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lunes, 7 de junio de 2010

Las Vegas honra a la mafia

La ciudad del vicio ha decidido honrar a su propia historia. Desprovista de museos, más allá de una pinacoteca poco visitada, dentro del casino de lujo Bellagio, Las Vegas reconoce ahora que su propio carácter lo forjó la mafia, entre los años sesenta y ochenta. Al crimen organizado le dedica el gobierno local y una empresa privada dos museos que compiten entre ellos antes de ver la luz, rodeados por los neones que iluminan las noches de la capital del juego.

Mucho se ha hablado, escrito y filmado sobre el control que tuvo la mafia sobre Las Vegas y sobre su lento ocaso. Así lo definía Sam Ace Rothstein (Robert de Niro) en la película Casino (Martin Scorsese, 1995): "La ciudad nunca será lo mismo. Después del Tangiers, las grandes corporaciones tomaron el control. Hoy en día esto parece Disneylandia".

En aquel largometraje, el Tangiers era una versión ficticia del Stardust, un casino controlado por la mafia que fue reducido a escombros, con fuegos artificiales, en 2006. Aquella detonación fue la despedida final de la mafia de la ciudad del juego, ampulosa, exagerada y decadente.

Hoy, un puñado de empresas (sobre todo MGM Mirage y Harra's) se reparten los beneficios que generan 37 millones de turistas anuales. Es el Las Vegas de Cher, Céline Dion y el Circo del Sol, un gran parque temático de tragaperras, con una pirámide, un coliseo y una torre Eiffel.

En la ciudad en la que todo es imitación, sus gobernantes han decidido abrir un museo local. La pregunta del millón, al plantear el proyecto, fue: ¿Qué es intrínseco de Vegas? La ciudad se fundó en pleno desierto en 1905. No hay mucho en su crónica oficial, más allá de la construcción de una monumental presa cercana, en 1935.

Sin embargo, hay algo en que su alcalde es experto. Oscar B. Goodman fue abogado de varios supuestos mafiosos antes de ganar las elecciones, en 1999. Hacía bien su trabajo. Evitó que Tony La Hormiga Spilotro (que inspiró el papel de Joe Pesci en Casino) fuera a la cárcel, a pesar de estar acusado de asesinar a 22 personas. Así que, a riesgo de glorificarla, Goodman decidió erigir un Museo de la Mafia. Costará 42 millones de euros, financiados con fondos públicos. Estará en un antiguo juzgado federal donde en los años cincuenta se celebraron diversas audiencias del Senado en las que se investigó el crimen organizado. Abrirá el año que viene. En él se dedicarán exposiciones a Spilotro y otros supuestos mafiosos a los que Goodman conoció y representó, como el tahúr Frank El Zurdo Rosenthal, que gestionó de forma encubierta el Stardust, e inspiró el papel interpretado por De Niro en Casino .

Los familiares de esos mafiosos a los que tanto amó el cine, sin embargo, parecen no conformarse con un solo museo. O no se conforman con un museo pagado por el Estado. Así que el quién es quién de la mafia se ha agrupado en torno a otro proyecto, que abrirá sus puertas, previsiblemente, a finales de año en el renovado casino Tropicana.

El promotor Jay Bloom y sus socios han fichado como asesores a la hija de Sam Giancana, Antoinette, apodada La Princesa de la Mafia; la esposa e hijo de Tony Spilotro, Nancy y Vincent, y la hija mayor de Bugsy Siegel, Millicent, entre otros. Son la sangre azul de los líderes del crimen organizado. Entre todos han reunido más de 1.000 objetos personales, con los que contarán en primera persona la historia de aquellos mafiosos.


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