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sábado, 30 de octubre de 2010

Salvatore Donolo sufrió abusos en su infancia a manos de un cura


"Es algo de lo que no te recuperas nunca, nunca, nunca", enfatiza Salvatore Domolo, un italiano que desde los ocho hasta los 11 años sufrió abusos sexuales a manos de un sacerdote. Como muchas otras víctimas de curas pederasta, Salvatore acudirá mañana a la manifestación que la organización estadounidense Survivor's Voice ha convocado a pocos metros de la Basílica de San Pedro para protestar por el silencio y la política de encubrimiento con que a su juicio el Vaticano sigue abordando este problema.

"Los abusos sexuales son sólo una parte del dolor y el sufrimiento. El silencio de la Iglesia es sin duda lo peor", sentencia este hombre de 45 años que ha conocido muy bien los entresijos internos de la Iglesia, dado que hasta hace cinco años fue sacerdote.

Salvatore, como muchas de las víctimas de curas pederastas, nació en el seno de una devotísima familia católica del norte de Italia que vivía en una pequeña localidad a orillas del Lago de Orta (Piamonte) y que acudía todos los días a misa. "Yo era el menor de siete hermanos. Mi padre nos abandonó cuando yo tenía dos años y para mi el cura se convirtió en algo así como mi padre adoptivo".

El sacerdote le encargaba pequeñas tareas como cambiar libros de sitio, se preocupaba por él y se interesaba por su situación. Hasta que comenzó la pesadilla...

"Empezó a hacerme beber licores con la excusa de que eran muy buenos para la salud"

"Empezó a hacerme beber licores, asegurándome que eran brebajes que hacía el y que eran muy buenos para la salud. Después, me bajaba los pantalones con la excusa de ver si tenía algún agujero en los calzoncillos que hubiera que remendar. Y entonces me tocaba".

Salvatore no le dijo nada a nadie de esos abusos. "Al principio creí que quizás los padres hacían eso con sus hijos... Pero, poco a poco, me di cuenta de que no era así. Muchos días lloraba detrás de la Iglesia. Y a veces me encerraba en el cuarto de baño de mi casa y me cosía yo solo los calzoncillos, en la esperanza de que así no me tocara. Pero él, cuando veía esos remiendos, me decía que estaban muy mal zurcidos y que había que rehacerlos. Y, por supuesto, aprovechaba para tocarme".

Salvatore afirma que la vergüenza, el sentido de culpabilidad y su delicada situación familiar las que le impidieron hablar. "Mi madre ya tenía muchos problemas teniendo que sacar ella sola adelante a siete hijos, y yo no quería darle más preocupaciones".

Los abusos se prolongaron hasta que Salvatore cumplió 11 años. "En ese momento, por presiones familiares y por mi deseo de huir de todo, decidí entrar en un seminario. Cuando se lo comenté al cura, los tocamientos cesaron inmediatamente. Yo creo que por miedo a que pudiera decírselo a alguien en el seminario".

Al intentar denunciarlo, su padre espiritual le ordenó que jamás lo contara a nadie

En realidad no tendría que haberse preocupado. Y eso que cuando Salvatore entró con 14 años en un seminario, no tardó mucho en contarle a su padre espiritual que había sufrido abusos sexuales a manos del sacerdote de su pueblo. "Me hizo levantarme inmediatamente, arrodillarme y confesarme. Me dijo que jamás hablara de eso con nadie y que debíamos conformarnos con confiar al sacerdote que había abusado de mí a la misericordia de Dios".

Salvatore no volvió a hablar del asunto con nadie. Con 25 años fue ordenado sacerdote, pero se sentía mal, muy mal. Tan mal que, con 30 años, su entonces director espiritual decidió que llevarle a un psicológico. "Él estaba presente en las sesiones. Y cuando salió a relucir el tema de los abusos sexuales inmediatamente trató de frenar el asunto, diciendo que era algo del pasado y que era mejor olvidarlo".

Pasaron los años y Salvatore estaba cada vez peor. Así que decidió pagarse de su bolsillo una psicóloga que le ayudara. Fue un descenso a los infiernos: se levantaba llorando, era incapaz de comer. En tres semanas perdió casi 20 kilos de peso. "Sólo después de tres años de terapia fui capaz de hablar de los abusos que había sufrido. Y empecé a darme cuenta de que no sólo ese sacerdote había abusado de mí, sino también la Iglesia que con su silencio lo había protegido".

Salvatore colgó en 2005 los hábitos. Hoy se gana la vida como diseñador floral, mantiene una relación sentimental con el artista Livio Scarpella y es portavoz de La Culpa, una asociación italiana de víctimas de abusos sexuales por parte de curas.

"La Iglesia siempre ha protegido a los sacerdotes pederastas. Y no ha cambiado nada"

Pero el dolor sigue ahí: "La Iglesia siempre ha protegido a los sacerdotes pederastas. Y no ha cambiado nada. ¿Tú conoces un sólo cura que haya sido entregado por las autoridades eclesiásticas a los tribunales civiles para que ser juzgado por abusos sexuales a menores? Las nuevas normas promulgadas por Benedicto XVI son sólo una cuestión de imagen. La Iglesia se protege a sí misma, no le importan las víctimas, y esas normas son sólo una manera de lavarse la cara ante la galería".

Salvatore prosigue: "Y los encuentros que el Papa ha mantenido con víctimas de sacerdotes pederastas suponen una ulterior humillación, porque esas víctimas están siendo utilizadas para limpiar la imagen de la Iglesia".

Por todo eso es por lo que mañana domingo a las 17.00 horas Salvatore Domolo acudirá a la explanada del Castillo de Sant Angelo, a 500 metros de la Plaza de San Pietro, a decir "Basta".

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