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jueves, 20 de enero de 2011

Los buenos, los regulares, los malos y los medios de comunicación españoles



La cocina en la que se preparan la mayoría de las noticias que nos ofrecen los medios no está del todo limpia, lo que tiene como consecuencia que los menús no resulten del todo saludables. Veamos algunos ejemplos.

Inundaciones y otros desastres

Con motivo de las inundaciones que están asolando buena parte de Australia, las noticias nos presentan la colaboración ciudadana como “sin precedentes”. Tal vez debido a que son los incidentes con menos precedentes en los tiempos recientes. O tal vez porque estas inundaciones no son como las de Brasil, donde no se ha mencionado en absoluto la colaboración ciudadana, ¿se debe entender pues que los brasileños son personas del todo insolidarias?

A juicio de los medios tampoco las inundaciones de Venezuela destacan por la colaboración ciudadana, menos aún por la solidaridad demostrada por su presidente, Hugo Chávez, quien pidió la tan criticada ley habilitante para hacer frente de forma efectiva a las consecuencias de las inundaciones. Es más, de las inundaciones en Venezuela, las imágenes a destacar en opinión de Tele5 son las que muestran a una serie de personas que pretenden cruzar una autopista cargando con sus pertenencias personales, mientras el texto que acompaña las imágenes dice: “aquí vemos a unos ciudadanos venezolanos afectados por las últimas inundaciones, reclamando una vivienda digna. La respuesta de los conductores es atropellarles”. La locución incidía en repetidas ocasiones sobre la frase: “reclamaban una vivienda digna”. El mensaje que se transmite es doblemente perverso, ya que es contra los dirigentes políticos venezolanos “que no hacen nada” por su pueblo, pero también contra el propio pueblo venezolano “que atropella a quienes reclaman una vivienda digna”. La beligerante derecha venezolana estará muy orgullosa de la imagen de su país que circula por los medios, aunque sea mentira y tremendamente dañina.

Es el mismo tono tendencioso que se ha podido observar durante todo el año 2.010, en el cuál se ha silenciado sistemáticamente la increíble solidaridad demostrada por el gobierno cubano con respecto del auxilio prestado al pueblo de Haití. Y no es el único país no perteneciente al primer mundo que ha prestado considerable ayuda desde el primer momento del desastre. La imagen general transmitida al mundo es que el pueblo haitiano, al parecer inútil para ayudarse a sí mismo, debe esperar la ayuda del primer mundo para salir de su desgracia. Aunque esta ayuda llega en la mayoría de los casos, en forma de soldados, empresas privadas que harán negocio de su desgracia o pretendidas acciones solidarias de personajes famosos que necesitan relanzar su carrera.

Dictaduras y dictadores

Entre las principales señas de identidad de una dictadura se encuentran la de prohibición de partidos políticos y la de enriquecimiento desorbitado de la familia en el poder a costa de la pobreza de los ciudadanos. Estas dos pautas se han repetido durante más de 20 años en Túnez. Los medios nunca se han referido a Túnez como una dictadura, tal vez porque a los medios les cuesta un esfuerzo imposible utilizar esa palabra para referirse a regímenes políticos que no sean de izquierdas.

En Italia, el primer ministro Berlusconi, envuelto día sí y día también en diversos tipos de escándalos, frecuentemente sexuales, nunca termina de cuajar una opinión negativa en los medios oficiales. Tal vez tenga que ver en ello que sus tendencias políticas no son de izquierdas.

La tibieza de la UE para con Marruecos es, según los medios oficiales, ofrecida como pago a una supuesta estabilidad política, sin que ninguno se atreva a decir en voz alta el verdadero motivo comercial que la UE quiere ocultar. Tal vez tenga que ver en ello que el régimen absolutista imperante en Marruecos no muestra tendencias izquierdistas, ni por lo tanto humanitarias.

