El fraude de la carne comercializada en varios países europeos como
de vacuno aunque en realidad era de caballo se convirtió ayer en un
asunto político cuando François Hollande, presidente de la República
francesa, pidió “sanciones” para los defraudadores, mientras el primer
ministro rumano, Victor Ponta, negaba las acusaciones vertidas contra su
país y se declaraba “irritado”. Según anunció el presidente Hollande,
las pesquisas de los investigadores franceses, que se “cerrarán pronto y
responderán al doble deber de responsabilidad y transparencia”, han
revelado “fallos, beneficios, comportamientos inadmisibles”, de manera
que “hará falta habilitar sanciones administrativas e incluso penales si
el asunto lo requiere”.
Mientras la polémica se extiende por toda Europa —de Reino Unido a
Francia pasando por España—, en Bruselas prefieren quitarle hierro al
asunto. La Comisión Europea niega la existencia de una crisis
alimentaria, ya que no existe riesgo para la salud, sino que se trata
tan solo de una cuestión de etiquetado. En Bruselas nadie se plantea una
intervención, algo que solo ocurriría ante una alerta sanitaria, como
pasó el verano de 2011, con la epidemia de Escherichia coli,
que causó más de 4.000 contagios y 46 muertes en Alemania y Francia. Si
no hay riesgo sanitario la competencia recae en los Estados miembros.
Hasta tal punto se quiere dar imagen de normalidad que, ayer, ante
las insistentes preguntas de la prensa, el portavoz de Sanidad de la
Comisión se felicitó del funcionamiento del sistema de trazabilidad de
la carne en Europa.
En el país que muchos apuntan como responsable de esta situación,
Rumanía, también optaron por echar balones fuera. El primer ministro,
Victor Ponta, intervino en el debate para convencer a los otros de que
no ha ocurrido nada raro. “Hemos hecho nuestras verificaciones y no ha
habido ninguna violación de las normas europeas”, dijo Ponta en una
rueda de prensa. El primer ministro, que dijo estar encolerizado,
aseguró que Rumanía no puede aceptar una situación en la que se le
considera sospechoso oficial.
Mientras, en París, los ministros de Agricultura y Consumo convocaron
una reunión de emergencia con representantes de la industria cárnica,
que temen que el caso extienda entre la población una psicosis similar a
la de las vacas locas. El problema salió a la superficie hace un mes,
cuando las autoridades de Reino Unido e Irlanda alertaron del hallazgo
equino. Días más tarde, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU)
detectó ADN de caballo en dos marcas de hamburguesas en España. Y
Tengelmann, una de las mayores cadenas de distribución alimentaria de
Alemania, anunció ayer mismo la retirada de sus tiendas de una lasaña
precocinada que también esconde trazas de caballo.
Ahora, la investigación preliminar realizada en Francia por la
agencia de Represión del Fraude ha sacado a la luz un complejo circuito
de comercialización de la carne de caballo. Un laberinto tan complejo
que resulta difícil llegar al origen y dirimir responsabilidades.
Tras supervisar las instalaciones de dos grandes procesadores de
productos cárnicos, Spanghero y Comigel, los inspectores explicaron que
la carne de caballo salió al mercado desde una fábrica de Comigel,
suministradora de Findus, en Luxemburgo. Comigel sostiene haber comprado
la carne a Spanghero, que a su vez dice que la adquirió ya congelada a
un tratante de Chipre, quien afirma que subcontrató la operación a otro
comerciante con base en Holanda, que por su parte declara haber
adquirido la carne equina en un matadero rumano.
“Hace falta salir de este lío”, dijo el ministro de Agricultura,
Stéphane Le Foll. “Si el sistema está tan enmarañado, y la maraña está
tan extendida que nadie sabe dónde está el principio, tendremos graves
problemas”.
La caída del precio de la carne de caballo en Rumanía aparece para
los investigadores franceses como uno de los motivos más verosímiles del
fraude. El viceministro de Consumo, Benoît Hamon, explicó que la cadena
pudo iniciarse en agosto, y calculó que desde entonces ha generado
beneficios de unos 300.000 euros. El eurodiputado ecologista José Bové
insistió en esta tesis al recordar que la prohibición de desplazar a los
caballos por carretera en Rumanía ha hecho que se lleven masivamente al
matadero y se busque salida a su carne con precios muy baratos.
“Tenemos lo que parece ser un fraude a gran escala que afecta a toda
Europa, pero aún no sabemos qué empresas están implicadas”, afirmó por
su parte la ministra de Sanidad francesa, Marisol Touraine. El
presidente de la Asociación Nacional de Industrias Alimentarias,
Jean-René Buisso, rechazó toda responsabilidad en el asunto y dijo que
la industria ha sido víctima de un fraude.
Una de las claves de la investigación, según reveló Hamon, será
determinar si Spanghero compró caballo en vez de ternera a sabiendas o
fue engañada también. Spanghero emitió un comunicado en el que asegura
que compró la carne etiquetada como ternera de origen rumano y que la
vendió sin procesar a Comigel, que en su fábrica Tavola de Luxemburgo la
convirtió en lasañas y otros platos precocinados. Tanto esta sociedad
como Findus decidieron poner una denuncia contra desconocidos para
defender sus intereses en los tribunales.
Ante tamaño lío, y antes de que el consumidor se espante, en Alemania, recoge Der Spiegel,
los supermercados Kaiser de Tengelmann han dejado de comercializar
provisionalmente su lasaña de marca blanca “por motivos preventivos”,
según un portavoz de la empresa. Pero, por ahora, no hay indicio alguno
de que en estos precocinados se haya detectado la presencia de carne de
caballo. Y el famoso distribuidor alemán Lidl ha negado que ninguno de
los productores alimentarios involucrados en este laberinto trabaje para
ellos.
La compañía Findus, que la semana pasada ya había retirado todas sus
lasañas de carne en Reino Unido y Francia por su alto contenido en carne
de caballo, asegura que no hay rastro de este animal en los platos
preparados que comercializa en España. Según la empresa, han sido
procesados por Audens Food en una planta ubicada en Barcelona y su carne
"ha sido certificada por sus proveedores".
La OCU, que detectó ADN equino en dos marcas de caballo y continúa
con su investigación sobre este asunto en España, ha realizado un análisis de 19 marcas de salsas boloñesas
y confirma que no hay trazas de caballo en estos productos. No
obstante, la organización exige a la Agencia Española de Seguridad
Alimentaria y las autoridades de consumo competentes en España que
ofrezcan una explicación sobre la situación del mercado de productos
cárnicos en España.
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