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viernes, 17 de diciembre de 2010

Regresión social sin precedentes en Europa

Le Grand Soir

Traducido para Rebelión por Caty R.


Un huracán de regresión social sin precedentes azota con violencia a Europa y puede arrastrar a su paso todas las conquistas sociales arrancadas en duros combates por varias generaciones sucesivas. Las clases dirigentes europeas libran una auténtica guerra contra todos los avances sociales, pequeños y grandes. Son los enemigos declarados del progreso. Ningún ámbito está a salvo: empleo, trabajo estable, jubilaciones, familia, sanidad, libertades públicas, etc. La regresión es general y absoluta. El fantasma de la miseria planea sobre Europa. Los trabajadores unidos deben enfrentarse a esa burguesía retrógrada que los explota y los reduce a una existencia inhumana.

El gobierno conservador británico no ha encontrado nada mejor para satisfacer a los mercados financieros, y por lo tanto a la burguesía inglesa, ¡que hacer trabajar gratuitamente a los parados! En realidad la burguesía siempre ha despreciado a los pobres y a los parados. Malthus, aquel economista predicador, ¿no trataba a los parados, ya en el siglo XIX, de criminales a los que simplemente había que suprimir? Esto es lo que escribía F. Engels al respecto en La situación de la clase obrera en Inglaterra: «Malthus trata al pobre que busca un empleo como a un criminal añadiéndole la etiqueta de «superfluo» y recomienda a la sociedad que le castigue con la muerte por inanición» (1). La burguesía no siguió a Malthus en este punto. Pero suprimió, por medio de la Ley de 1834, todas las ayudas en dinero y en alimentos. También creó las famosas y siniestras workhouses(asilos) donde encerraba a los pobres. Esto da una buena medida del enorme progreso social que se ha conseguido desde entonces. Pero el nuevo gobierno quiere llegar hasta el fondo de su lógica retrógrada y destructora de las conquistas sociales.

Los parados no son los únicos afectados por la regresión social: los estudiantes (triplicación de las tasas universitarias), los funcionarios (supresión de 500.000 puestos de trabajo, congelación de sueldos…) los discapacitados (fuerte recorte del presupuesto), los jubilados (la edad oficial de jubilación se fijará en 66 años desde 2020), los arrendatarios modestos (revisión a la baja de los subsidios de vivienda), los consumidores (el IVA pasará del 17,5 al 20% en enero de 2011), etc.

La burguesía francesa no es más suave con las clases populares. Su política de regresión social no tiene nada que envidiar a la de los ricos de Gran Bretaña. Así, decenas de miles de puestos de trabajo se suprimen todos los años en la función pública, en particular en la Educación y la Sanidadpúblicas. Los gastos relacionados con la salud, por ejemplo, no dejan de crecer en los presupuestos familiares: «En ocho años el porcentaje de los gastos de sanidad en los presupuestos de las familias ha subido del 40 al 50% de media» (2).

En 2011 el gobierno tiene previsto un paquete de medidas para devolver a los ciudadanos el acceso a la asistencia, cada vez más prohibitiva para las clases populares (3).

A los trabajadores que tienen la «suerte» de trabajar se les obliga a seguir trabajando siempre para engordar todavía más a la ociosa clase dirigente. Hay que trabajar de día, de noche, el domingo, el lunes y todos los días de la semana. La ley de 35 horas establecida en 2002 está en la picota. Hay que retroceder y trabajar cuatro horas más mientras que el actual grado de desarrollo de la sociedad, en los planos de la ciencia y la técnica, permite trabajar bastante menos. En el siglo XIX, y más concretamente a partir de 1830, la duración media anual de trabajo era de 3.000 horas y «sólo» de 1.451 horas en 2006, es decir, la mitad (4) ¡Qué formidable progreso social arrancado por los trabajadores a los patronos!

Pero el gobierno actual quiere volver la rueda de la historia hacia atrás. Pretende esclavizar a todo un pueblo imponiéndole trabajar hasta los 67 años o más, ¡éste es el ideal de esta burguesía liberal y moderna! ¡Menuda regresión social!

En Grecia, Irlanda, Portugal y España, la situación económica y social de las clases trabajadores no es mucho mejor. Los gobiernos de esos países, auténticos representantes de la burguesía, se ensañan con un celo singular para destruir todo lo que los trabajadores en general obtuvieron gracias a sus luchas y sus sacrificios pasados: supresión masiva de empleos en la función pública, eliminación o disminución drástica de las prestaciones sociales, reducción y congelación de los sueldos de los funcionarios, disminución del salario mínimo, cuando existe, como en irlanda, que ha pasado de 8,65 euros por hora a 7,65, rebaja de las pensiones de jubilación y alargamiento del período de cotización, subida del impuesto sobre el valor añadido pagado esencialmente por quienes no pueden ahorrar, ya que se trata de un impuesto sobre el consumo, etc. Por el contrario el impuesto sobre los beneficios de las empresas, por ejemplo en Irlanda, sigue sin tocarse: un 12,5% únicamente, ¡el más bajo de los países capitalistas industrializados!

