El PSV Eindhoven se proclamó campeón de Europa en 1988 empatando los últimos cinco partidos. El valor doble de los goles en campo contrario frente al Girondins de Burdeos y el Real Madrid y su eficacia en la tanda de penaltis contra el Benfica, en la final, le coronaron. El Austria Viena alcanzó la final de la Recopa de 1978 tras superar al Lokomotiva Kosice gracias a la primera regla citada y al Hadjuk Split y el Dinamo de Moscú desde los 11 metros. Sus casos parecían únicos, exponentes de un fútbol de otro tiempo. "Vaya, sí que tenían capacidad de sufrimiento... Como nosotros. Es una de nuestras principales virtudes", reflexionaban los técnicos del Atlético tras la gesta ante el Liverpool. Por tercera eliminatoria sucesiva, el conjunto madrileño selló su clasificación por la mayor importancia de los goles a domicilio: triunfo en el Calderón por 1-0 y derrota en Anfield por 2-1. "¡Si es que nos gusta el mambo!", resume Reyes.
El cuadro de Quique Flores es el primer finalista desde el Austria Viena que se planta en una final europea con tan sólo dos partidos ganados (1-2 en la vuelta de los octavos de la Liga Europa contra el Galatasaray y 1-0 en la ida frente al Liverpool). El resto los empató, con la salvedad del encuentro del jueves en Liverpool, con nueve goles a favor y ocho en contra en total.
"Aquilani nos marcó justo cuando mejor estábamos, pero seguimos trabajando sin bajar los brazos", piensa Raúl García. "Eso demuestra que hemos sido muy competitivos, sobre todo fuera. Venimos de tres pruebas muy exigentes en Estambul, Lisboa y Valencia, gravísimas, pero el equipo siempre ha respondido porque se ha mantenido fuerte mental, física y tácticamente. En las distancias cortas mordemos", entiende su entrenador, que ha pasado cuatro rondas de la Copa y otras tantas en la nueva variante de la Copa de la UEFA.
Tras seis meses en el fango, los técnicos que sucedieron a Abel Resino han transformado al Atlético de arriba abajo. Las claves del éxito del grupo en los torneos a ida y vuelta (también es finalista en la Copa, ante el Sevilla) se encuentran principalmente de mediocampo atrás. Al contrario que su antecesor, que entendía que el Atlético debía comportarse como un equipo grande, a la altura del escudo, defendiéndose en el centro del terreno, Quique se mostró más pragmático. Retrasó la última línea, mandó al banquillo a Pablo y Juanito y apostó por Domínguez como central indiscutible. Por lo general, el canterano sólo se había fogueado en la banda izquierda, cubriendo las bajas de Antonio López y Pernía durante sus convalecencias. El entrenador le mandó al eje de la zaga, junto a Perea, en el que creyó pese a un sinfín de errores, mientras orillaba a Ujfalusi a la derecha.
"A fuerza de repetir alineaciones, conseguimos que se fueran compenetrando y desde ahí, desde los cimientos, dimos estabilidad al equipo entero", explica Quique. "Ya no nos pasa lo de los partidos de principios de temporada. No regalamos los goles como antes. Eso nos permite atacar con más garantías, sin andar preocupados por el qué pasará", confía Agüero.
La llegada de Tiago también aireó al Atlético, aunque no fuera competencia del cuerpo técnico. "Puedo competir en la Liga y la Copa, pero no en Europa, así que ni muchísimo menos el mérito es mío", considera el creador portugués. Sí lo fue, en cambio, la decisión de trasladar a Jurado a su posición natural, la de mediapunta, en vez de emplearle de reeemplazo de Simão o Reyes por las alas. "De enganche, me siento libre", dice el medio, el único jugador que ha participado en todos (58) los compromisos del Atlético, que en total disputará 64, tantos como partidos tiene un Mundial.
"El apartado físico también explica por qué hemos llegado tan lejos. La labor de Jordi García y el resto ha sido sensacional", observa Fran Escribá, la mano derecha de Quique. "Terminamos los partidos teniendo el protagonismo, más fuertes que el contrario", prosigue, con los datos en la mano, el técnico. El último ejemplo es el Liverpool, que terminó como un juguete roto. Su entrenador, Rafa Benítez, lo achacó a la facilidad del Atlético para lanzar los contraataques, de golpe y porrazo, mientras las llegadas al área de De Gea eran más estáticas. "Ya sabía que no iba a ser posible mantener el mismo ritmo de la primera parte tras el descanso", meditaba al término del encuentro el preparador físico de los reds, Paco de Miguel.
La eficacia de la escuadra del Manzanares en los campeonatos cortos -"ya lo dice mi papá, ganar un Mundial o un torneo semejante es más fácil que ganar una Liga", reflexiona Forlán- también se debe a la apuesta que hizo la plantilla. "Podríamos haber tirado Europa o la Copa y habernos centrado en la Liga, pero no lo hicimos. Tanto esfuerzo ha pasado factura en el campeonato que exige más regularidad... Si el equipo hubiera respondido mejor en la Liga, no habríamos alcanzado las dos finales. No habría sido posible. La plantilla es la que es y, lo quisiéramos o no, ha dosificado la energía pensando en el premio más cercano, en la inmediatez, en dos torneos en los que los tropiezos no se penalizan tanto", concluyen en el banquillo.
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