Baltasar Garzón recibió este jueves de manos de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner,
su DNI de residente extranjero en ese país. El exjuez adquirió la
residencia por un año y renovable, porque trabajará como asesor de la
Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de Argentina. No
es que Garzón vaya a residir solo en Buenos Aires. También seguirá
desarrollando sus actividades en España, en Colombia —donde asesora a la
Fiscalía General— y en Ecuador, donde elabora un informe para una
reforma judicial.
“Baltasar Garzón nos ha hecho el honor de pedir su residencia aquí,
en la República Argentina, y también como un representante de una
justicia que no es solamente de los derechos humanos vinculados con las terribles dictaduras que asolaron a nuestros países,
sino que habla de los derechos humanos de segunda, tercera, cuarta,
quinta generación, como le llaman, y que yo lo sintetizaría en el
derecho a vivir con esperanza y con ilusión”. Con estas palabras,
presentó Fernández a Garzón entre los aplausos de los asistentes al acto
en la Casa Rosada, sede de la presidencia argentina.
El también asesor del Tribunal Penal Internacional de La Haya había
comparecido horas antes, entre el público, en la segunda sesión del
tercer juicio sobre los crímenes cometidos por la última dictadura
argentina (1976-1983) en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), uno de
los mayores centros clandestinos de detención del régimen.
“Después de Núremberg, no creo que haya habido un juicio de esta
envergadura por crímenes de lesa humanidad. Eso es muy importante no
solo para Argentina, sino para el mundo entero”, comentó Garzón a la
prensa. El tercer juicio sobre la ESMA es el mayor de todos los procesos
emprendidos contra el terrorismo de Estado en Argentina por la cantidad
de acusados, unos 68, la de delitos juzgados, unos 789, y la de
testigos, casi 900, que desfilarán a lo largo de dos años por los
estrados.
Entre los 68 acusados figuran algunos de los exmilitares y expolicías
argentinos que Garzón persiguió en los años 90 del siglo pasado y
principios de este siglo, bajo el criterio de justicia universal y
cuando en el país sudamericano aún regían las amnistías que se
suprimieron en el Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007). Garzón se
encontraba en un balcón que tiene la sala del juicio. En la pantalla
gigante allí instalada podía ver los rostros de los imputados, pero
ellos no podían observarlo a él. “Para mí, [este acto] es volver a
encontrarme con los rostros de muchos de los que en España investigamos,
especialmente de Ricardo Cavallo. Muchos de los que están aquí fueron
procesados por mí, y verlos sometidos a juicio es a lo que cualquier
juez aspira, sobre todo por hechos tan graves como estos. Que [el
juicio] se esté haciendo en Argentina es un triunfo para todos y sobre
todo para las víctimas”, concluyó el exjuez.
Garzón llegó al juicio en compañía de la presidenta de Abuelas de
Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, que sigue buscando a cientos de bebés
de desaparecidas que nacieron en cautiverio y que fueron entregados a
entonces integrantes de las fuerzas de seguridad o a personas vinculadas
a ellas. En los últimos meses, el exjuez ha recibido homenajes en varias ciudades de Argentina.
También se ha reunido con diversos políticos y ha respaldado algunas
medidas del Gobierno de Fernández, como la ley contra la concentración
de medios audiovisuales o la lucha contra los acreedores litigantes por
la suspensión de pagos de Argentina en 2001. También ha apoyado, por
ejemplo, al juez de Jujuy (noroeste del país sudamericano) que procesó a
uno de los empresarios más poderosos de Argentina, Carlos Pedro
Blaquier, por presunta colaboración en crímenes de la dictadura.
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