Sólo el hombre y los perros representan una mayor amenaza para el frágil ecosistema de las Islas Galápagos que las ratas. Por ello un grupo de científicos ha lanzado un programa para proteger de roedores a este paraíso en la Tierra.
El Parque Nacional Galápagos (PNG), la Fundación 'Charles Darwin', la organización "Island Conservation" y la Universidad de Michigan (EE.UU.) se han propuesto acabar con las especies de ratas introducidas y peligrosas.
El asunto no es fácil, pues las ratas no autóctonas se han adaptado a las condiciones del archipiélago y han invadido los terruños de otros animales endémicos de este archipiélago, situado a unos mil kilómetros al oeste de las costas continentales de Ecuador.
Las ratas, sobre todo la denominada "holandesa" y el "ratón casero", se encuentran en el tercer lugar de peligro de la lista de especies introducidas y nocivas para el ecosistema de las Galápagos que, además del hombre y los perros, incluye gatos, cabras y hasta vacas, así como una serie de especies vegetales como la mora.
Veneno
El director del Parque Nacional Galápagos, Edwin Naula, indicó que el veneno usado en la desratización ha sido "fabricado específicamente" para que no afecte a otras especies propias.
El cebo, que es arrojado por un helicóptero que sostiene una campana dispensadora, parece una especie de galleta cilíndrica, de un centímetro cúbico, ligera y celeste, atractiva para las ratas, pero detestable para lobos marinos y aves de la región.
Dos focas en una playa de Rábida. | Efe
La primera isla en la que se usó el raticida fue la de Rábida, con apenas 710 hectáreas y ubicada en el corazón del archipiélago, donde sólo se puede llegar en helicóptero o en barco desde Puerto Ayora, en la isla Santa Cruz, la sede del Parque.
Las ratas introducidas, además de comerse huevos de especies de aves y de tortugas, una vez envenenadas representan un peligro para los gavilanes endémicos de Rábida, por lo que los 20 ejemplares que habitaban en ella han sido trasladados a un moderno complejo construido para su cautiverio en la vecina isla Santiago.
El pasado fin de semana, un helicóptero facilitado por una empresa estadounidense y conducido por un experimentado piloto, que ya ha hecho lo mismo en otras islas de Nueva Zelanda, emprendió un sinnúmero de vuelos para dejar caer el raticida en Rábida.
Investigadores de la Universidad de Michigan, apostados en un campamento construido muy cerca del improvisado helipuerto, vigilaron la operación con ordenadores y otros equipos de alta tecnología.
Miles de ratas escondidas
Se calcula que en Rábida hay miles de ratas, que se esconden en pequeñas madrigueras camufladas en el suelo rocoso de esta isla volcánica.
Felipe Cruz, director científico de la Fundación Darwin, señaló que la tecnología es necesaria para "asegurar este espacio único" en el mundo y dijo que cualquier esfuerzo que se haga para proteger especies endémicas es valioso, pues "la extinción es para siempre".
Cruz agregó que después de Rábida, la desratización continuará en la vecina Pinzón, para posteriormente pasar a Floreana, donde existe un pequeño asentamiento humano.
Para el director de control de especies introducidas del Parque Nacional Galápagos, Víctor Carrión, el mayor reto del programa es desratizar las más grandes: Isabela, Santa Cruz, San Cristóbal y Floreana. Estas son islas habitadas "y las que más problemas presentan" al respecto, añadió.
En Rábida y los tres islotes vecinos la desratización costará unos 750.000 dólares, un alto precio que es una de las dificultades que afronta el proyecto, según Carrión.
Si el programa contara con los recursos suficientes, la desratización se podría completar en un año en todo el archipiélago, pero al no haberlos, el plan podría tardar hasta dos décadas.
Sin embargo, Carrión expresó su alegría por los esfuerzos estatales y privados que se han hecho en el inicio de la campaña, ya que representa una demostración de hasta dónde puede llegar el interés de la comunidad científica para preservar una de las joyas naturales del mundo.
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