El presidente del gobierno español, el socialdemócrata José Luis Rodríguez Zapatero, a principios de diciembre de 2010 decidió poner en marcha una nueva batería de medidas para satisfacer a los mercados financieros. Hay que señalar, entre otras, la supresión del subsidio especial de 426 euros concedido a los parados al final de la prestación por desempleo y la reducción del impuesto de sociedades a las pequeñas y medianas empresas. Este enésimo plan también prevé la privatización parcial de aeropuertos y la transferencia de la gestión pública de los aeropuertos de Madrid y Barcelona al sector privado, con todas las consecuencias sociales desastrosas que conlleva para los trabajadores, como el alargamiento de la duración del trabajo.

Para demostrar su agradecimiento a Zapatero, la Bolsa de Madrid subió un 4,4% justo después del anuncio de esas medidas antisociales. La Comisión Europea, a su vez, celebró «la determinación del gobierno» (5). Por el contrario los controladores aéreos desencadenaron inmediatamente una huelga sorpresa. La respuesta del gobierno socialdemócrata español fue también muy rápida al declarar «el Estado de alerta» ¡por primera vez en la España postfranquista! El vicepresidente del gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba declaró, tras una reunión urgente del gobierno que «si los controladores no acuden a trabajar cometerán un delito de desobediencia según el código penal militar» (6).

Los planes de regresión económica y social se repiten, se suceden y son curiosamente similares. Todos tienen el mismo denominador común: obligar al pueblo a pagar muy caras las crisis del capitalismo. El pueblo tiene que sufrir porque los banqueros, los especuladores y otros parásitos viven en la opulencia. Paul Lafargue (1842-1911), en su famoso El derecho a la pereza, describe de esta forma la Francia capitalista, los bancos y los proletarios: «La Francia capitalista, una enorme hembra de cara velluda y cráneo pelado, se estira sobre un sofá de terciopelo (…). La banca, con hocico de comadreja, cuerpo de hiena y mano de arpía, le escamotea las piezas del fondo del bolsillo. Los proletarios llevan a los pies de la Franciacapitalista montones de mercancías, barricas de vino, sacos de oro y de trigo».

Los burgueses europeos con la colaboración de las agencias de calificación, el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyo jefe no es otro que Dominique Strauss-Kahn, el Banco Central Europeo (BCN), la Comisión Europea y todas las instituciones de la Unión, no retroceden ni retrocederán ante nada para encontrar los miles de millones de euros necesarios para la supervivencia del capital (7). Este último, como un vampiro, sólo puede vivir y expandirse chupando la riqueza producida por los trabajadores. ¡Cuánto más succiona más reclama! Por lo tanto se reduce a los trabajadores a simples máquinas productoras, sin tregua, de riqueza para la clase dominante.

Pueblos enteros, de Irlanda a España, de Portugal a Grecia, pasando por Gran Bretaña, Italia y Francia, son sometidos al dictado del capital y de la clase que lo detenta. Es ese despotismo, entre otras cosas, el que hace de la burguesía una clase despreciable, ya que su desprecio por los seres humanos no tiene límites. Los priva de toda dignidad y de toda humanidad.

Mientras Europa se hunde lentamente en las tinieblas, otros países del mundo han elegido salir de la oscuridad y nos proporcionan algunos rayos de esperanza. Algunos pueblos de América Latina han decidido seguir otro camino, el del progreso social y el respeto a la dignidad humana. El caso de Bolivia, por ejemplo, es muy significativo al respecto. El pueblo boliviano, guiado por el Movimiento al Socialismo de Evo Morales, no sólo se ha comprometido desde 2005 en un proceso de reapropiación de las riquezas del país, antes en las garras de las multinacionales, sino que además acaba de realizar una conquista social de alcance histórico: ¡la edad de jubilación ha pasado de los 65 a los 58 años! Ciertamente Bolivia no es Europa, pero la experiencia de algunos países de América Latina demuestra a los trabajadores europeos que no pueden esperar nada de sus respectivas burguesías, que otro camino es posible. Los trabajadores europeos no tienen más remedio que levantarse y dirigirse unidos contra su enemigo de clase, la burguesía que tanto los desprecia.

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