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lunes, 26 de marzo de 2012


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Por Lourdes Pérez Navarro*
La Habana (PL) Cuba atesora locomotoras de vapor norteamericanas e inglesas de las más antiguas y mejor conservadas del mundo, al punto que algunas de ellas aún están aptas para rodar por los caminos de hierro.

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La isla caribeña fue el primer país iberoamericano, el segundo de América (después de Estados Unidos) y el séptimo en el mundo en poseer ferrocarriles, al marchar por los rieles la locomotora que inauguró, el domingo 19 de noviembre de 1837, el tramo La Habana-Bejucal.

Ese año arribaron las primeras ocho locomotoras inglesas fabricadas por la compañía Braithwhith y Renais, las que en breve fueron sustituidas por las norteamericanas Baldwin y Norris.

Inicialmente trasladaron pasajeros, al año siguiente cargas, luego correo y en 1840 prensa.

En 1853, a lo largo de la vía férrea empezaron a extenderse los cables del telégrafo, medio esencial para las comunicaciones de la época.

Las máquinas inglesas trabajaron apenas un año y fueron devueltas a Inglaterra por supuestos desperfectos técnicos, explicó a Prensa Latina el museólogo especialista del Museo del Ferrocarril de Cuba, Jorge Castro Columbié.

"Luego empezaron a llegar las locomotoras norteamericanas. Las primeras exportaciones de Estados Unidos en el mundo vinieron para aquí, aunque de las iniciales no quedan muestras", comentó.

La más antigua existente en el país es La Junta, considerada una de las 10 mejor conservadas mundialmente -más del 70 por ciento de sus piezas son originales- y declarada Monumento Nacional, afirmó el experto.

La Junta fue comprada en Estados Unidos para la Empresa del Ferrocarril de Matanzas a finales de 1842 por un monto de seis mil 700 dólares.

El ingeniero norteamericano que proyectó y ejecutó el primer ferrocarril cubano, Alfred Cruger, le había encargado su construcción a Thomas Rogers, un importante fabricante de locomotoras de vapor del siglo XIX en Estados Unidos.

Tras arribar a Cuba a inicios de 1843, la máquina, de una tecnología muy avanzada para su época, se puso a prueba con viajes cortos hasta que en noviembre de ese año comenzó a prestar servicios de carga y pasajeros en la provincia de Matanzas.

Fue la locomotora insignia del ferrocarril matancero y se mantuvo activa durante décadas, hasta que en 1912 pasó a exhibirse en estaciones ferroviarias y desde noviembre del 2002 se muestra en el Museo del Ferrocarril de Cuba.

Anteriormente, en 1987, año del aniversario 150 del ferrocarril cubano, La Junta fue sometida a una reparación capital, se prendió su caldera y la máquina volvió a rodar sobre rieles, al menos unos metros.

La segunda locomotora más añeja es una inglesa fabricada en 1873 por Manning Wardle & Co., único ejemplar de su tipo existente en el mundo.

Esa había desaparecido -rememora Castro Columbié-, pero un grupo de investigadores se dio a la tarea de rescatarla, tras hallar algunas piezas dispersas en diferentes sitios y agregar otras fieles a las originales.

Hoy la pequeña locomotora inglesa, utilizada por décadas en la industria azucarera, ocupa un sitio destacado en el Museo.

Esa institución recoge 175 años de historia del ferrocarril cubano. Sus salas temáticas muestran locomotoras de vapor, Diesel y eléctricas; vagones, equipos de comunicación y señalización, herramientas y máquinas vinculadas a la construcción y mantenimiento de las vías, como las llamadas chispitas.

Recrea, además, la sala de operaciones de una estación ferroviaria de la primera mitad del siglo XX, con teléfono, telégrafo, báscula, faroles, mobiliario y otros materiales originales.

Sus archivos atesoran maquetas, planos, fotografías y documentos útiles para investigadores, estudiosos y amantes del llamado camino de hierro.

Las longevas locomotoras, legalmente amparadas como patrimonio cubano, rebasan los predios del Museo y pueden admirarse a lo largo del país, esencialmente en lugares cercanos a los centrales azucareros, donde la mayoría desarrolló su vida útil.

Su imponente robustez de hierro también puede apreciarse en sitios como el parque del Agrimensor, en La Habana Vieja, frente a la Estación Central, instalación que el próximo noviembre cumplirá 100 años.

Algunas sorprenderían al mayor de los incrédulos, pues, a pesar de su obsoleta tecnología, poseen licencia operativa de transporte, es decir, están técnicamente aptas para transitar.

Así, de crearse las condiciones de infraestructura, la Mañalich (1907, de la American Locomotive Company, y Central Ecuador (1920, de la Vulcan Iron Works), podrían cumplir el sueño de muchos de rodar por los caminos de hierro a bordo de un tren conducido por una añosa locomotora de vapor.

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