El tren Alvia que el 24 de julio descarriló en Santiago a las 20.41 por un exceso de velocidad de su maquinista
registró una conducción anormal desde su salida de Ourense, según
figura en un informe que Renfe remitió al juzgado. Dicho documento
transcribe los registros de la caja negra en ese último trayecto y revela que 25 minutos antes del descarrilamiento
se activó dos veces el freno de seguridad que actúa cuando el
maquinista pasa mucho tiempo sin accionar ningún mando, el llamado
sistema de hombre muerto.
Según la transcripción, firmada por el jefe de área de Investigación
Técnica de Accidentes, Manuel Conde García, el convoy salió de la
estación de Ourense a las 20.05 del 24 de julio. El informe de Renfe
señala que, entre las 20:08:54 y las 20:12:04, mientras Garzón acciona
diversos dispositivos técnicos, “permanece en cabina el maquinista y
otra persona, manteniendo una conversación”. Esa otra persona es, según su propia declaración,
el maquinista que había dejado de conducir el tren en Ourense, Javier
Illanes, quien permaneció en la cabina hasta que se activó un aviso de fallo en el sistema de aire
acondicionado. “Abandoné la cabina y me fui a solucionar la avería, y
ya no volví a tener más contacto personal con Garzón”, declaró Illanes a
la policía.
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A partir de ahí, el informe de Renfe está salpicado de datos que
expertos consultados califican como “raros”. Tres minutos después, en el
kilómetro 8,889, la caja negra detecta la activación por primera vez
del sistema de hombre muerto. Es el dispositivo que, para prevenir ausencias o problemas de salud
de los maquinistas, estos tienen que accionar cada 30 segundos para que
el convoy no pare. Pero Garzón no lo hizo, ni siquiera cuando sonó la
señal acústica que lo avisaba, a las 20:15:19. Así que tal y como está
configurado el sistema, dos segundos y medio después el tren frenó
automáticamente. “La velocidad baja de 110 km/h a 48 km/h”, indica
Renfe. Un minuto y 44 segundos después, se vuelve a registrar el mismo
comportamiento y el freno de seguridad reduce de 109 a 86 kilómetros por
hora. Así como en algunos trenes el freno del hombre muerto, cuando
actúa, detiene por completo la máquina, en el Alvia el maquinista puede
retomar el control antes de que pare.
Los técnicos coinciden en que es excepcional que llegue a activarse
el freno del hombre muerto en cualquier tren, y más que lo haga dos
veces seguidas. También sospechan que los viajeros deberían notar al
menos el primer frenazo. Sin embargo, no hay constancia de que nadie
declarase haberlo notado. El informe de Renfe no vuelve a reflejar datos
significativos hasta diez minutos después. A las 20:29:02 comienza a
sonar la alarma del sistema de seguridad ASFA
“por superar la velocidad de 201,25 km/h” y no se apaga hasta que el
tren vuelve a circular a menos de 197, lo que tarda 47 segundos en
suceder. Un minuto después suena de nuevo esa misma alerta durante 72
segundos.
Con el ASFA en funcionamiento, si el tren hubiese pasado sobre alguna baliza
a esa velocidad, habría frenado. Pero sin balizas en la vía solo suena
la alarma. Los maquinistas consultados consideran que en ese punto, en
una larga bajada y aunque el tren lleve la velocidad prefijada de forma
automática a poco menos de 200 por hora, es habitual que se supere
ligeramente.
La transcripción finaliza tras ese segundo aviso, unos ocho minutos antes de que se inicie la llamada del interventor a Garzón
previa al accidente. No fue la única que se produjo en el tramo entre
Santiago y Ourense. Hubo cuatro más, según la información facilitada por
las compañías telefónicas. Dos de ellas, además de la definitiva, las
realizó el interventor del Alvia. Las otras dos las realizó el segundo
maquinista, Javier Illanes, también desde dentro del tren, donde trataba
de solucionar el problema con el aire acondicionado.
“Si hubiera visto el peligro, atiendo y no descuelgo el teléfono”
En su regreso al juzgado, por voluntad propia, tres días después de haber testificado por primera vez y cuando el juez ya había descubierto gracias a la caja negra que antes de chocar había recibido una llamada por teléfono desde un móvil de Renfe, el conductor del Alvia admitió que hablaba con el interventor de su propio tren. Francisco José Garzón explicó que había descolgado el móvil al ver en la pantalla que quien llamaba era el interventor de a bordo, ya que “podía tratarse de una emergencia”. No supo explicar por qué esa conversación (que versó sobre dónde debía estacionar el tren al pasar por la localidad de Pontedeume) se alargó casi dos minutos pese a que entonces circulaba a 190 kilómetros por hora. Garzón explicó que no necesitaba las manos para pilotar, puesto que la máquina viajaba “con velocidad programada”. Y que poco después de acabar la conversación, activó el freno neumático y el eléctrico cuando supo que la curva se le venía encima.Ante las reiteradas preguntas del juez y del fiscal sobre por qué no pospuso esa fatídica charla, el maquinista aseguró: “En ese momento no vi yo el peligro ni el punto de referencia, porque si lo hubiera visto, evidentemente, primero atiendo a lo que eso \[sic\] y después que le den por el culo al teléfono. Pero no me di cuenta del punto de referencia, no lo vi, no estaba próximo me parecía a mí al punto de referencia, iba relajado a una velocidad correcta que no entrañaba peligro, no sé si influyó en eso o no. No lo sé”. Por ese despiste, el instructor le imputa 79 homicidios por imprudencia.
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