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domingo, 28 de marzo de 2010

Ibrahimovic saca al Barça de un apuro en Mallorca


Pep Guardiola lo ve crudo. Valora sin cinismo las proezas de sus futbolistas y se maravilla de que aún puedan mantener el pulso a un Real Madrid al que alejan a tres puntos -a la espera del derbi de los Madriles-, tras su victoria por 0-1 en el Ono Estadi, donde al Mallorca no le gana casi ninguno.

Las exhibiciones del Barça se acaban ahí, en la persistencia, en el talante indestructible, en la capacidad de sufrimiento, en las victorias agónicas que contrastan con la majestuosa caballería de su gran adversario, sobrado siempre de goles en el finiquito del resultado.

En el Barcelona brotan también las esporádicas acciones individuales. Salvadoras. Siempre asomna un individuo capaz de resolver, de aportar la última uña del último dedo de cualquier pie para mantener en el camino al grupo. Cuando no es Messi, que esta vez quemó banquillo durante 50 minutos hasta que reemplazó a Iniesta, lesionado, es Pedro... O quien toque.

Turno de Ibrahimovic: heroico el miércoles en la visita del Osasuna y también implacable demoledor de las resistencias mallorquinas el sábado. Tuvo más de una: Aouate le sacó un guante descorazonador en el primer tiempo, pero en el segundo, el sueco agarró el rechace más tonto del portero israelí en la jugada menos memorable para sujetar a este Barcelona que se resiste a caer. Al margen: fue el mejor de su equipo y además se garantizó unos segundos en todos los resúmenes con un pase con la espalda a Messi que no se convirtió de milagro en asistencia.

Guardiola se exprime las neuronas para impedir la ruina de su imperio. En su alineación inicial en el Ono Estadi incrustó a Jeffren, mientras que a Henry no le reservó ni una plaza en la suplencia. En la segunda parte, además de decidir la reaparición de Xavi, colocó a otro futbolista del filial, Jonathan. Los jóvenes equilibran el gasto energético de una plantilla al filo de la anemia a estas alturas de la temporada. Además de preparar el futuro.

Un arranque de película

Gregorio Manzano no rechazaría el canje de la plantilla de Guardiola por la suya, pero no por eso está menos orgulloso de sus posesiones. Es verdad que en casa es un vendaval de juego y en los viajes da menor talla. Pero le queda siempre la satisfacción de un juego apañado, pulido y hasta reluciente en muchas fases de los partidos.

El arranque del Mallorca frente al Barcelona fue de película. Para el éxtasis sólo le faltó el gol que negó Valdés con una estirada al voleón del 'Chori' Castro, justo después de un balón que Aduriz dirigió a un palo. El mismo en el que chocó el lanzamiento de Borja Valero poco antes de la pausa, esta vez desviado con la punta de los dedos por el guardameta catalán.

El Mallorca tuvo que recular al rato por la presión de un Barcelona que nunca renuncia a quedarse con la pelota y con el juego. La primera se la llevó de calle, pero el segundo tardó en llegar. El Mallorca nunca le perdió la cara al Barcelona, que al final perdió tiempo y hasta los nervios ante cada acometida de un rival verdaderamente temible en su isla.

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