La calidad de la educación en España ha sido uno de los motivos que
ha frenado a muchas familias inmigrantes desempleadas a retornar a su
país. Pero la precariedad es insostenible y por primera vez la cifra de
escolares extranjeros ha bajado. En el pasado curso los estudiantes
extranjeros no universitarios disminuyeron un 3,3% respecto al anterior
(26.000 menos). De representar el 10,1% del total hace cinco años se ha
pasado al 9,1% en la actualidad. “En el 2000 llegaban por chorreo los
inmigrantes, luego se estabilizó y ahora se van por goteo”, explica
Francesc Josep Sánchez i Peris, antropólogo de la Universidad de
Valencia que ha estudiado su comportamiento en Gandía. “Que baje un 3%
es una tendencia suave para la crisis que hay. En algunos países hay
efecto llamada para que vuelvan, pero en otros el paro es el mismo que
en España y, si tuvieron un trabajo, al menos están cobrando el paro”.
Francisco Javier García Castaño, catedrático de Antropología Social
de la Universidad de Granada, incide en que no solo hay retorno: “Ha
habido muchas nacionalizaciones, sobre todo de marroquíes y
ecuatorianos. El aluvión de salidas no es tal. Y, además, los nuevos
inmigrantes que llegan son ilegales sin hijos”.
Las etapas educativas que se han visto afectadas por este éxodo
inmigrante son educación primaria —pierde 17.000 alumnos (-6,3%)— y
secundaria, que se deja a 11.400 (-5,3%). “Con todos los recortes
los inmigrantes han salido muy mal parados. Desaparecen las aulas de
enlace para los que no hablan el idioma, aumenta la ratio de alumnos por
clase, se quitan las becas de comedor cuando son uno de los colectivos
más pobres…”, sostiene Jurjo Torres, catedrático de Didáctica y
Organización Escolar de la Universidad de A Coruña. El derrumbe no es
mayor porque la educación infantil crece un 3,4% (5.000 niños más)
gracias a que las extranjeras tienen más hijos. Otro cantar es la
Formación Profesional, que sufre una subida muy significativa (35.000
estudiantes), a la que la comunidad extranjera contribuye con 776
alumnos más, una cifra similar en el bachillerato.
El marido de Isabel, tras dos años en paro, se acaba de volver a
Managua. Ella se ha quedado en Alcalá de Henares con su hijo de 12 años.
Limpia casas y ha alquilado su habitación a un matrimonio. Resiste
porque en Alcalá se siente “segura” y su hijo está muy integrado en la
escuela. “Nos cambiamos de casa y el nuevo colegio es un público
bilingüe. Pensé que el niño iba a tener problemas pero saca muy buenas
notas. Habla ya muy bien inglés”, cuenta orgullosa y preocupada. “Ya no
hay beca de comedor y no sé de dónde voy a sacar los casi 200 euros de
los libros. A ver si me puede echar una mano la asociación de padres”,
confía. A Isabel le gustaría que, al menos, su hijo terminase el
bachillerato.
La tarta del alumnado extranjero ha pasado a repartirse de otra
manera. Los originarios de América del Sur han dejado de ser mayoría
(29,5% del total, 222.000 estudiantes), muy lejos del 44% de hace una
década. Desde que empezó la crisis han dejado las aulas, por ejemplo,
casi 38.000 ecuatorianos y 16.000 colombianos. “Estos países están
avanzando económicamente de una forma muy rápida y sus sistemas
educativos —con resultados en las evaluaciones internacionales peores
que España— también están mejorando y el retorno es menos dramático”,
opina Torres.
El viceministro de Educación de Ecuador, Pablo Cevallos, daba cuenta recientemente
de esta mejoría educativa en EL PAÍS: “De 1996 a 2006 el Estado perdió
la rectoría de la educación pública y el control del currículum, el de
los precios, faltaban recursos y había una pésima cobertura de centros
que dejaban zonas sin escolarizar. Pero desde que llegó nuestro Gobierno
en 2006, el presupuesto educativo desde Primaria a bachillerato pasó de
1.000 millones de euros al triple”. Licenciados ecuatorianos
desempleados están retornando como maestros y profesores. La
convocatoria se abre ahora también a españoles.
El primer puesto lo encabeza Europa con el 30,1% del alumnado
(124.700 colegiales), frente al 25,7% de hace 10 años (79.00). La mayor
comunidad es la rumana, que ha escolarizado a 15.000 niños más que
cuando empezó la crisis. “Vienen de una cultura que premia el trabajo y
el capital cultural y eso se ve en su rendimiento”, explica Torres. La
subida de Asia es imparable. Ha pasado de ser el 4,9% hace una década al
7,5%, con China a la cabeza. “Son comunidades cerradas, con problemas
para sociabilizar pero que centran muchos esfuerzos en la educación,
rivalizan para ser los mejores”, prosigue Torres.
“En Sevilla capital hay más alumnos chinos que de otras
nacionalidades”, cuenta José María Fernández Batanero, del Departamento
de Didáctica de la Universidad de Sevilla. “Son muy disciplinados.
Aunque trabajen en el bazar traen los deberes hechos. Se están yendo
muchos sudamericanos y los magrebíes faltan mucho a clase. Marruecos
está al lado y van y vienen”, sigue. Los marroquíes aportan 43.000
alumnos más que en 2008 al cómputo extranjero. “Su tasa de reproducción
es mucho más alta que la española. Pero como muchos son ya españoles de
carné son invisibles a las estadísticas y cada vez los guetos son
mayores”, sostiene el catedrático gallego.
El éxodo no les ha afectado de la misma forma. Ha sido especialmente
notorio en Baleares, Madrid, Murcia, Cataluña, Aragón y Comunidad
Valenciana. Cuanto antes los niños se escolaricen en España mayor es la
integración y los de ahora casi todos llevan años. Por eso la
conflictividad ha ido decayendo. “Por ejemplo, hubo mucha alarma con los
latin kings”, recuerda Sánchez i Peris, “y luego se quedó en nada”.
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