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jueves, 23 de diciembre de 2010

Un Secretario de Estado hace llegar información sensible y secreta al gobierno de EEUU

efeverde


Aunque los cables de los embajadores estadounidenses puedan parecer las historietas de Anacleto, agente secreto, tienen tal cantidad de información que es imposible perderse –si se quiere estar informado- ninguna de las entregas que a diario nos ofrece EL PAÍS sobre los papeles de Wikileaks.

Es así como se ha descubierto la connivencia del mismísimo Fiscal General del Estado con la embajada de EEUU en el caso Couso, que nos llena de sonrojo y que ha llevado a la familia del cámara de televisión a reclamar responsabilidades. Ayer mismo hemos conocido que EEUU tiene un informador de lujo en el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, de nombre Josep Puxeu, que ejerce nada menos que el cargo de Secretario de Estado.

Una cosa es ser abiertamente favorable a la biotecnología y otra darse el pico con el encargado de Negocios de la embajada de la calle Serrano, pidiendo ayuda a EEUU para mantener la “presión” sobre la Comisión Europea a favor de las empresas privadas biotecnológicas estadounidenses Monsanto y Syngenta.

Es decir, Puxeu que trabaja al servicio del Gobierno de España que es quien le paga, hace horas extras para la embajada de EEUU en Madrid. No parece muy razonable que un miembro destacado del Gobierno tenga tan poca voluntad europeísta y prefiera aliarse con la potencia del otro lado del Atlántico, en vez de con sus aliados comunitarios.

A esto, en cualquier país de la esfera en la que estamos, se le llamaría traición. Yo no me atrevo a tanto, pero que el lector saque sus conclusiones. De tal actitud antieuropeísta y antiespañola se debería derivar como poco una investigación.

Los miembros del Gobierno juran no revelar los secretos de las deliberaciones de su trabajo. Sin embargo, según los cables de Wikileaks, Puxeu contaba a EEUU con pelos y señales la posición del Gobierno en Bruselas días antes de producirse. Es decir, revelaba secretos oficiales a otro país, que además no es del ámbito comunitario. Valoren esa acción.

¿Por qué lo hacía? ¿Era quizá por esa vocación altruista hacia la biotecnología? O hay algo oculto que debería ser objeto de una investigación.

No es de extrañar que Eduardo Aguirre, entonces embajador estadounidense, se alegrara de que Elena Espinosa fuera nombrada además ministra de Medio Ambiente. Él mismo explica que de esa manera se acababa con la oposición a los transgénicos de la entonces ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona. A partir de entonces, los Organismos Modificados Genéticamente (OGM) sólo reciben apoyos del Gobierno y lo que opina la gente encuesta tras encuesta, se envía a la papelera. Da igual que haya una sociedad civil, porque se la han ventilado a su manera. Espinosa ha reinado y decidido todo. Con Puxeu a su lado, por supuesto.

Ya hemos comentado el parentesco entre Elena Espinosa y Zapatero en anteriores artículos, lo que posiblemente es la causa de su nefasta presencia en el Gobierno socialista durante seis años y medio. Nos hemos enterado en palabras del propio embajador de EEUU del bajo perfil de Elena Espinosa en sus encuentros en la embajada, que el funcionario estadounidense justifica con que contestaba a sus preguntas con gestos o asentimientos, según EL PAÍS. Así no se podía equivocar.

Sabemos que su Ministerio dio millones de euros de subvenciones a un armador gallego, que desde tiempo atrás forma parte de la lista de la ONU de los pescadores piratas. Y ahora, nos encontramos con Puxeu en un difícil equilibrio entre sus deberes de Estado y sus confidencias al embajador de EEUU.

¿Qué más hay detrás? ¿Seguirá siendo Secretario de Estado con estos antecedentes? La ministra Rosa Aguilar tiene una patata caliente entre sus manos, aunque no es tan difícil resolverlo.

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