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miércoles, 26 de octubre de 2011

Historia de dos colegios


El pasado sábado el New York Times dedicaba un extenso artículo a la Waldrof School of the Peninsula, un colegio de educación primaria en pleno corazón de Silicon Valley en el que no sólo no se permite el uso de ordenadores sino que pide a sus alumnos que se abstengan de utilizar la TV o el PC también en casa. Lo he visto mencionado en mi timeline de Twitter varias veces durante los últimos días. En mi caso lo descubrí el pasado domingo gracias a Patricia Fernández de Lis (@pflis).

La gracia del asunto es que este colegio, que cuesta más de 15.000 euros al año, es elegido por muchos trabajadores de Google, Apple, eBay o HP para educar a sus hijos. Ahora que en buena parte de los colegios de Estados Unidos los conceptos básicos de matemáticas se explican a menudo con apoyo de software educativo esta escuela apuesta por alternativas creativas como tejer calcetines para explicar reconocimiento de patrones y técnicas de solución de problemas o enseñar fracciones aprovechando la hora de la merienda, cortando pasteles en diferentes porciones.

La postura general de padres y profesores parece ser que este tipo de acercamiento fomenta la creatividad del alumno y que la ausencia del ordenador no supone un problema importante. Hace una década no todas las familias tenían acceso a un ordenador y para muchos alumnos el colegio era la única oportunidad de aprender los fundamentos del PC. Ahora en casi todos los hogares de la zona hay al menos un PC y los niños a menudo saben manejarlos con eficiencia incluso antes de empezar la educación primaria. ¿Sirve de algo tener una clase de “informática” a estas alturas?

A miles de kilómetros de distancia una escuela privada escocesa está haciendo justo el acercamiento opuesto. En la Cedars School of Excellenece cada alumno recibe una tableta con todo el material educativo y aplicaciones pensadas para la clase. El responsable de la iniciativa, Fraser Speirs, lleva un año contando en su blog la experiencia. En varios países, incluido España, se han hecho pruebas piloto parecidas, con portátiles, netbooks y tabletas, pero generalmente este tipo de proyectos tropiezan siempre con los mismos obstáculos. Las empresas colaboradoras lo utilizan como una plataforma de publicidad de un año y luego tienden a olvidarse, los profesores no reciben la formación adecuada para sacar provecho a las nuevas herramientas o los dispositivos no son los idóneos para el aula.

Mi impresión es que estos dos extremos son la prueba de que el papel del colegio en la educación de los niños está cambiando pero que todavía no se sabe muy bien hacia donde y que, con o sin ordenador, hay algo que no funciona en el viejo sistema de memorizar las lecciones del libro de texto.

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