Volvió una noche, la del pasado martes 29 y fue, como siempre, un Chávez auténtico. El presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez se multiplicó y estuvo pareció en varios lugares a la misma vez.
Hugo Chávez. Ayer, en la puerta de la sede del Frente Amplio.
Conferencia de prensa. Mujica y Chávez llegaron juntos al funeral del general Licandro.
En la casona de Suárez. En la sede central del Frente Amplio. En la Facultad de Medicina. En todas las calles y en todas las esquinas de Montevideo. Arriba y abajo.
Es bastante fácil determinar por dónde anda el presidente venezolano. Una legión de escoltas propios e inviolables lo sigue como la sombra. Cuando ellos se dejan ver, allí debe estar Chávez, es a la fácil conclusión a la que se arriba. Llegan antes que él al lugar indicado y se van inmediatamente después. Eso sí, rápidamente, casi sin que uno se dé cuenta. Son grandes en altura y en anchura. Se ven pero, si así lo quieren, tampoco se ven.
Verborrágicamente y ante cuanto micrófono se le ponía adelante, desafió a Estados Unidos y a sus aliados que protagonizan hoy la batalla norafricana. "Estamos dijo en la noche de ayer ante una multitud en la Facultad de Medicina- en la fase suprema del imperialismo: la locura".
Antes, al mediodía en la casona de Suárez y Reyes, locuaz como siempre interpeló a un periodista de una agencia internacional de noticias. El profesional le pidió su opinión sobre la invasión del comando de la OTAN en Libia. No vino una respuesta de parte del presidente Chávez luego de la pregunta, sino un intercambio de consulta. Que opinas tú al respecto, le dijo el mandatario al periodista. Chávez seguramente escondía una sonrisa que nunca develó. Para la prensa es, y en ocasiones cuando se trata de cubrir la actividad del presidente venezolano, como el juego del gato y del ratón.
En el único lugar y en el único momento donde el presidente bolivariano no hizo declaraciones fue cuando se hizo presente en el velorio del general Víctor Licandro. Llegó junto al presidente José Mujica.
Un enjambre de periodistas lo esperaban para intentar interceptarlo al momento de que ingresara a la sede central del Frente Amplio. "Ahí viene...ahí viene...apróntense", los micrófonos y cámaras se encendían y los "clicks" de las lapiceras sonaban prontas para recoger alguna frase. Así quedaron, como en stand by. Porque Chávez, en una jugada maestra, descendió del vehículo que lo transportaba unos metros antes del lugar indicado para la prensa y entró fugazmente a la sede frenteamplista por una puerta lateral.
Sin que nadie supiese aunque se sospechaba qué ocurría dentro de la casona del Frente Amplio, pocos minutos después que ingresó, el presidente abandonó la sede envuelto otra vez entre muros de sacos y lentes oscuros. Se pudo escuchar de su voz apenas un "Viva Licandro". Mujica, algo abandonado por la prensa en esta ocasión, apenas señaló que ante la muerte del general Licandro "se cierra una etapa" dijo, y acompañó la frase con sus manos, como cerrando un libro. Luego aclaró que "no voy a hablar más. Sólo voy a acompañar a Licandro al cementerio". Para cuando ocurría esto, Chávez ya era historia. Hacía como dos segundos que había abandonado el lugar de Colonia y Ejido y, por como iba, debía estar ya en algún sitio al otro lado de Montevideo.
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