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viernes, 3 de diciembre de 2010

Por qué es tan difícil dar al niño la dosis justa de jarabe

La mayor parte de los jarabes para niños que pueden adquirirse sin receta, ya sean para la tos o el resfriado, alergias, dolores o problemas digestivos, no indican de forma clara e inequívoca cómo hay que administrar la dosis indicada. Muchos traen una cuchara dispensadora, pero no está marcada de acuerdo a lo que dice el prospecto.

El Mundo

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Así lo ha puesto de relieve un estudio que ha analizado los 200 jarabes más vendidos en EEUU sin necesidad de prescripción médica, y que ha encontrado elevados niveles de variabilidad e inconsistencia en las indicaciones y ayudas para que el niño tome la dosis justa de medicina.

Muchos de los problemas hallados se refieren a las cucharas o dispensadores que suelen acompañar a los jarabes: casi todos los productos que traen este utensilio (hasta un 98,6%) presenta inconsistencias entre las instrucciones del prospecto y las dosis que están marcadas en el utensilio. De hecho, un 81,1% de los dispensadores presenta marcas superfluas, que no guardan relación alguna con las dosis recomendadas y sólo sirven para añadir confusión al usuario.

Otro problema que se ha observado en numerosos casos es el empleo de unidades incomprensibles para el público general o que tampoco se corresponden con lo que dice el prospecto. En un 89% de los casos, las instrucciones en papel hablan de una medida distinta a la que refleja el dispensador. De hecho, la unidad de medida más empleada en todos los productos era la cuchara de té (en España sería una cucharilla de café). En otras palabras, una medida abierta a la imaginación, que cada uno puede interpretar como quiera.

Medidas estandarizadas

Los investigadores, dirigidos por la doctora H. Shonna Yin, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York (EEUU), proponen tres medidas para evitar posibles sobredosis e intoxicaciones involuntarias: que los utensilios dispensadores se estandaricen en todos los jarabes; que los productos guarden coherencia entre lo recomendado en el prospecto y las marcas que hay en la cuchara; y que se usen medidas estandarizadas para todos. Por ejemplo, que un mililitro se llame siempre mililitro, no unas veces mililitro y otras centímetro cúbico (aunque sea lo mismo).

El estudio surgió a partir de una recomendación -no obligación- que emitieron las autoridades norteamericanas a finales del año pasado para prevenir intoxicaciones y malos usos de las medicinas líquidas pediátricas.

"Los dispensadores deberían ir adaptados de una forma clara", manifiesta José Díaz Huertas, presidente de la Asociación de Pediatría Social, quien también lamenta la falta de comprensibilidad de los prospectos: "Deberían estar redactados para que los entienda el paciente. A veces parece que los escriben sólo para técnicos y al paciente no le es útil, le asustan los efectos secundarios y no entiende lo que dice".

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