.

.

lunes, 9 de enero de 2012

El Espanyol detiene a su vecino azulgrana


En Cornellà, el radar no caza a los que pasan de 200 por hora y esa fue la baza sacrificada por la que apostó el Espanyol, con la pretensión de rebajar la sofisticación del Barcelona, una vez más con su chasis aparentemente frágil, compensado por elementos tecnológicamente perfectos. Con todos sus errores y una grandeza de ánimo descomunal, el Espanyol frenó al Barça en el derbi y Pochettino administró una lección al recién declarado mejor técnico del 2011. El resultado pudo variar en el último instante, pero el árbitro no vio un claro penalti de Raúl Rodríguez. [Narración y estadísticas: 1-1]

La mano de Raúl Rodríguez. (Canal +)

La mano de Raúl Rodríguez. (Canal +)

Jugar con tres defensas como quiere Pep Guardiola comporta riesgos si enfrente aprieta una jauría fornida, con tres mediocentros entrenados para matar o morir y un despliegue ofensivo por encima de los límites de velocidad al uso.

Fue inmenso el valor que le echó el Espanyol, capaz de desdibujar al equipo que envidia el mundo. La gasolina le llegó hasta el final, cuando encontró el camino para romper la racha de derbis perdidos, en el minuto 86. El Barcelona se trabucó en fases del partido, aunque ejecutó tres remates repelidos por los postes, de Cesc (45'), Messi (75') y Piqué (90+). El equipo hegemónico de la ciudad, que vistió de negro obligado por el árbitro, se sitúa a cinco puntos del liderato blanco y ve su margen de error recortado de forma dramática.

En la estrategia, Pochettino doblegó a Guardiola, terco en la defensa de tres. El del Barça es un entrenador fiel siempre a sus ideas, que acostumbran a ser acertadas. El esfuerzo blanquiazul convirtió su primer partido de Liga de 2012 en una sonrisa blanca y radiante desde Madrid y en un tropiezo doloroso para el actual campeón de Liga.

La aceleración brutal también paga tributos. Exige un nivel de concentración muy alto para no pegársela por la más mínima incidencia y, por otro lado, aumenta el consumo de combustible y el peligro de vaciar el depósito antes del final. Al Espanyol le pasaron la primera factura al cuarto de hora, pero llegó al final con la energía para empatar y sufrir hasta el final por un punto que se celebra como un título entre la parroquia blanquiazul.

Pochettino ha construido un buen equipo, con medidas equilibradas de potencia y técnica de medio campo hacia adelante. La debilidad también está atrás, aunque con buen número de ayudas se note menos. Tardó poco en temblar su defensa, con una cesión de Héctor Moreno y una entrega suicida del portero Cristian a Messi, que se ayudó con la mano para domar la pelota y perdió la ocasión de marcar por primera vez en Cornellà, un estadio maldito para él. Instantes después, Alexis dilapidó otra dádiva de Raúl Rodríguez, que se sumó al desconcierto de los zagueros blanquiazules.

Raúl sería clave mucho más tarde y su balance sería muy positivo, error arbitral incluido. Su carrera por la banda, hasta el final del pasillo sirvió para demostrar una buena calidad de centro que, peinado por Thievy fue a la cabeza de Álvaro, otro acierto de Pochettino, que añadió un delantero en la segunda parte para cambiarle la cara al resultado.

Y otra vez Rodríguez evitó, ya en tiempo de prolongación, lo que pudo ser el gol de Pedro, que había sustituido a Alexis. Claro que Raúl trabó el remate con la mano, clarísima, que el árbitro Turienzo, no fue capaz de convertir en el lanzamiento de un penalti, una oportunidad para que, al fin, Messi marcara en uno de sus estadios malditos.

Con la estrategia del Espanyol precisa acierto cuando la yugular aparece cerca del colmillo. Errar el mordisco como lo hizo Verdú nada más empezar preludió una condena. El cabezazo del '10' espanyolista engrandeció las manos de Valdés y su dentellada en segundo esfuerzo ensalzó la capacidad de reacción de Piqué para despejar justo debajo del larguero.

Poco después, el 0-1 espoleó la presión del Espanyol. Primero, a la contra. Y paulatinamente, ganando dominio e incomodando permanentemente a las líneas creativas del Barcelona. En juego, el honor del dueño de Cornellà, en cuyas gradas se creó un ambientazo de humo y fútbol monumentales, del que se excluyen insultos racistas y contadas actitudes censurables. Ni siquiera paró el Espanyol por la lesión de su portero, Cristian.

Pero el empuje del Espanyol, que obligaba a recular a los 'men in black' (curiosamente, Alves bajaba mucho menos que Busquets, Cesc, Xavi o Iniesta), tardó demasiado en rendir beneficios: Verdú había vuelto a errar por duplicado en jugadas pintadas para empatar, Valdés neutralizó a Sergio García en su remate y Thievy vivió la pesadilla de sus disparos bloqueados por Puyol o Piqué antes de que su coronilla ofreciera a Álvaro esa asistencia histórica.

No hay comentarios: