Los hay de aguja, más gruesos, más altos y más bajos... Usted puede
elegir los tacones que más le gusten, pero si va a ser para uso
habitual, tenga en cuenta algunas recomendaciones. Según un estudio que
acaba de publicar la revista 'American Physiological Society',
si los suyos son de unos cinco centímetros y los utiliza un mínimo de
40 horas a la semana, en el transcurso de dos años empezarán a aparecer
lesiones en sus pies.
Como explican los autores de la investigación, de la Universidad
Jyväskylä (Finlandia), se sabía que el uso frecuente y prolongado de
tacones altos acorta los músculos de los gemelos y aumenta la rigidez
del tendón de Aquiles. Sin embargo, "apenas se han estudiado las
consecuencias de estos cambios". Ahora, este estudio demuestra que sólo hacen falta dos años
para que los pies presenten signos de sufrimiento. "Aumenta la tensión
gemelar y la fatiga de los músculos de esta zona, lo que repercute en la
eficacia a la hora de caminar, es más incómodo e incluso genera
dolores".
Así lo observaron los investigadores después de analizar el
comportamiento de los músculos durante el paseo (lo que se conoce como
la neuromecánica, es decir, parámetros cinemáticos, cinéticos y
neurales) del paseo en 19 mujeres. Nueve llevaba tacones de un mínimo de
cinco centímetros durante unas 40 horas a la semana y 10 apenas los
usaban 10 horas. La participantes caminaron sobre una plataforma
instalada en el laboratorio y se evaluaron aspectos como la fuerza de
reacción del tobillo, la dislocación de la rodilla, la resistencia de
los tríceps, la longitud de los músculos del gemelo, etc.
Lo primero que vieron fue que la tensión muscular era mucho mayor con
el uso habitual de los tacones y, además, "la capacidad de rotación del tobillo
era significativamente menor". Como explican los expertos, "se pierde
flexibilidad, aumenta la tensión de los músculos de la zona y también el
riesgo de lesiones".
Cambios en la forma de caminar
Este hábito empieza por cambiar la biomecánica de la marcha, es
decir, se camina de forma distinta (la posición de la espalda tira un
poco hacia adelante) y, después, con el tiempo, se producen
modificaciones estructurales, sobre todo a nivel del tobillo, aunque
también repercute en las rodillas, la cadera y la columna vertebral.
Como argumenta Christian Cora, podólogo del Instituto de Biomecánica
de Valencia, "este tipo de calzado eleva el talón y transmite todo el
peso sobre la parte delantera del pie (los huesos metatarsianos)". Esta
es precisamente la "principal causa por la que la mayoría de las mujeres
que usan tacones altos presentan callosidades en dicha
zona". Además, se observan "modificaciones en los tejidos blandos, los
huesos soportan más peso y, por tanto, se forma engrosamiento e
inflamaciones; también promueven o aceleran la progresión de los
popularmente conocidos como juanetes".
Según el último estudio realizado en el Instituto de Biomecánica de
Valencia, "el 100% de las usuarias presentaba callosidades, más del 50%
sentía también dolor, entre el 25% y el 30% notaba inestabilidad del
tobillo y el 5% había tenido algún esguince", señala Christian Cora. En
dicho trabajo, "vimos que el estrés al que se somete la parte delantera
del pie hace que los dedos empiecen a deformarse".
Según Juan Carlos González, director de Indumentaria del Instituto de
Biomecánica de Valencia, especializado en el estudio del diseño del
calzado para el confort y la mejora de problemas a largo plazo, "lo
ideal para un zapato de uso diario es que el tacón no supere los 2-3
centímetros, que tenga una plantilla blandita y una horma adecuada que
no apriete y sea cómoda".
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