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lunes, 30 de julio de 2012

La selección esta como España ...hundida


José Mendoza, portero del Platense y Juan Soto, árbitro venezolano, entraron de lleno en la ya casi olvidada leyenda negra del fútbol español. El adiós prematuro de los Juegos ante Honduras resucitó los fantasmas de un país quizá mal acostumbrado a la gloria. Un fracaso en toda regla para Luis Milla, incapaz de insuflar aliento a un equipo preso de la ansiedad, sin vigor físico, incapaz de encontrar soluciones ante dos rivales menores, encerrados en su área. Todos los buenos presagios apuntados el pasado verano en el Europeo sub-21 se desvanecieron en Newcastle, donde España se vino abajo de mala manera.

Perdida entre las protestas y los malos modos, desesperada por los errores del juez, que dejó sin castigo dos penaltis a Adrián y Rodrigo, La Rojita escribió una de las páginas más vergonzosas de su historia reciente. Los gritos de Mata y los empujones de Muniain ilustraron la desesperación de un equipo que aspiraba al oro, en íntima competencia con Brasil. Todos atenazados por la angustia y el mal fario, por esos tres balones a la madera de Adrián, Rodrigo y el propio Muniain. Los nervios afectaron a la puntería y del resto se encargó Mendoza.

Amasó el balón España como de costumbre (67% de posesión), aunque no supo gobernar el partido con autoridad. Apenas encontró modo de alcanzar el área antes del descanso y únicamente a mitad del segundo tiempo encontró lo mejor de su fútbol. Así y todo, de sus 24 disparos a portería, apenas siete encontraron los palos. Isco, Jordi Alba o Koke, hombres clave para desestabilizar al rival, quedaron muy lejos de su mejor nivel. De igual modo, Mata o Adrián erraron con la puntada final.

De 1982 a 2002

Todo demasiado parecido a otros recuerdos amargos, como el del Mundial 2002 ante Corea del Sur, con el mal tino de los delanteros y las infaustas decisiones de Al Ghandour. O la impotencia vivida en la Eurocopa de 2004, primero ante Grecia y luego ante Portugal. Por no mencionar el añejo recuerdo del Mundial 1982, iniciado precisamente con un empate ante Honduras (1-1) y prolongado después con el 0-1 ante Irlanda del Norte. Si entonces marcó Gerry Armstrong, esta vez el verdugo respondió por Jerry Bengtson, delantero recién fichado por los New England Revolution, de la MSL estadounidense.

La peor despedida para una España que regresaba a unos Juegos tras las ausencias en Atenas y Pekín. Ni rastro de ese equipo comandado por Thiago Alcántara que maravilló hace un año en Dinamarca. La imaginación del toque quedó reducida a aventuras en solitario, más sencillas de detectar para la defensa. La alegría del equipo devino en nervios, como demuestran las siete amarillas, castigo quizá desmedido para las 13 faltas cometidas. El talento de esta plantilla resulta incuestionable, pero el futuro de Milla, con contrato en vigor hasta junio de 2013, queda en entredicho.

En cualquier caso, el descalabro supone nada más que un resfriado para el fútbol patrio, que vive el mejor momento de su historia. A los éxitos sin parangón de la selección absoluta se suman los de las categorías inferiores, como se demostró hace dos semanas, con el título continental de la selección sub-19. Sin embargo, no conviene olvidar la principal lección del batacazo olímpico. Y es que la falta de intensidad y concentración se paga a un precio demasiado alto. En el deporte actual no basta con la calidad de los jugadores, sino que hay que funcionar como un equipo arriba y abajo. Justo lo que no se vio ante Honduras y Japón.

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