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domingo, 5 de febrero de 2012

El crepúsculo del negocio de Santiago Calatrava en Valencia

La obra de Santiago de Calatrava es reconocida y reconocible en todo el globo. Desde Nueva York hasta Jerusalén. De Toronto a Malmö. Sin embargo, ninguna otra urbe reúne tantos hitos arquitectónicos por metro cuadrado como su ciudad natal. Valencia. Calatrava es profeta en su tierra, aunque aquí su estudio languidezca, al igual que sus proyectos. Porque la crisis también ahoga a las estrellas.
El arquitecto e ingeniero valenciano inauguró esta oficina en los albores del nuevo milenio, cuando la burbuja del ladrillo continuaba engordando y la Ciudad de las Artes y las Ciencias aún contaba con un ejército de grúas. Para su cuartel general en Valencia escogió una zona noble, un edificio protegido a pocos metros de la plaza de la Virgen y el Palau de la Generalitat, la sede del Gobierno valenciano. Un buen cliente.
Hoy sólo dos empleados resisten el envite en este inmueble. Oficialmente nadie les ha comunicado que se vaya a cerrar, pero lo cierto es que la plantilla se ha visto reducida drásticamente en los últimos meses. Las perspectivas no son halagüeñas. Sobre todo porque algunas fuentes indican que el local está en venta.
La base de operaciones de Calatrava continúa establecida en Zúrich, donde completó su formación e inició sus trabajos. La de París, su segunda oficina en Europa, abrió en 1989 pero no ha sobrevivido a la crisis. Su casa en Valencia podría correr la misma suerte.
Aunque no puede establecerse una relación causa-efecto, en realidad los últimos proyectos del ingeniero en la Comunidad Valenciana descansan en sendos cajones de la Generalitat y el Ayuntamiento de Castellón. Por tiempo indefinido.

Sus proyectos, en los tribunales

El Gobierno valenciano ha renunciado a ejecutar tres colosales rascacielos programados junto al antiguo cauce del Turia con el sello del arquitecto de Benimàmet. El diseño, por el que el Ejecutivo autonómico entonces presidido por Francisco Camps pagó 15 millones de euros está en venta, al igual que los terrenos sobre los que deberían levantarse. Incluso el jefe del Consell ha admitido que, en la actual coyuntura, el coste de las tres torres no es asumible por la Administración.
El Centro de Convenciones de Castellón tampoco ha pasado de una simple maqueta. El inicio de las obras estaba fijado en 2009 pero la anulación judicial del plan urbanístico al que estaba sujeto lo ha paralizado a expensas de un último pronunciamiento del Supremo.
Por ahora, el macroproyecto de Calatrava, presupuestado en alrededor de 100 millones de euros, ha tenido un mayor recorrido en los tribunales que sobre el propio terreno a raíz de una denuncia interpuesta por Esquerra Unida. Y eso que la vía judicial no tardó en agotarse.
En su día, la coalición puso el grito en el cielo porque el Consell abonó 2,7 millones de euros por un 'masterplan' en el que se vulneraban algunos de los requisitos incluidos en el pliego de condiciones. La Fiscalía no apreció, sin embargo, indicios de delito.
Tampoco los halló en el caso de las torres de Calatrava, en Valencia, tras una nueva investigación a instancias de Esquerra Unida. El Ministerio Público archivó las diligencias previas, aunque no sin críticas veladas a la gestión. En su escrito, se explicaba que en el código penal no recoge "la figura delictiva del derroche del dinero público por parte de los gestores de ese dinero". Ahora el Gobierno central quiere corregir este aspecto.
En las últimas dos décadas, las Administraciones valencianas se han erigido como clientes destacados del afamado arquitecto. Han ejecutado obras por un valor muy superior a 750 millones. De todas ellas, la Ciudad de Artes y las Ciencias es el proyecto más costoso. Promovida por los socialistas, redefinida por el PP, su coste ha superado con creces los cerca de 300 millones de inversión prevista inicialmente.
De hecho, sólo el Palau de les Arts ya ha costado 382,5 millones de euros, según la Sindicatura de Cuentas. En el ránking de desembolso le siguen el Palau de les Arts (con 142 millones de euros), el Ágora (donde ya se han invertido más de 86 millones), los 33 millones del Umbracle o los 32 de l'Hemisfèric. L'Oceanogràfic es el único de los edificios de la Ciudad de las Artes que no lleva su firma.
La oposición en la Cámara autonómica ha criticado durante años los sobrecostes que han acompañado todas estas megaconstrucciones. Modificaciones sobre el proyecto inicial que han representado un notorio incremento en la factura. En algunos casos, afirman, el importe final se habría cuadruplicado.
Aún así, el legado de Calatrava en la ciudad va mucho más allá de este complejo cultural y de ocio. Desde que creara su primer puente en Valencia, el del Nou d'Octubre, ha construido otros dos, el de Exposición y el de l'Assut de l'Or (59,9 millones), así como la estación de metro de Alameda.
Sus trabajos cuentan, además, con el favor mayoritario del público. Sus colosales estructuras de hormigón blanco han situado a la urbe en el mapa y atraen cada año a centenares de miles de turistas.
Entre sus compañeros de profesión la balanza se equilibra. Aunque nadie pone en duda la genialidad del arquitecto valenciano, un sector sí cuestiona la prevalencia de la estética sobre la funcionalidad de sus espacios o el elevado coste que exige el mantenimiento de sus obras.
Recuerdan, por ejemplo, que Calatrava tuvo que añadir unas escaleras de emergencia en el Museo Príncipe Felipe cuando el proyecto estaba prácticamente ejecutado o las recurrentes inundaciones que han afectado al Palau de les Arts en los últimos años.
Aunque ya está en uso, el Ágora es un edificio inconcluso. Resta el remate final, una estructura móvil compuesta por 169 lamas que aguardan en un solar cercano, expuestas a las inclemencias meteorológicas. Según el criterio de Calatrava, 40 tienen que modificarse según el criterio de Calatrava porque hay una variación de milímetros en su construcción y no encajan con la estructura central. Ni Cacsa ni la subcontrata quieren hacerse cargo del sobrecoste.
A pesar de su elevado coste, l'Assut d'Or (conocido popularmente como el puente 'jamonero') tampoco se libra de las críticas. Varios accidentes mortales en las primeras semanas de vida se atribuyeron a la pronunciada pendiente del viaducto sobre el antiguo cauce del Turia.

Polémica internacional

En Venecia, su puente sobre el Gran Canal, el primero que se construye en 125 años, está envuelto en polémica desde que se inaugurara en 2008. Por su elevado coste (iba a costar 7,2 millones pero se pagaron 11,2), por los retrasos en su construcción y porque, según un informe, no es seguro. Y, además, atravesarlo supone un riesgo de caídas y resbalones.
Calatrava tampoco duda en pleitear para defender su obra. Así actuó cuando el Ayuntamiento de Bilbao introdujo cambios en una pasarela peatonal diseñada por el valenciano. Tras años de litigio, el Consistorio vasco resultó absuelto de un delito contra la propiedad intelectual.
Aún así, Calatrava es uno de los arquitectos más cotizados del momento. Es doctor honoris causa en más de una decena de universidades de todo el planeta y cuenta con el aval de decenas galardones. Entre otros, el Príncipe de Asturias en 1999 y el Premio Nacional de Arquitectura en 2007. Y, a buen seguro, irán en aumento.

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