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lunes, 20 de septiembre de 2010

Las víctimas llegarán hasta el final para destapar los abusos del clero

Tenía 14 años y un cura abusó de mí. Así titula Joël Devillet, antiguo seminarista y enfermero, el libro que ha escrito contando su tremenda experiencia en el seno de la Iglesia católica belga . Ahora tiene 37 años y se ha convertido, desde Bruselas, en el enlace de las víctimas francófonas que sufrieron asaltos similares durante las últimas décadas. Atado todavía a un proceso judicial que sufre continuos retrasos, no piensa descansar hasta ver castigado a su agresor. Su firmeza actual, después de años de silencio y vergüenza, es compartida por otros compatriotas que sufrieron agresiones similares.

"Antes tenían miedo de la autoridad de la Iglesia, pero las víctimas son ahora más visibles y combativas que nunca. Saben que se ha intentado ocultar lo ocurrido y manipular los expedientes acusatorios, y les une un sentimiento solidario", dice Walter van Steenbrugge, abogado de una treintena de afectados. Entre sus clientes figura el sobrino de Roger Vangheluwe, ex obispo de Brujas que se vio obligado a renunciar a su cargo el pasado abril después de admitir los abusos. Después de aquello, todo se precipitó hasta que el pasado 10 de septiembre se dio a conocer un informe que hablaba de agresiones masivas y continuadas en toda Bélgica.

Los relatos de la víctima y el letrado corren paralelos en un momento clave para el futuro del catolicismo en el país . Así, mientras Joël Devillet admite que su vida sigue cautiva de las apelaciones interpuestas por la curia a todas sus demandas, Van Steenbrugge describe con extrema dureza la situación. "El escándalo de los abusos es el 11-S de la Iglesia. Los obispos no admiten su culpa porque el dinero de posibles indemnizaciones les parece más importante que las víctimas. Una actitud lamentable, viniendo de una Iglesia donde Cristo echó a los mercaderes del templo", afirma.

Devillet admite que sigue luchando por salir adelante, y sin embargo, su experiencia eclesiástica no pudo empezar mejor. Cuando tenía ocho años, conoció a un sacerdote honrado y amable que le ayudó a sobrellevar las estrecheces de su familia. El abuso comenzó después, cuando ese primer cura se jubiló y llegó otro, de 27 años. "Mi padre se quedó inválido tras un accidente de coche y mi madre se ocupaba de una familia numerosa. Tengo otros tres hermanos y una hermana. Yo frecuentaba la parroquia para no ser una carga en casa. Hacía los recados del primer cura y otras pequeñas labores. El nuevo párroco lo cambió todo. Abusó sexualmente de mí aprovechando mi desvalimiento", asegura con voz templada.

En 1996 empezó su peregrinaje por la vía eclesiástica. En 2001, su caso entró también en la vía judicial ordinaria. Sin éxito en ninguna de las dos instancias, por ahora. "Me prometieron que me ayudarían a entrar en el seminario si no denunciaba al sacerdote, pero me abandonaron de todos modos. No pude pagar al psicólogo y tampoco me apoyaron en la búsqueda de empleo. Nunca había salido al mercado laboral y me dejaron caer. Siempre quise hacerme cura, pero ya no creo en nada. Nunca me he casado por temor a que mi esposa pensara que yo podría abusar de mis hijos. Es una idea que me paraliza. Aunque lo más duro de todo es que mi agresor sigue en activo. Trabaja en un centro para discapacitados".

El abogado Van Steenbrugge lamenta que los delitos de abusos prescriban en la legislación belga, pero piensa agotar todas las instancias legales con sus casos. "No nos pararemos ante el Supremo si no obtenemos respuesta. Tenemos pruebas de que se ha ocultado el nombre de sacerdotes que abusaron de niños. Es la omerta [ley del silencio siciliana para proteger a otros culpables] contra el menor. Si es preciso, mis clientes están dispuestos a demandar al Vaticano por lo civil, que es la ruta de las reparaciones morales".

Hasta la fecha, entre las víctimas belgas prima la exigencia del castigo de los culpables, aunque no excluyen alguna forma de indemnización. "Lo esencial es detener los abusos, porque es posible que sigan produciéndose en estos momentos", advierte Devillet.

Para el abogado, evitar que el drama se repita requerirá un esfuerzo social. "Bélgica es católica, y la comunidad flamenca todavía más. Estamos muy influidos por el poder de la Iglesia. También es una manera de diferenciarse de la vecina del norte, Holanda. Espero que si algo bueno sale de todo esto, sea que perdamos el miedo y haya más libertad", apunta, de camino a Amberes y luego a Lovaina y Gante.


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