El presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y número dos del
chavismo, Diosdado Cabello, se sumó este martes desde Beijing a los
voceros oficiales que, cada vez con más frecuencia, dan señas de la
disposición de Caracas para conceder asilo efectivo a Edward Snowden,
el extécnico de seguridad norteamericano que desde semanas atrás
permanece atascado en el aeropuerto Sheremetievo de Moscú, a donde fue a
parar en peregrinación desde Hong Kong en busca de un país que le
otorgue refugio luego de revelar detalles de las actividades de
espionaje global que efectúan los organismos de inteligencia de Estados
Unidos.
“Ojalá no ponga más obstáculos el Gobierno de Estados Unidos y entienda que este compañero merece vivir,
tal como cualquier ciudadano”, dijo Cabello desde la capital china,
donde se encuentra desde hace dos días en visita oficial a las
autoridades del principal aliado económico y político del gobierno
venezolano.
Las palabras de Cabello prolongaron la continuación de declaraciones
que parecen preparar el terreno para la eventual aparición pública del
estadounidense de 30 años de edad en territorio venezolano. El viernes
pasado el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ofreció a Snowden
asilo humanitario, y desde entonces Caracas parece haberse posicionado
–sobre los gobiernos de Bolivia y Nicaragua- como la opción definitiva
que el ex analista de seguridad tendrá para guarecerse de la caza
internacional de la que es objeto.
También el martes se escenificó otra confusa escaramuza de la guerra
de posiciones en la que se ha convertido el estatus legal de Snowden en
Moscú. Un parlamentario de la Duma rusa, Aléxei Pushkov, presidente del
Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja, publicó en su cuenta
en Twitter un comentario según el cual Snowden habría aceptado viajar a
Venezuela. Media hora más tarde, sin embargo, el propio Pushkov procedió
a suprimir el texto de la red social.
Si bien Pushkov, al retractarse, hizo mella en la credibilidad de su
versión, el amago puede interpretarse como otro signo de que Snowden
estaría a punto de encontrar destino en América Latina, y con gran
probabilidad, en Venezuela.
El mismo martes, en un programa del principal canal de televisión del
Estado venezolano, Hermann Escarrá, un abogado constitucionalista muy
influyente en el gobierno –intermitente consejero del propio Hugo
Chávez, para más señas- defendió el asilo para Snowden, con la tesis de
que, aunque Estados Unidos haya buscado convertir a ese ciudadano en un
paria, hay mecanismos que permitirían conseguirle refugio conforme al
derecho internacional.
“El presidente Nicolás Maduro no sólo le ofreció asilo, sino que
también se lo confirmó”, recapituló Escarrá. “Ahora lo que queda por
resolver son problemas de otra naturaleza: él tiene suspendidas sus
credenciales como ciudadano, su pasaporte, habrá que ver si un organismo
internacional le facilita la situación para que pueda trasladarse a
Venezuela y pueda ser asilado. En ese tránsito, él tiene un
salvoconducto, un sistema de garantías, donde ningún país podría
intervenir”.
Maduro había ratificado el lunes que recibió una solicitud formal de
asilo de Snowden. El presidente venezolano, que enfrenta su propia
crisis doméstica con ribetes políticos y económicos, ha huido hacia
adelante con esta iniciativa que, si bien coloca de nuevo a Venezuela en
el primer renglón de la agenda noticiosa internacional, parece
contradecir los recientes gestos de aproximación hacia Washington, que
incluyeron el nombramiento por parte de Venezuela de un nuevo encargado
de negocios en la capital norteamericana, y una reunión sin precedentes
entre el Secretario de Estado, John Kerry, y el Canciller venezolano,
Elías Jaua.
Jaua y el propio Maduro acaban de estar en Moscú, a propósito de la
reunión de jefes de Estado de países exportadores de gas natural. El
régimen de Vladimir Putin ha hecho méritos para ser calificado con
propiedad como un socio de Caracas, tanto en el plano comercial, como en
su rol de proveedor de equipos militares y de inversiones petroleras.
No hay duda de que, haciéndose cargo de Snowden, el gobierno venezolano
le estaría ahorrando al Kremlin la pesada tarea de lidiar con un asunto
que podría enturbiar sus nexos con Estados Unidos.
Caracas, mientras tanto, que ya conoce del gasto que suponen estas
crisis luego de trabajar la delicada ingeniería del relato con que hizo
saber a la opinión pública sobre la enfermedad, agonía y muerte de su
líder Hugo Chávez, se siente en posición de aceptar el caso y ponerlo a
valer como una baza a su favor en el crónico tira-y-encoge que
caracteriza a su relación con Washington.
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