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domingo, 29 de julio de 2012

Montoro montado por el toro...Montoro sin contexto


Cristóbal Montoro se puso de largo el 22 de abril de 1993. Aznar presentaba entonces su lista por Madrid, y a todos llamó la atención la presencia escurridiza de un independiente que no militaba en el partido, que era el responsable del Instituto Español de Estadística y que, al hacerse la foto oficial, se escabulló como pudo para la última fila. Aznar se dio cuenta del detalle y paró los flashes con sequedad: "¿Dónde está Cristóbal?". Y a Cristóbal lo llevaron casi de las orejas a su lado, con Rato, Gallardón y compañía. Fue entonces cuando surgió una voz que hizo ruborizar a Montoro: "¡Ahí tenéis al futuro ministro de Economía!". Entre Aznar y ese anónimo lo habían descontextualizado. No sería la primera vez.

El contexto de Montoro son las crisis. Con una llegó y con la otra amenaza con marcharse. Entre ambas hay una diferencia sustancial que descoloca la posición impávida del andaluz, que es hombre de viento en contra pero subido al coche, como se hace oposición. En los noventa fue el gris látigo de González y se paseaba con tablas llenas de números que suponíamos hechos con reloj calculadora; aunque no llegó a ministro, hizo algo más importante: incrustarse en el PP, que da garantías de cualquier cosa. Miren a Pimentel ahora, escribiendo libros y columnas, con el futurazo que tiene esto.

De aquella primera época de Montoro se guarda esta frase: "Los auténticos ricos no pagan impuestos en España". Para ser secretario de Estado de Hacienda la cita tuvo poco eco, pues en condiciones normales todavía se estaría hablando de ella en las cafeterías de Jaén, que es donde nació Montoro, que lo tenía todo para ser aceitunero altivo y se puso a estudiar, el pobre. De esa sentencia al "no tenemos dinero para pagar a los funcionarios" hay un trecho de historia española y también un contexto, que es el que le ha faltado a Montoro.

Al ministro de Hacienda no hay más que verlo en el Congreso para saber que está descontextualizado, un poco como Rajoy. Los dos son de gobernar en aguas calmas. A Montoro ya le escapan hasta los gallos al hablar, como si forzase una aria. Al igual que su presidente, en circunstancias normales hubieran sido gobernantes cuyos momentos de esplendor habrían de vivirlos dedicándose a la corrección quisquillosa de unos cuantos asuntos morales. En ese ADN tranquilote de ambos estaba también su idea de nación, como quien espera un hijo a su imagen y semejanza y al cogerlo en brazos se encuentra un gremlin. Ahora los dos gobiernan para un país que no conocen y toman decisiones sobre él mirándolo de reojo, cuando no histéricos.

Esto en el caso de Montoro es más grave, porque se encontraba en la última fila al principio de todo, como quien va a la foto a mirar y no a ponerse en medio, y al descontextualizarlo allí, Aznar lo dejó contextualizado para la eternidad. Sólo se dará cuenta de ello cuando en casa su familia tenga que amueblar la casa para verlo con corrección como le hacía Woody Allen a Robin Williams, que hasta los hijos tuvieron que ponerse gafas para verlo, en su caso, bien enfocado.

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