Cuando la policía entró en su habitación en el macroburdel Paradise,
en La Jonquera (Girona), la joven no dio grandes muestras de alivio, de
alegría o de pena. “No tiene sentido de la realidad. Es como estar ante
una niña de 10 años, es pura inocencia”, cuenta una fuente de la
investigación. La policía rescató en marzo a F. B., rumana de 22 años y
con una grave discapacidad psíquica, de uno de los mayores burdeles de España.
“No hacen falta ni 30 segundos de conversación para darse cuenta”,
añade esa misma fuente. Cuando la encontraron acababa de salir de la
carretera, donde un proxeneta la golpeaba para que se prostituyese.
Una fundación de apoyo a la reinserción fue quien dio la voz de
alarma. La conocían de un par de años antes, cuando la tuvieron acogida
en uno de sus pisos hasta que decidió marcharse (es mayor de edad y su
discapacidad aún no está reconocida en España). Haciendo su trabajo de
apoyo a prostitutas, la vieron en una rotonda en La Jonquera. “¿Estás
bien?”, le preguntaron. Pero la joven se mostraba esquiva. “No os puedo
contar ahora”, contestó, y se marchó. Entonces avisaron a la policía,
que inició una investigación de varios meses que ha culminado con su
rescate, la detención de su madre por prostituirla desde los 18 años, y
la del proxeneta que la tenía en la carretera.
La vida de F. B. ha sido un calvario. Originaria de Rumanía, hasta
los dos años vivió tutelada por la Administración porque su madre no
podía hacerse cargo de ella y, además, padecía un retraso en el
crecimiento. A ello se sumaron dos episodios de meningitis, a los 6 y a
los 14 años, según fuentes del caso. Ya entonces fue ingresada en un
centro de educación especial en Bucarest, donde estudió hasta que a los
17 años se trasladó con su madre a Terrassa. A los 18 años, esta empezó a
explotarla sexualmente, según la policía.
Su primer destino fue un club de la ciudad, Las Palomas, donde la
madre además ejerce en la actualidad de meretriz y controla al resto de
las mujeres. “Allí todo el mundo conocía su retraso”, lamenta una fuente
del caso.
Los agentes encontraron en los registros del piso de su madre diversa
documentación que demuestra que su hija le hacía transferencias de
dinero, dándole parte de lo que ganaba como prostituta.
En cuatro años, la joven ha vendido su cuerpo a cambio de dinero en
Terrassa, en pisos privados, en las calles del barrio barcelonés del
Raval, en la calle madrileña de Montera… “Y en el extranjero”, aseguran
esas mismas fuentes, en referencia a Chipre y Malta. La joven, explican,
no tiene picardía alguna: “Se va con el primero que pasa”.
Cuando la encontraron en el Paradise, el encargado, al que tomaron
declaración, alegó que la habían acogido porque en la calle le pegaban.
Pero los agentes pudieron comprobar que también allí se había
prostituido. En la actualidad, la joven se encuentra en uno de los pisos
de la fundación que la encontró y se han iniciado los trámites para que
la fiscalía aborde su incapacitación.
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