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jueves, 6 de junio de 2013

El estruendo de Hiroshima bajo el Mediterráneo

El sonido bajo el mar será superior al de poder escuchar el impacto que causó la bomba atómica de Hiroshima desde su hipocentro, a escasos metros de la cúpula Genbaku. Cada colisión en la roca de la campaña sísmica de la petrolera irlandesa Cairn Energy a 35 millas de la costa de Ibiza se percibirá por tortugas y cetáceos del canal de Valencia como una sucesión de ataques nucleares que les llevará, en el mejor de los casos, a lograr huir de esas aguas con su sistema de orientación no demasiado dañado.
La búsqueda de petróleo por métodos sísmicos que prevé iniciar a finales de este año la petrolera consistirá en realizar una serie de detonaciones submarinas que generan ondas de resonancia que les permitan descifrar la composición de la roca bajo el mar.
Las exploraciones son muy ruidosas y deben ser lo bastante fuertes como para penetrar en la roca y regresar a la embarcación que realiza la exploración. Pueden realizarse mediante descargas eléctricas, mediante aire comprimido o a través de detonaciones con explosiones de aire comprimido, que es el método que se utilizará en este proyecto.
En cualquier de los casos suponen la emisión de ondas desde la superficie del mar que penetran en el lecho marino, y afectan al sistema de colocación de los cetáceos, alterando su comportamiento, capacidad de alimentación, orientación y rutas migratorias, por no hablar de los efectos devastadores para la pesca, que quedará literalmente arrasada.
Según los estudios elaborados tanto por la Universidad Politécnica de Valencia, a instancias del Gobierno valenciano, como por el Cabildo de Lanzarote, la aparición de cadáveres de cetáceos desorientados en las playas será una de las principales consecuencias de estas detonaciones.
La Comisión balear de Medio Ambiente trató ayer el tema de las prospecciones petrolíferas en aguas de Ibiza y reveló que la campaña de Cairn Energy operará a 249 decibelios, cuando la comunidad científica ha adoptado los 180 decibelios como el nivel de intensidad acústica a partir del cual se pueden producir males fisiológicos irreversibles en cetáceos y tortugas marinas.
Para hacerse una idea del ruido que supondrá para la fauna marina basta con señalar que una aspiradora suele operar a una media de 70 decibelios, mientras que 130 decibelios es el ruido de un avión al despegar.
La comunidad científica sitúa el umbral del dolor en 140 decibelios, y por encima, a 180 por ejemplo, se encontraría un cohete espacial al despegar, o la detonación que causó el volcán Krakatoa al entrar en erupción; mientras que se cree que las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki provocaron un ruido sobre esas ciudades cercano a los 200 decibelios, todavía 49 por debajo de la fuerza con la que prevé operar la petrolera.
La Comisión balear de Medio Ambiente acordó ayer pedirle al Ministerio de Industria y Turismo que, ya que se niega a denegarle a la petrolera los permisos concedidos en 2010 por el Gobierno de Zapatero, que al menos le pida a la compañía que realice un Estudio de Impacto Ambiental.
Según el acuerdo de la Comisión, el Estudio tiene que incorporar toda una serie de medidas correctoras más eficientes que las que figuran a la documentación ya presentada por la compañía, "que garantizar la mínima afección del impacto sonoro del proyecto sobre organismos y comunidades marinas de la zona de incidencia, poniendo especial énfasis a la no afectación de cetáceos, tortugas marinas, aves marinas y recursos pesqueros".
Además, piden al Gobierno que exija que este estudio mencione y evalúe si existe algún otro tipo de tecnología más innovadora que se pudiera aplicar para realizar este trabajo ya que, según sus consultas, "parece que existen nuevas tecnologías menos impactantes sobre los organismos marinos que las ondas sonoras producidas por aire comprimido".
También reclaman que el Estudio incluya filmaciones en las que se puedan apreciar qué comunidades marinas pueden resultar afectadas en cada una de las explosiones.
Eso sí, al igual que el Consell Insular de Ibiza, la Comisión balear de Medio Ambiente quiso dejar bien claro que están en contra del proyecto, y recuerdan que en caso de llegar a una posible extracción de petróleo los riesgos aumentarán si se produjera un derramamiento, ya que el mar Mediterráneo es un mar cerrado, lo que afectaría no sólo a organismos, ecosistemas marinos y recursos pesqueros, sino también a la principal industria de Baleares que es el turismo.
Por este motivo, la Comisión recuerda que el Estudio tendrá que incluir el conjunto de acciones derivadas de la siguiente fase de los permisos otorgados, que es la fase de perforación tras los sondeos.

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