Un niño palestino armado con una piedra se puede presentar ante los medios como un peligroso (futuro) terrorista, motivo este por el que supuestamente puede ser objetivo de las fuerzas de ocupación israelíes; pero un soldado israelí que empuña su arma apuntando a ese niño nunca es presentado como un peligroso (presente) terrorista. Tal vez las noticias fueran de otra manera si el gobierno israelí antepusiera a su inconmensurable interés por el dinero, su nulo interés por las personas.

Hagan un ejercicio de imaginación y piensen por un momento qué dirían los medios si el dictador de Túnez se llamara Hugo Chávez, si el “intachable” primer ministro italiano se llamara Hugo Chávez, si la represión marroquí contra el pueblo saharaui la llevara a cabo un tal Hugo Chávez, o si las fuerzas de ocupación de Palestina las comandara Hugo Chávez.

Atentados y atentados

Tras el reciente atentado contra la representante demócrata Gabrielle Giffords en Tucson, no faltaron voces que acusaron a Sarah Palin, líder del Tea Party, de incitadora a la violencia, basándose en la publicación del famoso mapa de los Estados Unidos en el que señalaba con el símbolo de la mirilla de un arma, la ubicación geográfica de los rivales demócratas a batir. Tampoco le faltaron acusaciones a Sharron Angle, ex candidata republicana al senado por Nevada, quien defendía abiertamente el derecho a la tenencia de armas por parte de la población civil. Ambas políticas se han desmarcado de las acusaciones y Angle calificó de “peligrosos e ignorantes” a quienes pretendían relacionarla de alguna manera con los incidentes de Tucson.

El tratamiento de Telemadrid y el espacio dedicado por esta cadena al desmentido de esas acusaciones por parte de Palin y Angle, solo es comparable a los esfuerzos y medios humanos y técnicos que están derrochando para relacionar a líderes del PSOE murciano con las brutales agresiones sufridas por Pedro Alberto Cruz, consejero de Cultura de la región de Murcia, a manos de tres salvajes. En España no existe ni un solo político de izquierdas que haya hecho nada parecido a lo de Palin o Angle, pero esto no impide a Telemadrid presentar a los políticos de izquierdas como culpables de la crispación social que está viviendo el estado español y, en último término como responsables originarios e indirectos de actos tan deplorables como este. La politización que está haciendo Telemadrid de este lamentable hecho solo responde a la unificación de criterios (y de malas intenciones) que la derecha ha organizado en torno a ello. En los informativos de Telemadrid del día 17 de enero, y bajo el antetítulo: “Agresiones en Murcia”, se podía leer el siguiente titular: “Líderes del PSOE murciano acuden a las manifestaciones de acoso al PP”, las imágenes que ilustraban el titular pertenecían al reportaje en el que se comentaban los hechos relativos a la agresión sufrida por Pedro Alberto Cruz. Es más bien fácil que en la mente del espectador queden asociados firmemente los comentarios vertidos en el reportaje con el titular mostrado a pie de pantalla. Con lo que se pretende establecer una engañosa relación directa entre los políticos de izquierdas y la violencia. En todo caso, me parece oportuno señalar que en el ejercicio de acoso a partidos políticos tiene infinitamente más experiencia cualquier dirigente del Partido Popular que el más exaltado manifestante, ya sea murciano, madrileño o catalán.

Aunque no sea cierto, los medios se empeñan en demostrar que las manifestaciones contra las políticas de gobiernos socialistas son contra el socialismo, mientras que las que se llevan a cabo para protestar contra políticas de gobiernos de derechas, son contra las personas que integran estos gobiernos. Es decir, estamos ante su eterno problema de percepción de la sociedad que se puede resumir en “estás conmigo o contra mí”. Dicho de otra manera, los ataques sufridos por la derecha son ejecutados globalmente por la “violenta” ideología de izquierdas, mientras que los ataques sufridos por la izquierda son obra de dementes con los que nada tiene que ver la derecha.

En el caso concreto de Murcia y a ojos de los medios oficiales, está visto que aunque sea un gobierno de derechas quien disuelve a las clases trabajadoras con políticas lacrimógenas, la culpa es siempre de la izquierda.

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