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lunes, 14 de febrero de 2011

La revolución que empezó en un puesto de verduras

Ironías de la historia, el año 2011 había sido consagrado como "el año de la juventud" por un decreto del presidente tunecino, Zine el Abidin Ben Ali. El 'rais' nunca imaginó hasta qué punto iba a convertirse en un presagio de su final. Los jóvenes tunecinos tomaron al pie de la letra esta decisión.

Túnez celebra este lunes un mes de la caída de Ben Ali. Aquel 14 de enero, el presidente abandonó por sorpresa el país rumbo a un exilio dorado en Arabia Saudí. Con él huyó también su familia: su esposa, Leila Trabelsi, y algunos de sus hermanos, todos miembros de un clan hacia el que los tunecinos habían volcado su ira en los últimos días de su régimen.

La revolución tunecina que ha inspirado un levantamiento en todo el mundo árabe- tuvo su primer destello con la inmolación de Mohamed Buazizi el pasado 17 de diciembre. "Mohamed ha empezado una revolución en todo el mundo árabe", decía su madre a EL MUNDO un día antes de que Ben Ali se fuera.

Indignación colectiva

Este joven de 26 años protestó quemándose a lo bonzo por la arbitrariedad de las autoridades locales. Vendedor ambulante de fruta y verdura, una agente local le había confiscado su puesto y le había humillado en público. Privado de su medio de vida y de su dignidad, la desesperación personal de Buazizi se tradujo en una reacción dramática.

Tras este último acto de individualismo, la indignación colectiva no se hizo esperar. Desde el 19 de diciembre, se sucedieron los enfrentamientos entre jóvenes y policía en Sidi Bouzid localidad de origen de Buazizi- y otras localidades del entorno, una región rural y empobrecida del interior de Túnez. Una zona olvidada que ni siquiera existe en las guías turísticas.

Disturbios, violencia, detenciones masivas, manifestaciones... Las protestas pasan inadvertidas en los medios internacionales. Pero algo se estaba ya gestando en Túnez. Consciente del peligro, Ben Ali interviene por primera vez para aplacar los ánimos e incluso visita a Buazizi y su familia en el hospital.

La cólera de los desheredados

El 4 de enero fallece este joven ya convertido en héroe nacional. Su entierro, el día siguiente, se convierte en un nuevo día de cólera para los desheredados. Otro hombre de 31 años se inmola en Metlaoui, una localidad de la cuenca minera de Gafsa; le seguirán otros.

La región de Gafsa, rica en fosfatos, vive una precaria situación desde hace años. El paro allí es masivo: afecta a un 40% de la población activa. Ya en 2008 se registraron en esta zona violentas manifestaciones. De allí proceden la mayoría de los 5.000 jóvenes tunecinos que llegaron este fin de semana a Lampedusa, huyendo de de "un país a la deriva". Hablaban del callejón sin salida del paro.

Thala, Kasserin, Sidi Bouzid, Kairuán, Regueb, Douz... las revueltas se propagan y con ellas los disturbios. La represión es brutal. En este país, son las fuerzas policiales y no el ejército los que se encargan del trabajo sucio. En Túnez, un país de 10 millones de habitantes, hay 150.000 policías. Tantos como en Francia.

Cerco al presidente

Ben Ali pronuncia su segundo discurso a la nación el 10 de enero. Califica a los manifestantes de 'terroristas' y promete generar 300.000 empleos. Nadie le creyó. En Túnez, donde la era del presidente Habib Burguiba (1956-1987) sacralizó la ascensión social por medio de los estudios, el paro entre los jóvenes diplomados alcanza el 22%. Tres cuartas partes de los parados (el 72%) tienen menos de 30 años.

Las protestas se extienden a la capital, cercando al presidente y su círculo de privilegiados. En gran medida, la cólera popular se dirige contra las empresas del 'clan Trabelsi': concesionarios de coches, supermercados, tiendas de telefonía móvil, bancos Estas empresas sufrieron saqueos y actos de vandalismo.

Los Trabelsi eran literalmente los dueños del país. El matrimonio Ben Ali-Trabelsi amasó una fortuna de 5.000 millones de euros depositados en cuentas bancarias fuera del país. Detrás de la imagen de un idílico destino vacacional se escondía una ávida cleptocracia y un brutal Estado policial.

El 13 de diciembre, Ben Ali se dirige a su país por tercera vez. Habla de libertad de prensa, de conceder a la oposición libertad para participar en el Parlamento. El 'rais' destituye al ministro del Interior y al jefe de las Fuerzas Armadas. Este último, el general Ammar, ganaría una gran popularidad cuando se conoce la verdadera causa de su relevo: se negó a disparar contra su pueblo.

"Os he entendido", dice el presidente. Sin embargo, la envergadura de las concesiones de Ben Ali hace pensar que está acabado. El 14 de enero, una gran manifestación congrega a miles de tunecinos frente a la sede del Ministerio del Interior. Los antidisturbios actúan con la máxima brutalidad e incluso un fotógrafo francés muere.

Una transición con incertidumbres

Pero horas después, acosado por los militares y por su propio pueblo, Ben Ali abandona el palacio de Cartago. Después de 23 años en el poder, Ben Ali se exilia en Arabia Saudí. Lo releva un gobierno de transición a cuyo frente se pone el primer ministro, Mohamad Ghanuchi. La nueva etapa se abre no sin incertidumbres.

Vuelven al país los políticos exiliados en el extranjero, notablemente Rachid Ghanuchi, líder del islamista En Nahda, y Moncef Marzuki, del Congreso por la República, de centroizquierda. Pese al inicial caos, Túnez va recuperando la normalidad. Pero los demócratas siguen vigilantes: no están dispuestos a que su revolución sea secuestrada de nuevo por una élite ávida de poder. De aquí a seis meses -cuando se celebren elecciones generales- sabremos en qué medida han tenido el éxito que esperaban.

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