Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
Hola, no soy la guapísima y encantadora Anne Hathaway pero, por favor, permítanme que oficie hoy ante ustedes como presentador de los óscar. Como bien sabemos todos, el egocéntrico Hollywood no muestra precisamente mucha afición hacia el mundo árabe, como no sea en términos orientalistas.
Si la vida real sólo fuera una película escrita por un guionista como Aaron Sorkin, dirigida por David Fincher, con Colin Firth y Jeff “el tío” Bridges en los principales papeles estelares (y no Hosni Mubarak y Muammar Gadafi) y tuviera con un final edificante… Eso es lo que desearíamos. De cualquier forma, en el mundo (real) árabe, es probable que la noche de los óscar –en el algún lugar del arco iris- se desarrollara así:
Mejor película: El Exitazo de los Discursos de los Reyes en las Redes Sociales, una producción MENA (Oriente Medio/África del Norte).
Mejor monólogo de un actor protagonista: El Discurso del Rey de Reyes africano refiriéndose a la conspiración de al-Qaida llevada a cabo por “ratas” drogadas a base de leche alucinógena con Nescafé.
Mejor momento Norma Desmond: Hosni “estoy preparado para un primer plano” Mubarak.
Mejor momento James Cagney “¡Mira, mamá, estoy en la cima del mundo!”: La última aparición de Muammar Gadafi.
Mejor momento Julie Andrews “La música llena de vida las colinas”: El Rey Abdullah “Playstation” de Jordania, para quien todo es guay en su patio de recreo.
Mejor momento “Tiburón”: El Rey Hamad al-Jalifa de Bahrein ordenando a sus mercenarios que disparen contra los civiles indefensos.
Mejor actor masculino a la hora de desaparecer: Omar “Jeque al-Tortura” Suleimán, director de orquesta ungido por EEUU para una “transición ordenada” en Egipto.
Mejor actriz femenina a la hora de desaparecer desde la película “Psycho” de Alfred Hitchcock: Galyna Kolotnytska, la “voluptuosa” enfermera ucraniana favorita de Gadafi, que vio cómo soplaba el viento del desierto y agarró un vuelo para Kiev.
Mejor edición e ingeniería de sonidos espeluznantes: ex aequo entre las fuerzas mercenarias jordanas/surasiáticas matando manifestantes en la rotonda de la Perla/Lulu de Barein y los mercenarios negros africanos de Gadafi matando manifestantes en Bengasi.
Mejor vestuario: Las multitudes liberadas del este de Libia.
Mejor banda de música: la canción oficial de rap de la revolución egipcia de Ramy Donjewan (en árabe), seguida de cerca por la canción de hip hop también para la revolución egipcia del rapero sirio/estadounidense Omar Offendum y otros (en inglés).
Mejor avance de una trama disparatada: un “Occidente” perplejo pidiendo “moderación” a los regímenes del norte de África y Oriente Medio construidos a partir de una ausencia total de moderación.
Mejor argumento: El académico tunecino Sharhan Dhouib: “Estas revueltas son la respuesta al intento del ex presidente estadounidense George W. Bush de democratizar el mundo árabe mediante la violencia”.
Mejor productor: La Casa de los Saud. Con el transcurso de los años ha producido el wahabismo, a Osama bin-Laden, a al-Qaida, a los talibanes y quince de los 19 cúter que empuñaban los actores del 11/S. Puede que sea derribada por una casa de producción emergente: “Incendiando la Casa” (de los Saud), de la bien informada Facebook. En segundo lugar: Washington Inc., desde productor de tiranías y torturas, vía neoliberalismo y simulación de ahogamientos, a promotor del “cambio en el que creemos” made-in-USA/Google/Facebook/
Mejor show televisivo: La transmisión de Al-Yazira por radio y televisión, el pasado 18 de febrero, a todo el mundo árabe del veto de Estados Unidos a una Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que condenaba los ilegales asentamientos israelíes en la Palestina ocupada (Mundo: 14 votos; Estados Unidos: 1 voto).
El mejor Egipto no es fruto de una actuación de Irán: El Jeque Yusuf al-Qaradawi volviendo del exilio en Qatar y dirigiéndose a un millón de personas en la Plaza Tahrir de El Cairo para decir –por igual a musulmanes y cristianos- que no es el Ayatolá Ruhollah Jomeini. En segundo lugar: que Libia es lo mismo que Irán en 1979, como si sólo pudiera haber dos resultados posibles: restauración (del régimen Gadafi) o revolución total.
Mejor dramón: todo un amplio surtido de sionistas, neocons y siocons poniéndose histéricos ante el potencial surgimiento de un Oriente Medio nuevo, independiente y soberano.
