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sábado, 14 de abril de 2012

Sor María, cercada por ladrona de bebes, los vendía


Si esta historia se lleva algún día al cine, seguro que la mayor parte de los espectadores se deshará en llanto. Cuanto se va sabiendo en torno al caso de Pilar, la niña supuestamente sustraída en 1982, y sor María, la monja acusada de entregarla ilegalmente en adopción, resulta cada vez más duro y conmovedor. Ayer declararon los padres adoptivos de la niña, que obviamente es hoy en día una mujer hecha y derecha, y sus testimonios arrojaron nuevas sospechas sobre la conducta de la religiosa. El hecho es que la madre adoptiva de Pilar dijo no reconocer su firma al pie de los documentos con los que en su día se hizo cargo de la niña y que ayer le fueron exhibidos en el juzgado. El juez del caso, Adolfo Carretero, se plantea ahora encargar un dictamen caligráfico para aclararlo.

Sor María, en suma, aparece cercada por una red de indicios que crece mientras ella no se defiende ante la justicia. La monja, de 87 años, decidió permanecer en silencio cuando la llamaron los fiscales, e hizo lo mismo anteayer cuando compareció citada por el juez. Luego se hizo pública una carta exculpatoria enviada a la agencia Efe, pero sin responder a preguntas ni precisar hechos, en parte por lagunas de memoria, según fuentes de su defensa.

La circunstancia de que ahora aparezcan documentos presuntamente falsificados parece abonar la tesis de las víctimas de robos de menores, que siempre han sostenido que en este asunto tuvo que haber diversas complicidades, no sólo la supuesta conducta de una monja dispuesta a dar irregularmente a una menor en adopción. Guillermo Peña, el abogado que representa en el caso a la asociación SOS Bebés Robados, expresó ayer a la salida del juzgado una convicción tajante. "Esto es -manifestó- una adopción irregular porque está basada en documentos falsos".

El juez deberá indagar ahora si efectivamente se falsificaron las firmas de los documentos, y tratar de establecer quién lo hizo. Los padres adoptivos de Pilar, por otra parte, proporcionaron ayer una serie de datos difícilmente contrastables si sor María decide seguir en silencio. Se trata de Juanita y Alejandro, que ya no viven como matrimonio. Están separados y han tratado de ayudar a Pilar a encontrar a su madre biológica durante quince años.

Los padres adoptivos proporcionaron al juez versiones coincidentes sobre las circunstancias de la adopción. Dijeron que sor María les manifestó que podía entregarles una niña cuya madre "no tenía posibles" para mantener a la pequeña. Alejandro admitió haber pagado 80.000 pesetas de la época cuando recibió a la menor, pero negó que fuera un precio por la niña. Añadió que esa suma fue para satisfacer las facturas por los gastos que causó la asistencia a la pequeña durante sus primeras semanas de vida. Pilar vino al mundo en la clínica de Santa Cristina de Madrid, y estuvo casi dos meses en la incubadora. La monja les dijo a los padres adoptivos que la niña estaba "muy malita" y les ofreció que se hicieran cargo de otro bebé. Pero Juanita y Alejandro le respondieron que querían a Pilar, tal vez conmovidos por su lucha por la vida.

Aquella niña ha demostrado, en efecto, ser una luchadora nata. Alejandro la ayudó mucho a encontrar a su madre biológica, un proceso en el que rompió su relación con la religiosa. El padre adoptivo no logró que sor María le facilitase dato alguno de María Luisa, madre de Pilar, cuando, siendo ya adulta, esta quiso conocerla. Durante años, Alejandro visitó regularmente a la monja para contarle la alegría que le proporcionaba ver crecer a su hija adoptada. Pero cuando no logró que le ayudase a encontrar a la madre biológica, dejó de visitarla.

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