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martes, 9 de agosto de 2011

Lobas con piel de 40


A partir de los 40, las mujeres somos invisibles. Si no tienes la melena de Jennifer Aniston, las piernas de Kylie Minogue o las tetas de Halle Berry, no hay nada que hacer. Eso no significa que nos resignemos, aunque sabemos de sobra que eso de que los 30 son los nuevos 40 es una enorme estupidez. A partir de la cuarentena, comienza la cuesta abajo: todo se cae, las arrugas hacen su aparición y una noche de juerga te puede costar tres días de recuperación.

Pese a todo, para celebrar la llegada de la crisis de los 40, mis amigas y yo decidimos aparcar familias, maridos, niños, bebés y darnos una escapada a Ibiza, la isla de la fiesta.

Pronto, surge el primer problema: ¿qué me pongo? ¿debo ir en plan falda blanca ibicenca o eso ya pasó a la historia? ¿me disfrazo a lo Anita Obregón enseñando toda la cacha que me sea posible? ¿lograré dar el pego cuando estoy completamente desactualizada y 'out' de las tendencias?

Comienzo a rebuscar entre las cajas de ropa a ver si encuentro algo fashion. Intento probarme unos shorts morados de cuando tenía 15 años (sí, lo confieso tengo el síndrome de Diógenes y soy incapaz de desprenderme de la ropa a la que tengo cariño), pero justo cuando estoy a punto de lograrlo, el botón sale disparado y mis michelines también.

Prosigo con un top negro ajustado, pero, a los pocos minutos, estoy a punto de quedarme sin respiración. Me doy cuenta de que se me ha olvidado un pequeño detalle: ahora peso 10 kilos más que entonces. Da igual. Las cuarentonas somos perseverantes y corro como una loca a las rebajas en busca de la prenda que logre disimular los kilos y años de más. Finalmente, encuentro una minifalda vaquera que no me queda mal y recurro al show-room de Silvia que siempre tiene ropa original.

¡Fin de semana sin obligaciones!

Tras una semana preparando concienzudamente mi estilismo que ni la mismísima Clara Clourel, llego a Ibiza. Ya en el avión se percibe el ambiente de juerga. Es el primer aeropuerto del mundo en el que veo que la gente en lugar de tener cara de cabreo, respira felicidad. Hordas de españoles, italianos e ingleses entonan canciones y preparan su asalto a la isla.

Yo hago lo mismo. ¡Por fin, soy libre! ¡Un fin de semana sin tener que pensar en comidas, baños y actividades infantiles! ¿me estoy convirtiendo en una madre egoísta o es sano que las mujeres tengamos algo de tiempo para nosotras sin sentirnos culpables? Opto por la segunda opción. Mi amiga Raquel confiesa que es la primera vez en 10 años que se separa de sus hijos y está flotando como en una nube. Cuando nos encontramos todas en el apartamento, damos saltos de alegría y nos sentimos como quinceañeras en su primera salida.

Un deseado 'paquete' ibicenco.

Un deseado 'paquete' ibicenco.

Con sorpresa descubro que mi minifalda vaquera casi parece de monja ante los 'atrezzos' de mis amigas. Sonia lleva un minivestido ajustado negro que si se agacha se le ven las bragas; Clara, una abertura en la espalda que deja entrever su tanga y Silvia, unas sandalias de vértigo que para sí quisiera Lady Gaga.

Salimos a la calle y comprobamos con sorpresa, que, por fin, nos miran. ¡No me extraña! ¡Vamos todas medio desnudas! En Ibiza, la máxima es cuánto menos ropa, mejor. Aterrizamos en la mítica Pachá. ¡Qué decepción! Un atronador zumba-zumba y un olor a humanidad nos recibe. ¿A qué huelen 300 personas bailando y sudando sin parar? ¡Bendito tabaco que camuflaba todos los aromas! Ahora que está prohibido, debería ser obligatorio por ley instalar ambientadores en los bares para poder sobrevivir a la marea humana.

Nos introducimos con dificultad en la pista de baile y ligamos con unos americanos. ¿Cómo se hace ahora? ¿Sigue vigente el 'estudias o trabajas'? ¿o lo que se lleva es 'eres de facebook o de twitter'? Entre el ruido y el inglés, es imposible seguir el hilo de la charla. Además, a esta edad una ya no está para aguantar las chapas insustanciales de nadie. ¡Qué pereza! ¿Por qué será que siempre acabamos todas hablando en un rincón y partiéndonos de risa con nuestras batallitas? ¿Nos hemos convertido en unas auténticas cuarentonas?

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