Mejor reaparición desde la caída del Imperio Otomano en 1922: El mundo árabe. Hasta la II Guerra Mundial, vida miserable bajo la bota colonial de Francia y Gran Bretaña. Después, desde 1956, básicamente una inmensa satrapía estadounidense dominada por brutales y corruptos monarcas/dictadores clientelistas apuntalados con armas y “asesores” de Washington. Y ahora, al fin, empieza a vislumbrarse el camino a la independencia.
Mejor película de desastres en alta mar: El Mediterráneo, el Mare Nostrum de la Roma imperial, 500 millones de personas que se distribuyen por 2,5 millones de kilómetros cuadrados desde Gibraltar al Bósforo. Justo en el momento en que la Casa Blanca estaba intentando centrarse en los océanos Índico y Pacífico.
Peor reaparición desde Freddy Kruger: El imperialismo humanitario en Libia –en una posible intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte- en un país rico en petróleo de sólo seis millones de personas con un producto interior bruto que es aproximadamente el 70% del de Egipto (con 85 millones de seres). Tanto petróleo, tan poca gente…
Mejor película de amigotes: Muammar Gadafi y el Presidente italiano Silvio Berlusconi. El Rey de Reyes africano invitó a su “amico” a su harén, donde aprendió, de primera mano, el bunga bunga. Berlusconi besó más tarde las manos del rey en una reunión celebrada en Sirte, confundiéndole probablemente con el Papa.
Mejor coproducción internacional: Libia, participando con una cuota del 7,2% en Unicredit, el mayor banco italiano, y el gigante de la energía ENI invirtiendo más de 50.000 millones de dólares en exploraciones/extracciones de gas y petróleo en Libia.
Peor argumento paranoide estilo James Bond: Las fuentes de la “inteligencia” de Occidente advirtiendo de la somalización en Libia, así como la aparición de un supuesto emirato de al-Qaida en la Cirenaica oriental.
Mejor remake con giro inesperado: La Libia de Gadafi como nuevo Iraq de Sadam Husein. En el argumento original, Iraq estaba aislado y destruido por toda una década de bloqueo dirigido por EEUU; en el remake, Libia es una buscona de Occidente tras haber sido bendecida por el trío Bush-Blair-Berlusconi.
Mejor trama con giro inesperado: La Embajadora de EEUU ante las Naciones Unidas, Susan Rice, diciendo en el Consejo de Seguridad: “Se pedirán responsabilidades a quienes hayan masacrado civiles”. Bien, ¿qué pasa con la carnicería de Israel de al menos 400 niños y alrededor de 900 hombres y mujeres en Gaza de hace dos años? En cuanto a la referencia de llevar a Gadafi ante la Corte Penal Internacional (CPI) por supuestos crímenes contra la humanidad, el mismo EEUU no forma parte de la CPI porque teme que se acuse allí de crímenes de guerra al Pentágono y a los políticos estadounidenses.
Mejor avance en la carrera profesional: Posible nueva actuación de Gadafi como bombazo techno/trance/hip hop.
Mejor actriz de reparto: la Ministra de Asuntos Exteriores francesa Michelle Alliot-Marie, que no esperó siquiera a la noche de los óscar para renunciar a su oferta de “savoir faire” francés a fin de “resolver las situaciones de seguridad” unos días antes de que el dictador Zine-el-Abidine Ben Alí huyera a Túnez, y esto tras haber estado de vacaciones en Túnez durante las protestas. Peor actor: Saif al-Islam al-Gadafi. Te puedes agenciar un diploma de la London School of Economics, pero eso no significa que vayas a dejar de ser un matón.
Peor actriz: La Reina “YouTube” de la buena sociedad Rania de Jordania. Tan desconectada del mundo real como Paris Hilton.
Mejor guión: Vivir y morir y renacer en la Plaza Tahrir.
Mejor elenco de reparto: Todo un surtido de actores secundarios por su extraordinario espíritu colectivo, creatividad y unidad de objetivos desplegados por los pueblos desde la Plaza de Tahrir a la rotonda de la Perla/Lulu en Barein. Pero el óscar tiene que ser para la madre del Gran Levantamiento Árabe de 2011: Túnez.
Las presiones populares han obligado a dimitir al Primer Ministro y compinche de Ben Alí, Muhammad al-Ghannuschi. Los tunecinos saben bien que el cambio va más allá de deponer a un dictador. A diferencia de Egipto, están minimizando el papel del ejército. Y sus cantos de solidaridad con Palestina son cada día más fuertes. ¡Suerte, Túnez, suerte!
Y sí, en algún lugar en el arco iris (árabe), los sueños pueden hacerse realidad. ¡Que la fuerza esté con todos vosotros!
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