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domingo, 29 de julio de 2012

De 'Trainspotting' a 'Disappointing'


El cine de Danny Boyle se alimenta de adrenalina y otras sustancias dopantes. En consecuencia, a un lado los lisérgicos comentarios de TVE (¿qué tomaron, dios?), la realización de la ceremonia de apertura a cargo del director de 'Slumdog millionaire' no perdió un solo segundo para convertirse en un psicotrópico homenaje a sí mismo. A él y a sus circunstancias. Es decir, a su condición de británico. Si el principal referente de la imagen de un país es su cultura popular en general y su cine en particular, por ahí desfilaron desde James Bond a 'Carros de fuego' pasando por, mucho más escondidas, 'Kes', de Ken Loach, 'Gregory’s girl', de Bill Forsyth, 'Cuatro bodas y un funeral', de Mike Newel, o 'Trainspotting', de, en efecto,el propio Danny Boyle. Él mismo.

Si la idea era demostrar la superioridad británica, quedó clara desde el momento en que el agente 007 invitó a la mismísima Reina a acceder al estadio Olímpico en helicóptero. Nadie en el mundo es capaz de tomarse a su monarquía tan en serio y tan en broma. Todo a la vez. Si el humor es el único síntoma real de la inteligencia... pues eso. Eso sí, la propia Isabel II ni se inmutó. ¿Escucharía la Reina aquello de "The fascist regime [el régimen fascista]" dedicado a su corona, en 'God save the Queen'?

Capaces, por tanto, de reírse de sus reyes y de sus iconos: la gracia de 'Carros de fuego' con el dedo de Rowan Atkinson enganchado al teclado de la música de Vangelis, mucho más brillante que la torpe y televisiva revisión de la película con Mr. Bean dentro. Es el momento de decirlo: ¿Cuántas películas no habrá estropeado Vangelis? Pero más allá del cine, en cuanto empezaron a sonar Los Beatles, los Kinks, David Bowie, los Rolling Stones, Happy Mondays, o, atentos, Dizzee Rascal en directo, quedó claro. No era exhibición, era simple humillación. Si llegan a salir los Monty Python, directamente se impone emigrar de la galaxia. ¿Realmente somos de la misma especie los británicos y todos los demás?

El problema, como en buena parte del cine de Boyle, es el barullo. El bochorno que producía ver a los Sex Pistols convertidos en titiriteros del Circo del Sol no era nada comparado con ese Kenneth Branagh improvisando la más descabellada (y bailada incluso) lección de historia económica. ¿De qué se reiría Brannagh con su muy shakespeariana apostura? ¿De explotar a los pobres campesinos (él 'hacía' de empresario, dedujimos), de leer un párrafo de 'La tempestad' que no venía a cuento o de todo en general? Alguien pensó incluso que el espectáculo no era más que una forma de castigar a la delegación griega y a su deuda (por no hablar de otros) que entró en primer lugar.

Eso o la extraña apoteosis de la Seguridad Social con las camas dispuestas en arrítmico desmadre sobre el césped. No es comentario ideológico, cuidado. Igual de criticable hubiese sido una coreografía a la salud (nunca más apropiado) de las aseguradoras privadas o de la asociación de rifle, por ejemplo. Eso o el homenaje a las nuevas tecnologías ("Cuántas parejas no se habrán creado por internet", se oyó a modo de comentario). Eso o Beckham en barco haciendo morritos.

Eso o la meliflua aparición de niños cada vez que alguien miraba al cielo... Si el también cineasta Zhang Yimou optó en los juegos de China por poner a todos sus compatriotas en geométrico y perfecto (alguien diría que dictatorial) movimiento sincronizado, Boyle ha preferido lo contrario. Definitivamente, alguien debería reflexionar sobre la supuesta espectacularidad de los movimientos descoordinados de masas.

Por momentos, aquello parecía el baile de los zombis de '28 días después'. Lisérgico. 'Disappointing' es la última película de Boyle.

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