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miércoles, 21 de marzo de 2012

Barça 5 - Granada 3 Messi cumple con la Historia


Fue una noche singular, bajo la lluvia de primavera, triunfo a salto de mata en un duelo chiflado ante el Granada, donde las únicas certezas llevaron la firma de Messi. Completó el '10' su sexto hat-trick en Liga, con el que se coloca al frente de la clasificación histórica del Barça, según una novedosa contabilidad. Nada menos que 234 tantos en partidos oficiales, dos más que César, al que le han restado tres en los cálculos recientes. Y dos más este curso que Cristiano, con quien mantiene una titánica pelea por el Pichichi. A semejante ritmo, cualquier gesta parece una broma en las botas de Leo. [Narración y estadísticas (5-3)]

También reina Messi en mitad de la confusión, en partidos como este, terreno abonado para el 'más díficil todavía'. Si al cuarto de hora la cosa iba para goleada, al minuto 60, con el 2-2, mucho culés se hacían cruces de espanto. Así que debió acudir presto Leo para que todo el estadio cayera a sus pies. Y aún dio tiempo en el descuento para la segunda amarilla a Dani Alves, al que señalaron dos penaltis, algo insólito en el templo azulgrana desde 1993. El dueño del silbato se llamaba José Antonio Teixiera Vitienes, hermano de Fernando, árbitro de Primera, para más señas. Al juez, siempre en el disparadero, le reclamaron además un penalti de Valdés a Borja Gómez y otro anterior por zancadilla a Alexis.

Demasiados desbarajustes para Guardiola, que apenas 72 horas después del Pizjuán formaba con un once de lo más insólito. Dejó fuera de la lista a Busquets y sentó a Iniesta, Fábregas, Mascherano y Pedro. En su lugar, metió a Keita, Thiago, Alexis, Puyol y Cuenca, el más espabilado para aprovechar este tipo de oportunidades. De sus carreras por la izquierda, en colaboración con Messi, nacieron los dos primeros goles. Leo cedió el 1-0 a Xavi con la cabeza y poco después definió de primeras pegadita al palo.

Antídoto contra las dudas

Fueron esos los mejores momentos del Barça, con las pulsaciones de antaño, esos tiempos en los que cualquier rival parecía pura cochambre. El Granada, un modesto que no anda para heroicidades, se hartaba a correr tras el balón. Había salido animoso y en un minuto su presión adelantada se tradujo en un disparo fuera de Carlos Martins. Pero no volvió a acercarse por los dominios de Valdés hasta pasada la hora de juego. Y en dos arreones, cuando nadie podía sospecharlo, empató.

Por entonces ya no corría por el lateral zurdo Adriano, víctima de unas molestias. Para remendarlo, hubo que recurrir a Mascherano, pero el Barça, víctima de una relajación inexplicable, perdió poco a poco el hilo. Un despiste de Piqué facilitó el cabezazo de Mainz y Alves, apresurado ante Dani Benítez, regaló el penalti del 2-2. Incluso Uche parecía animado para gestas mayores. Ante semejante urgencia, con el runrún en la grada, nadie mejor que Messi para retomar el timón.

Nada importó la mala noche de Thiago o Alexis, porque él solo podía forzar la máquina a su antojo. Habilitado por Alves, en posición apuradísima, Leo no se demoró ni cinco minutos para poner el 2-2 por encima de la cabeza de Julio César. Y poco después, con Iniesta y Tello de socios, sentenció con una naturalidad sólo al alcance de los genios. Cuando recibió otra vez de Alves para el 5-2, ni una sola alma en el estadio dejaba de corear su nombre.

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