente que el ciclo de superación de la ilegalización se va a cerrar, sino que además puede hacerse a lo grande. Por un lado, colocando a EH Bildu en lo más alto, con aspiraciones de ser incluso la fuerza con mas representación parlamentaria. Por otro, con un fuerte castigo a los partidos que diseñaron la estrategia para alterar el mapa político vasco con abuso de poder.
El electorado, 1.775.336 vascos y vascas con derecho a voto, pondrá a cada candidatura en su lugar. Pero sea cual sea el resultado, una página de la historia de este país se ha cerrado y se abre otra nueva con mucho todavía por escribir.
PSE y PP van camino de una derrota histórica
Según todas las encuestas y la convicción que existe entre los
propios partidos y candidatos, el PSE, que ha gobernado la CAV durante
esta legislatura, y el PP que lo aupó a Ajuria Enea y que lo apoyó hasta
mayo, van a sufrir un importante retroceso electoral, hasta el punto de
quedar en el tercer y cuarto puesto respectivamente, con la duda de si
incluso sumando los escaños de los dos partidos podrán siquiera superar
al más votado. Así acaba la experiencia iniciada en 2001 por el PSOE y
el PP, con el apoyo de toda la pléyade de grupos antiabertzales
subvencionados y de la maquinaria mediática española, para hacerse con
el poder en la CAV, sacando de él al nacionalismo vasco.
Con Fernando Savater de maestro de ceremonias, el colectivo Basta Ya
consagró el 28 de abril de 2001 el pacto entre Jaime Mayor Oreja y
Nicolás Redondo Terreros para alcanzar Ajuria Enea. Consiguieron que
Juan José Ibarretxe obtuviera el apoyo histórico de 604.222 vascas y
vascos.
El «perfeccionamiento» de la estrategia no dio frutos hasta 2009,
cuando eliminando a la izquierda abertzale consiguieron, por los pelos,
sumar mayoría absoluta y poner a un candidato unionista al frente de
Lehendakaritza. Sin embargo, su fuerza no era más que el espejismo de un
Parlamento mutilado. Ahora que todo el censo podrá volver a ejercer un
voto «válido», las pretensiones de PSE y PP volverán a quedar en su
sitio.
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