En Barcelona estornuda el Ayuntamiento y en Valencia se constipan las
Cortes casi un año después, tan delicado parece ser el estado de salud
de la mayoría política que gobierna el país. El PP utilizó este
miércoles una declaración institucional del Ayuntamiento de la capital
catalana de junio del año pasado por las sentencias del Supremo sobre la inmersión lingüística,
en la que se aludía a “la ciudadanía de los diferentes territorios de
los países de habla catalana”, para esgrimir las señas de identidad como
un arma arrojadiza contra los valencianos que utilizan la denominación
de País Valenciano o asumen con normalidad que el idioma oficial se
llama valenciano pero no deja de ser una variante de la lengua que se
usa en Cataluña, Baleares o la franja oriental de Aragón. Algo, por lo
demás, compartido por cualquier instancia cultural, judicial y
académica.
El diputado del PP Rafael Maluenda,
en un tono encendido, protagonizó todo un regreso al pasado al exigir
“el respeto que el pueblo valenciano merece” y utilizar una supuesta
agresión del Consistorio de Barcelona como excusa para convertir el
Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana en una norma que, en
lugar de integrar, excluye, una especie de código de prohibición o de
“justo derecho de conquista”, como le atribuyó el parlamentario de
Compromís Josep Maria Pañella, que aludió así a las prohibiciones de
Felipe V sobre las libertades valencianas.
Se refería el diputado de Compromís a que el único acuerdo tangible de la proposición no de ley de los populares,
aprobada finalmente solo con sus votos, insta al Consell a no tramitar
“documentos o escritos que en su contenido no respeten la denominación
oficial de la Comunidad Valenciana o la sustituyan por otra”. Una
pretensión que el diputado socialista Rafael Rubio advirtió de que, no
solo va contra la Constitución, sino contra las leyes de procedimiento
administrativo y de régimen jurídico contencioso-administrativo, que
obligan a la Administración a responder al ciudadano en sus plazos.
Maluenda regresó, pues, al pasado, a los tiempos de la batalla civil
entre valencianos. Se dedujo de su intervención que el PP sigue
ardorosamente anclado en la beligerancia identitaria de hace décadas,
aunque al Gobierno de Alberto Fabra le interesara tan poco el debate que
solo el vicepresidente José Ciscar ocupaba los desiertos escaños azules
del hemiciclo. El caso es que, si los populares no se han movido desde
los años ochenta, sí que lo han hecho las otras fuerzas políticas, como
lo ha hecho la sociedad valenciana, cuya opinión pública —lo reflejan
las encuestas— no considera que el de los símbolos sea hoy un problema
que interese a nadie.
Mientras Maluenda argumentaba que la de País Valenciano, pese a ser
una denominación recogida en el preámbulo del Estatut, es una
terminología proscrita, —que identificó con un “proyecto imperialista”
de cuyo nombre dijo no querer acordarse—, Pañella, que milita en el Bloc
Nacionalista Valencià, recordó que el Estatut alude a la autonomía
valenciana como “integradora de las dos corrientes de opinión que
enmarcan todo lo que es valenciano”.
“Quieren convertir la valencianidad en una división eterna”, le
recriminó Pañella, que comparó a Maluenda con un Sant Jordi en combate
imaginario con peligrosos dragones. “Sepa que los dragones no existen”,
le dijo, y acusó al PP de tratar de camuflar su falta de ideas ante la
crisis, el fracaso que reflejan las cifras de paro, resucitando viejas
polémicas. “La corrupción es hoy la primera simbología” de los
valencianos, añadió, para vaticinar: “El País Valenciano ha existido,
existe y existirá en el siglo XXI”. A lo que el diputado popular
replicó: “El problema son ustedes”. Maluenda, que negó sentirse un Sant
Jordi y confesó que se conformaría con “ser un buen cristiano”, comparó
que se hable de “países que hablan catalán” con “Hitler, cuando decía
que en Austria hablan alemán”...”, entre sonoras protestas de los bancos
de la oposición.
“Cualquiera puede adoptar posturas anticientíficas, pero es peligroso
gobernar con ellas”, alertó Lluís Torró, de Esquerra Unida del País
Valencià, que recordó que todas las instancias académicas “afirman que
catalán, valenciano y mallorquín forman parte de la misma lengua”. “Todo
el mundo es libre de creer que los burros vuelan, pero es recomendable
no coger un burro y saltar por un barranco”, insistió.
Torró, como había hecho Pañella, se lamentó de que elementos ultras boicotearan el martes en Burjassot un acto
en recuerdo del poeta Vicent Andrés Estellés, en un episodio que
recuerda la violencia y la coacción que la extrema derecha exhibió en
los tiempos de la transición democrática. “No vuelvan a abrir la batalla
de los símbolos, no vuelvan a dividir a la ciudadanía valenciana. ¡Ya
está bien!”, clamó el diputado, que consideró que el recurso al
anticatalanismo es “el certificado de defunción del proyecto del PP
valenciano”.
El socialista Rafael Rubio enlazó con las referencias de los otros
grupos de la oposición a que el PP busca camuflar con la polémica
identitaria el fracaso de su gestión y recordó también los 720.000
parados valencianos, las 118.000 familias sin ningún ingreso, el aumento
de las listas de espera en los hospitales, los impagos de la
Generalitat, la “deuda asfixiante” de la Administración y la
discriminación por una mala financiación autonómica. “Ustedes buscan ocultar los problemas reales”, acusó a los populares.
Rubio, que dijo estar en desacuerdo con la declaración institucional
del Ayuntamiento de Barcelona que motivó el debate, comparó a Maluenda
con el presidente de irán, Mahmud Ahmadineyad, por intentar emitir una fatwa
contra una parte de los valencianos. El diputado bromeó con la
circunstancia de que en los escaños del Consell solo estuviera sentado
“el presidente del Valencia”, como se refirió a Ciscar, de quien
conjeturó que debía estar más preocupado por los fichajes que por lo que
allí se debatía.
En el momento de la votación, los diputados de Compromís levantaron
unas hojas de papel con el número de 720.000 parados registrados en la
Comunidad Valenciana. La diputada del PP Carmen Amorós bromeó en Twitter:
“Apuntémoslo. Igual es el Gordo de Navidad”. Su comentario levantó una
tormenta en las redes sociales y la parlamentaria, tras retirar el
mensaje, alegó que “no sabía a qué se refería el número”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario