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domingo, 15 de julio de 2012

La última comedia de Berlusconi


A los buenos delanteros les basta una finta para, sin tocar siquiera el balón, mandar a cuatro defensores al suelo. Es lo que acaba de hacer Silvio Berlusconi. Sin decir oficialmente esta boca es mía, solo alimentando rumores sobre su supuesto regreso a la política, ha organizado la marimorena en Italia. El problema es que Berlusconi nunca fue un fino estilista, sino un tuercebotas cuyo juego chapucero y tramposo condujo a Italia a la ruina económica, política y moral. Ahora que el país, bajo la batuta de Mario Monti y el apoyo responsable de los principales partidos, intenta a duras penas levantar cabeza, Berlusconi, el viejo primer ministro de los escándalos sexuales, los chistes racistas y las leyes a su medida, amenaza con volver. ¿O se trata solo de una comedia, de la última comedia?

Desde hace algunas semanas, Silvio Berlusconi, de 75 años, separado, padre de cinco hijos y abuelo de seis nietos —dentro de unas horas nacerá el séptimo—, permanece a dieta de comida y declaraciones. Cuenta su amigo Bruno Vespa, conductor de uno de los programas más populares de la RAI, que el anterior primer ministro ya ha conseguido perder algunos kilos. No solo de grasa. Il Cavaliere está intentando —tarea titánica donde las haya— rediseñar su perfil para alejarlo de aquel que tan eficazmente cultivó durante los últimos 18 años. Valgan tres ejemplos. El primero es que, al menos de cara a la galería, Berlusconi pretende hacer las paces con su anterior esposa, Veronica Lario, ofrecer —a la vejez, viruelas— una imagen de cabeza de familia bien avenida. En paralelo, el magnate está maniobrando para que Nicole Minetti, la guapa higienista dental a la que convirtió en consejera de Lombardía y reclutadora de muchachas, abandone el escaño. Sobre Minetti y sobre él mismo pesa la acusación de inducción a la prostitución de la menor Karima el Mahroug, más conocida como Ruby Robacorazones, en un proceso que sigue celebrándose en Milán.

El tercer ejemplo tiene que ver con su presunta intención de volver a presentarse como candidato de su partido, el Pueblo de la Libertad (PDL), a la presidencia del Gobierno italiano en la primavera del 2013: su número dos sería una mujer. Pero nada de jóvenes modelos dispuestas a disfrazarse de Obama o de Ronaldinho para luego quedarse desnudas. Se trataría de una mujer relevante de la política o de la empresa que, de forma implícita, lanzara al electorado femenino el mensaje de que Berlusconi ya no es el viejo verde que organizaba fiestas de bunga bunga —“cenas elegantes con espectáculos de burlesque”, según sus declaraciones—, sino un verdadero estadista. Porque, y aquí viene lo bueno, Berlusconi se considera víctima de una injusticia. Si nos creemos a quienes hablan por su boca, el anterior primer ministro quiere volver a la política en busca de justicia. Además de Bruno Vespa, lo cuenta Angelino Alfano, el secretario general del PDL: “Hay un motivo que lo ha llevado a tomar esta decisión. Es el legítimo deseo de tener un juicio popular sobre los años más difíciles de la historia republicana. Los años oscuros de la crisis económica, injustamente atribuida a Berlusconi. Los años de la agresión moralista transformada en proceso penal… Al final de un quinquenio así, es justo que el protagonista de esta historia pida al pueblo un nuevo juicio y un nuevo mandato”.

Es curioso, muy curioso, que el autor de esas palabras —de esa comprensiva interpretación de los deseos de su jefe— sea precisamente el máximo perdedor de esta historia. Angelino Alfano, de 41 años, abogado de formación y ministro de Justicia entre 2008 y 2011, estaba considerado el delfín de Berlusconi, quien lo organizó todo para que, hace justo un año, fuese elegido su sucesor al frente del PDL y, a expensas de unas primarias, virtual candidato del centro-derecha a la jefatura del Gobierno en las próximas elecciones. Aunque carente de carisma, y bajo la sombra siempre amenazante de Berlusconi, Alfano ha intentado durante los últimos meses que el PDL —más que un partido, un cortijo— se fuese adecuando a los nuevos tiempos. Junto a los líderes de la izquierda, Pier Luigi Bersani, y el centro, Pier Ferdinando Casini, ha venido otorgando al gobierno técnico de Mario Monti el respaldo necesario para que sacara adelante los ajustes que pedía Bruselas. Aun con muchos vicios del pasado —la corrupción endémica, los privilegios—, la política italiana parecía ir despertando de una pesadilla de dos décadas.

Sin embargo, a mediados de esta semana, el pasado se hizo presente. Nadie duda de que la larga y muy poderosa mano de Il Cavaliere tuvo mucho que ver con la difusión de una encuesta según la cual, con Alfano de candidato y Berlusconi jubilado, el PDL se desplomaría hasta un 8% de votos. La situación mejoraría, de un 17% a un 21%, si Alfano fuese el candidato y Berlusconi permaneciese como figura decorativa en la presidencia del partido. Y, definitivamente, la intención de voto subiría hasta casi un 30% si el candidato volviese a ser Berlusconi, aunque al frente de un partido con otro nombre y otra bandera… Unas horas después de ser publicada la inocente encuesta, Angelino Alfano, el delfín, escribió en su cuenta de twitter: “Muchos piden al presidente Berlusconi que sea candidato. Yo soy el primero. Si se decide, estaré y estaremos a su lado”. La operación de regreso al pasado estaba en marcha. Dicen que al sucesor frustrado se le saltaron las lágrimas.

Berlusconi seguía en silencio o, mejor, hablando por boca de otros: “Me dicen que todo el mundo empresarial quiere mi regreso”. El anterior primer ministro se dejaba querer. Durante las últimas semanas se le había visto en Milán y también bajándose de su avión en la isla de Cerdeña. Sin embargo, coincidiendo con la publicación de las encuestas, Berlusconi volvió a instalarse en su lujosa mansión romana, el palacio Grazioli. Desde allí ve la reacción de los políticos a su presunta decisión de regresar. Incredulidad, burla y alarma. Nadie —salvo los suyos más fieles— la considera una buena noticia. Hay quien se lo toma con sorna y quien, incluso desde las filas de la izquierda, deja entrever que, si hay que elegir entre el viejo populista y la nueva opción del cómico Beppe Grillo, mejor malo conocido que bueno por conocer. En el Corriere della Sera, Massimo Franco resume: “Un PDL que contiene la carga antisistema de Grillo no provoca demasiado miedo. Pero un Berlusconi ‘grillino’ alarma. Por ahora los gobiernos occidentales callan. Pero desde ayer tienen un arma más contra Italia”. El Vaticano, siempre presente en la vida italiana, deja claro a través de sus canales que es una mala noticia —aunque Berlusconi trató a la Iglesia con guante de seda— y los diarios dicen que tanto Monti como sus colegas europeos están horrorizados con la idea. La cuestión es: ¿qué persigue realmente Berlusconi?

Frente a su amigo Bruno Vespa, dice: “Si en las próximas elecciones bajásemos de un modo absurdo del 38% que yo obtuve al 8% de los votos, ¿qué sentido habrían tenido 18 años de compromiso político? Me habría gustado hacer el anuncio algo más adelante, quizá a principios de otoño, pero aquí no se puede mantener nada en secreto”. Después de dos décadas viéndolo cada día en la televisión, en los juzgados y en el Gobierno, sería difícil encontrar a un italiano capaz de creerse a pie juntillas las palabras de ese gran comediante llamado Berlusconi. ¿Qué busca realmente? Nadie lo sabe. Tal vez solo pretenda blindarse aún más ante los procesos judiciales que aún tiene pendientes. En cualquier caso, listo y fullero como él solo, ya ha empezado a manejar dos argumentos. Que salió del Gobierno de Italia por su propio pie, sin haber sido derrotado, y que la dichosa prima de riesgo sigue donde estaba cuando él se marchó y llegó Mario Monti. El pirómano hablándole de tú a tú al bombero. La última comedia —o tragicomedia— de Berlusconi.

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